CAPÍTULO 19

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Melissa

Llego de vuelta para besar a Diego, pero me detengo al ver que él y Álvaro están jugando a intercambiar sus roles.

— Mi amor. –Sonríe–

Lo miro entrecerrando los ojos, sonriendo con escepticismo.

— ¡Oye! No cuela. –Le da un empujón–

Ambos se echan a reír, y yo los sigo, contagiada por su buen humor.

[ . . . ]

Llegamos a la casa de Diego, una casa que parece tan llena de historias como él. Nada más entrar, miro todo con curiosidad, notando cómo cada rincón parece tener algo que contar. Álvaro se me acerca.

— Bonita casa, ¿eh? –Dice sonriendo mientras observa también a su alrededor–

—Sí.

Camino hasta una mesa donde hay algunas fotos enmarcadas. Una en particular capta mi atención: es una foto de Álvaro junto a una chica bastante guapa, de mirada dulce y una sonrisa radiante.

— ¿Eres tú, verdad? –Pregunto, señalando la foto y mirando a Álvaro–

Su rostro cambia por completo. La sonrisa se desvanece y sus ojos reflejan un dolor que hasta ahora había estado oculto. Suspira, toma la foto en sus manos y, sin decir nada, se dirige a una papelera y la arroja.

— ¡Oye, espera! –Exclamo, alcanzándolo– No tenías que hacer eso...

Él me mira, sus ojos están ligeramente enrojecidos, intentando mantener la compostura.

— No quiero saber nada de ella.

Lo miro preocupada y conmovida por la tristeza que claramente siente.

— Álvaro... –Murmuro–

Él camina hacia una de las habitaciones y lo sigo, sin querer dejarlo solo en este momento. Pero antes de que pueda acercarme, él me detiene.

— Ahora no, por favor. Perdóname.

Me detengo en seco, observándolo en silencio mientras se encierra en una habitación. En ese momento, Diego se acerca y me mira, también preocupado.

— ¿Qué le pasa? –Pregunto en voz baja y él acaricia suavemente mi rostro–

— No estoy seguro. –Suspira–

—¿Puedo hablar con él?

— Claro.

Asiente y se aleja de mí. Subo las escaleras y me detengo frente a la puerta cerrada. Toco suavemente.

— ¿Se puede?

— Pasa.

Entro en la habitación y lo veo sentado en la cama, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. Parece tan vulnerable que en realidad me hace sentir triste a mi también.

— Has sufrido mucho, se nota, pero quiero que sepas que desahogarte siempre te hará bien.

Él niega con su cabeza, pero no intento insistir demasiado. Simplemente me siento en la esquina de la cama.

— Puedes confiar en tu hermano o incluso en mí si lo necesitas.

— Lo sé, es solo que... me cuesta hablar de esto. –Su voz está cargada de dolor–

— Lo entiendo.

Él suspira y finalmente, tras varios segundos, empieza a hablar, mirándome a los ojos con una tristeza profunda.

— La chica de la foto... –Hace una pausa y yo asiento para animarlo a seguir– era mi novia. Se fue a vivir fuera de la península y... después de un tiempo decidí mudarme con ella. No llevábamos mucho tiempo juntos, tal vez cinco meses o algo así, pero... –Su voz se quiebra y se toma un momento antes de continuar– cuando estuvimos juntos por primera vez, me dijo que en realidad no me quería, que solo estaba jugando por diversión. Dijo que mientras estaba conmigo, se acostaba con otros.

Las lágrimas empiezan a brotar de nuevo de sus ojos y mi pecho se encoge al recordar de nuevo lo que yo viví.

—Álvaro... siento tanto que hayas pasado por algo tan horrible como eso.

— No creo que entiendas cómo se siente. –Murmura, sacudiendo la cabeza con un aire de desesperanza– Y honestamente espero que nunca nadie te haga este daño.

— Créeme, lo entiendo. –Dejo escapar una pequeña risa nasal– Pasé por lo mismo y también me destrozó.

Él me mira sorprendido, como si no pudiera creerlo.

— ¿Sabes qué? Ella no merecía a alguien como tú. Como me dijo Diego, esa chica perdió a un gran tesoro, y estoy segura de que encontrarás a alguien que te quiera como te mereces. No mereces sufrir por alguien así.

Él sonríe por primera vez desde que entré en la habitación. Limpia sus lágrimas con una sonrisa, y suspira con algo de alivio.

—Gracias, de verdad.

Me levanto y le tiendo una mano, ayudándolo a ponerse en pie. Él sonríe, y de repente me abraza y me levanta del suelo, tomándome por sorpresa. Bajamos las escaleras, y cuando Diego nos ve, se acerca curioso.

— ¿Qué ha pasado?

Álvaro me deja en el suelo y deja un beso sobre mi cabeza, como agradeciéndome por estar ahí.

— Que tu novia es la mejor.

Diego nos observa a ambos y sonríe, con orgullo en los ojos. Álvaro le cuenta brevemente lo que pasó, y Diego lo escucha con atención.

— Mira. –Lo envuelve entre sus brazos– Esta chica era muy borde cuando la conocí, pero mírala ahora, la he cambiado. –Me guiña un ojo–

— ¿Borde? –Alza ligeramente sus cejasá

— Sí, aunque ahora todo es diferente.

Álvaro ríe, mientras Diego acaricia mi mejilla.

— Además, ama las motos, al igual que yo. Eso no lo encuentras todos los días.

— ¿Ah, sí? –Dice Álvaro, levantando las cejas y mirándome sorprendido. Yo asiento con una sonrisa–

— Entonces debemos hacer una carrera algún día.

—¿También haces carreras? –Pregunto, sorprendida y animada–

Diego asiente con una sonrisa amplia.

— Oh, y cuando veas su moto... te va a encantar.

Miro a Álvaro, que sonríe satisfecho.

De pronto, ambos se miran con una sonrisa cómplice y yo los observo, divertida.

— ¿Ya te hemos dicho que te vamos a machacar? –Dice Diego, guiñándome el ojo–

— Eso ya lo veremos. –Les reto con una sonrisa–

Nos miramos los tres, compartiendo un momento de complicidad y risas que, por un instante, hace que el pasado doloroso de Álvaro quede atrás.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora