Capítulo 2

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Melissa

Finalmente arranca la carrera. Los motores rugen y el viento me golpea con fuerza mientras dejo a mis rivales atrás. En la última vuelta, le gano terreno a Víctor y lo adelanto justo antes de la meta. La victoria es mía. Otra vez.

Las chicas de mi grupo explotan en aplausos y vítores, sus gritos se mezclan con la adrenalina que aún me recorre.

— Como siempre, ¡ganadora! –Se ríe Gara, dándome una palmada en la espalda–

— ¿Qué esperabas? –Le guiño un ojo, bajándome de la moto con el casco en la mano–

Víctor también se quita el casco, con una sonrisa de respeto en los labios.

— Vaya, eres muy buena. –Admite, mirándome con un toque de sorpresa–

— Claro que lo soy. –Encogiendo los hombros, me doy la vuelta sin darle mucha importancia–

Me alejo de la pista y enciendo la moto. Tomo el camino de siempre, hasta que me detengo en un semáforo. Entonces oigo el rugido inconfundible de otra moto a mi lado. Miro de reojo, y casi se me corta la respiración. Es una MV Agusta F4 1000 RC, negra y mate. Es jodidamente perfecta.

Antes de poder mirarla con más detalle, un claxon furioso suena detrás de mí. Doy un respingo.

—¡Ya voy, idiota! –Refunfuño, girándome hacia el conductor impaciente antes de arrancar de nuevo–

Un rato después, llego al centro comercial. Necesito recoger algo que pedí en la tienda de motos, un detalle personal para la moto que estaba deseando tener. Entro y me acerco al mostrador. Carlos, el amigo que me lo hizo, sonríe satisfecho.

— ¿Ya lo tienes? –No puedo evitar preguntar impaciente–

—Aquí está. –Me entrega una pegatina personalizada, con un diseño simple pero perfecto, algo que representa lo que significa la moto para mí–

—Gracias, Carlos. –Asiento, examinándola con cuidado. Le doy el dinero y me despido, lista para ir a ponerle mi toque personal a la moto–

Al salir de la tienda, el aire me sabe a libertad. Camino hacia donde dejé mi moto, pero algo anda mal. Un chico de cabello castaño está inclinado sobre ella... levantándola del suelo. Mi moto está tirada. La adrenalina se convierte en furia.

— ¿Pero tú eres imbécil? –Le empujo lejos de la moto, fulminándolo con la mirada–

El chico frunce el ceño y se endereza, manteniendo las manos en alto en señal de paz.

— Ey, relájate. Estaba en el suelo cuando pasaba por aquí. Solo quise ayudar.

Miro mi moto y siento una punzada. Hay rayones en la pintura. Llevo una de mis manos hacia mi cara, conteniendo la rabia que amenaza con salirse de control. Mi madre y yo la compramos juntas, y cada detalle me recuerda a ella.

— ¡Mierda!

Siento que el chico se acerca y me toca el hombro suavemente.

— Oye, tranquila. –Su voz es más comprensiva de lo que esperaba–

Me giro, con los ojos ardiendo de rabia y frustración.

— Es mi moto. ¿Sabes lo que significa para mí? –Mi voz suena rota, pero no puedo evitarlo–

Me siento en el suelo junto a ella, y me tapo el rostro mientras una lágrima traicionera se escapa. Solo quería algo en este mundo que me quedara de ella... y ahora esto.

De repente, siento unos golpecitos suaves en la cabeza. Levanto la vista, y ahí está él, observándome con esos ojos color café, que por alguna razón, transmiten una calma que no esperaba. Su cabello castaño cae en un desorden calculado y, por un segundo, no parece tan idiota.

Me limpia una lágrima con el pulgar, y me lanza una sonrisa casi tierna cuando lo aparto con el ceño fruncido.

— ¿Sabes? Es solo una moto, pero entiendo lo que significa para ti.

Perdona si me enamoro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora