Melissa
El timbre suena, y al abrir la puerta, me encuentro con Álvaro.
— ¡Hola! –Extendiendo los brazos para abrazarlo–
— Hola. –Me envuelve en su abrazo cálido–
Le dejo pasar y nos sentamos en el sillón, la tensión del día se disipa un poco en su compañía.
— ¿Qué ocurre? –Pregunto, notando su expresión seria–
— Solo venía a verte. Diego está arrepentido. –Dice, y en su voz hay una mezcla de preocupación y sinceridad–
— Lo sé. –Suspiro, dejando que mis palabras fluyan mientras apoyo mi cabeza en su hombro– A veces soy así porque tengo miedo. Sé que él no me hará daño, pero lo que me hizo ese imbécil en el pasado... a veces me siento tan insegura.
Él me mira con comprensión, su mirada es reconfortante.
— A mí me hicieron lo mismo, Mel. También tendría miedo y estaría inseguro a veces. –Responde, su voz es un susurro suave, como si compartiera un secreto–
Le devuelvo la mirada y sonrío, sintiendo un ligero alivio.
— Gracias Álvaro.
— No las des. –Me sonríe de vuelta, y en ese momento, me siento un poco más fuerte–
Por la tarde, decido salir a dar un paseo. La necesidad de aire fresco me llama, así que tomo un momento para despejar mi mente. Cuando paso por el cementerio, no puedo evitar detenerme y sentarme junto a la lápida de mi madre.
— Hola, mamá. –Susurro, sintiendo que la tristeza me invade–
Diego
No la encuentro en su casa, la he buscado por todos lados y la preocupación empieza a hacer mella en mí. Pienso en dónde más podría estar, y finalmente, me dirijo al único lugar que me queda: el cementerio.
Al entrar, la veo a lo lejos, sentada junto a la lápida de su madre. Me acerco sigilosamente, no quiero interrumpir lo que parece ser un momento íntimo. La observo mientras habla en voz baja.
— Mamá. –Dice, su voz suave pero llena de emoción– Honestamente, él me hace feliz. Me gusta mucho. Me ha cambiado. Me ha hecho volver a sonreír como lo hacía antes. Me ayudó a dejar de ser tan distante, y me ha ido convirtiendo en la Mel que era antes. A veces tengo miedo, pero sé que él estará ahí siempre que lo necesite. Estará ahí pase lo que pase, mamá. –Sonríe, y en sus ojos hay una mezcla de luz y tristeza– Si estuvieses aquí conmigo y le vieras, te encantaría, estoy segura. Es muy guapo, su pelo es castaño, sus ojos color café y una sonrisa espléndida. También está su gemelo, que es una gran persona.
La veo sonreír como una tonta enamorada, y algo en mi interior se calienta.
— Mamá, te echo de menos. Echo de menos estar contigo, pero siempre estás en mi corazón. –Concluye, y en su rostro se dibuja una sonrisa radiante–
En ese momento, se levanta y se da la vuelta. Al verme, se detiene en seco, y nuestros ojos se encuentran. Le sonrió, sintiendo cómo el aire entre nosotros se vuelve más ligero.
—Lo has escuchado todo, ¿verdad? –Dice, un poco tímida–
Asiento y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Me acerco lentamente a ella, sintiendo la tensión y la emoción en el aire.
— Te quiero. –Susurro, mis labios casi tocando los suyos–
Ella sonríe, y en un impulso, la beso. Es un beso lento y cálido, un momento robado que parece durar una eternidad. Nos separamos por la falta de aire, y ella muerde mi labio inferior, haciéndome sonreír aún más.
Montamos en nuestras motos y la miro, sintiendo que tengo que sacarme algo de dentro.
— Tengo que hablar contigo ahora, ¿vale? –Le digo, sonriendo pero sintiéndome un poco ansioso–
Ella me mira con curiosidad y, aunque sonríe, sacude la cabeza, como si no supiera a qué me refiero, y eso solo aumenta mi nerviosismo.
— ¿De qué se trata? —Pregunta con ese brillo en sus ojos mostrando que está lista para escucharme–
Sin poder evitarlo, pienso en lo que significa abrirme a ella, pero hoy siento que estoy listo para dar ese paso.
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Perdona si me enamoro.
Teen FictionEs fuerte, independiente, y ha aprendido a no necesitar a nadie. Con un carácter de acero y un corazón blindado, ella vive para sentir el rugido de las motos bajo sus pies y la adrenalina de las carreras junto a su grupo de amigas. La vida es simple...