CAPÍTULO 27

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Melissa

El timbre suena, y al abrir la puerta, me encuentro con Álvaro.

— ¡Hola! –Extendiendo los brazos para abrazarlo–

— Hola. –Me envuelve en su abrazo cálido–

Le dejo pasar y nos sentamos en el sillón, la tensión del día se disipa un poco en su compañía.

— ¿Qué ocurre? –Pregunto, notando su expresión seria–

— Solo venía a verte. Diego está arrepentido. –Dice, y en su voz hay una mezcla de preocupación y sinceridad–

— Lo sé. –Suspiro, dejando que mis palabras fluyan mientras apoyo mi cabeza en su hombro– A veces soy así porque tengo miedo. Sé que él no me hará daño, pero lo que me hizo ese imbécil en el pasado... a veces me siento tan insegura.

Él me mira con comprensión, su mirada es reconfortante.

— A mí me hicieron lo mismo, Mel. También tendría miedo y estaría inseguro a veces. –Responde, su voz es un susurro suave, como si compartiera un secreto–

Le devuelvo la mirada y sonrío, sintiendo un ligero alivio.

— Gracias Álvaro.

— No las des. –Me sonríe de vuelta, y en ese momento, me siento un poco más fuerte–

Por la tarde, decido salir a dar un paseo. La necesidad de aire fresco me llama, así que tomo un momento para despejar mi mente. Cuando paso por el cementerio, no puedo evitar detenerme y sentarme junto a la lápida de mi madre.

— Hola, mamá. –Susurro, sintiendo que la tristeza me invade–

Diego

No la encuentro en su casa, la he buscado por todos lados y la preocupación empieza a hacer mella en mí. Pienso en dónde más podría estar, y finalmente, me dirijo al único lugar que me queda: el cementerio.

Al entrar, la veo a lo lejos, sentada junto a la lápida de su madre. Me acerco sigilosamente, no quiero interrumpir lo que parece ser un momento íntimo. La observo mientras habla en voz baja.

— Mamá. –Dice, su voz suave pero llena de emoción– Honestamente, él me hace feliz. Me gusta mucho. Me ha cambiado. Me ha hecho volver a sonreír como lo hacía antes. Me ayudó a dejar de ser tan distante, y me ha ido convirtiendo en la Mel que era antes. A veces tengo miedo, pero sé que él estará ahí siempre que lo necesite. Estará ahí pase lo que pase, mamá. –Sonríe, y en sus ojos hay una mezcla de luz y tristeza– Si estuvieses aquí conmigo y le vieras, te encantaría, estoy segura. Es muy guapo, su pelo es castaño, sus ojos color café y una sonrisa espléndida. También está su gemelo, que es una gran persona.

La veo sonreír como una tonta enamorada, y algo en mi interior se calienta.

— Mamá, te echo de menos. Echo de menos estar contigo, pero siempre estás en mi corazón. –Concluye, y en su rostro se dibuja una sonrisa radiante–

En ese momento, se levanta y se da la vuelta. Al verme, se detiene en seco, y nuestros ojos se encuentran. Le sonrió, sintiendo cómo el aire entre nosotros se vuelve más ligero.

—Lo has escuchado todo, ¿verdad? –Dice, un poco tímida–

Asiento y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Me acerco lentamente a ella, sintiendo la tensión y la emoción en el aire.

— Te quiero. –Susurro, mis labios casi tocando los suyos–

Ella sonríe, y en un impulso, la beso. Es un beso lento y cálido, un momento robado que parece durar una eternidad. Nos separamos por la falta de aire, y ella muerde mi labio inferior, haciéndome sonreír aún más.

Montamos en nuestras motos y la miro, sintiendo que tengo que sacarme algo de dentro.

— Tengo que hablar contigo ahora, ¿vale? –Le digo, sonriendo pero sintiéndome un poco ansioso–

Ella me mira con curiosidad y, aunque sonríe, sacude la cabeza, como si no supiera a qué me refiero, y eso solo aumenta mi nerviosismo.

— ¿De qué se trata? —Pregunta con ese brillo en sus ojos mostrando que está lista para escucharme–

Sin poder evitarlo, pienso en lo que significa abrirme a ella, pero hoy siento que estoy listo para dar ese paso.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora