CAPÍTULO 22

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Melissa

Al día siguiente, después de despertar y desperezarme, decido salir a correr para despejar la mente. Después de una ducha rápida, me visto con ropa deportiva, me hago una coleta alta y cojo el móvil.

Salgo de casa y me dirijo al parque, uno de esos donde siempre hay gente corriendo o haciendo ejercicio. Empiezo a correr, sintiendo cómo el movimiento constante y el aire fresco me relajan, ayudándome a olvidar todo por un rato.

Cierro los ojos un segundo, dejando que el ritmo me envuelva, cuando de repente, siento que choco contra alguien. El golpe me desestabiliza y caigo al suelo, tocándome la cabeza, aún confundida.

— Perdón, no veía por dónde iba... –Esa voz, no puede ser–

Alzo la mirada y me encuentro con él. Borja. El idiota que destrozó mi corazón sin piedad. Mi estómago se revuelve, y mi cuerpo reacciona queriendo alejarse.

— ¿Melissa? –Pregunta sorprendido–

Ignoro el dolor en mi rodilla y me levanto rápidamente, queriendo salir de ahí. Pero él me agarra del brazo, deteniéndome.

— Mel, yo... ¿cómo estás?

Me deshago de su agarre con fuerza, quedando frente a él, tratando de esconder cualquier debilidad.

— Muy bien. ¿Y tú? ¿Qué tal?

— Bien. –Sonríe, como si esperara que pudiéramos ser amigos, como si no hubiera pasado nada– Mel, yo...

— Es tarde para eso. –Le interrumpo, tratando de mantener mi voz firme–

— Lo sé, fui un estúpido.

— Y lo eres. –Le lanzo una mirada de desprecio–

Él baja la vista, pareciendo un poco avergonzado.

— No quiero que me odies, Mel.

— ¿En serio? –Lo miro directamente a los ojos, y me aseguro de que entienda cada palabra– Borja, no quiero volver a verte en mi vida.

Él intenta decir algo más, pero niego con la cabeza y me giro, dejándolo atrás.

Más tarde, regreso a casa y subo directamente a mi habitación, sintiendo cómo la frustración se ha quedado atascada en mi pecho. Me miro al espejo, viendo el leve temblor en mi expresión.

— Es un imbécil... –Me susurro a mí misma, intentando calmarme–

Decido darme otra ducha para refrescarme y quitarme esa sensación pegajosa de encima. Me envuelvo en una toalla y estoy a punto de relajarme, cuando escucho el timbre. Bajo y abro la puerta, y ahí están Diego y Álvaro, con sonrisas amistosas.

— Vaya... –Diego me observa con una sonrisa divertida, y se me escapa una pequeña risa–

Ellos se miran, y sus expresiones cambian a preocupación.

— Le pasa algo. –Murmura Álvaro–

— Lo sé. –Responde Diego, mirándome con esos ojos que siempre parecen leerme el alma–

Niego y les dedico una sonrisa, intentando restarle importancia.

— No nos engañas tan fácil. –Añade Álvaro alzando una de sus cejas–

Ambos entran y se sientan en el sillón, conversando entre ellos mientras yo subo a ponerme algo cómodo. Cuando bajo, ya están esperando, y me acomodo al lado de Diego, quien me mira expectante.

— Cuéntanos. –Me anima, con ese tono suave que me hace sentir segura–

Tomo aire, dudando si quiero revivir el encuentro, pero sé que a ellos puedo contárselo.

— ¿Recuerdas al chico que... que se acostó conmigo y luego me dejó? –Mi voz suena apenas un murmullo, pero Diego asiente, sus ojos llenos de comprensión–

— Sí, ese capullo.

— Menudo imbécil. –Resopla Álvaro–

Los miro, con una pequeña sonrisa agradecida, antes de continuar hablando.

— Me lo he encontrado en el parque, cuando salí a correr.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora