Diego
Bajamos al garaje, y allí está: la moto de Álvaro, idéntica a la mía, excepto por el color. La suya brilla es de color roja, reluciente y perfectamente cuidada, como una joya.
Mel se acerca con ojos brillantes, emocionada. La toca suavemente, recorriendo con la mano cada curva como si admirara una obra de arte.
— Me encanta. –Sonríe como una niña que acaba de descubrir su juguete favorito–
Miro a Álvaro, que me devuelve la sonrisa, cómplice.
— Es cierto que le encantan. –Ríe–
— Demasiado. –Asiento, también divertido–
Mel da un paso hacia nosotros y nos observa, con una expresión traviesa en el rostro.
— Cuando os gane, no me vengáis llorando. –Nos desafía con una sonrisa–
Álvaro se cruza de brazos, mirándola con aire confiado.
— Te vamos a ganar.
— Así es. –Contesto, reafirmando la promesa–
Mel suelta una carcajada y se encoge de hombros.
— Ya lo veremos.
Con esa última palabra, se da media vuelta y se marcha del garaje, dejándonos mirándola con una mezcla de admiración y diversión.
— ¿Hacemos la carrera después de comer? –Le sugiero a mi hermano–
— Claro.
Subimos de nuevo a casa y nos ponemos a preparar la comida entre los tres. Es agradable compartir estos momentos sencillos, donde no hacen falta palabras para entendernos.
— Voy a preparar la mesa. –Anuncia Mel, llevándose los platos–
— Vale. –La observo mientras se marcha al comedor–
Cuando desaparece, Álvaro se vuelve hacia mí con una mirada curiosa.
— ¿Cuánto lleváis juntos?
Me rasco la nuca, un poco nervioso.
— En realidad, no le he pedido formalmente que sea mi novia...
— Entonces, ¡pídeselo cuanto antes! –Me empuja suavemente–
Lo miro, indeciso.
— Tengo miedo. –Admito–
— ¿Miedo? ¿De qué? –Pregunta genuinamente sorprendido–
Suspiro, buscando las palabras correctas.
— De que me rechace. Ya sabes, le hicieron mucho daño antes y... no sé, no quiero presionarla. –Le digo, mirando hacia donde ella está, con la mesa casi lista–
Álvaro sigue mi mirada y luego sonríe.
— Mira, es obvio que siente algo por ti, las has ayudado a volver a confiar. –Encoge de hombros– Es normal tener miedo pero no dejes que te supere porque podrías perderla.
Mis labios esbozan una sonrisa y asiento. Las palabras de Álvaro son un alivio.
— ¿Crees que me diría que sí?
— Te dirá que sí, sin duda. Afirma, con toda la seguridad del mundo–
Sonrío, y antes de pensarlo, lo abrazo, agradecido por tener a mi hermano de mi lado en esto.
— Gracias.
[ . . . ]
Más tarde, cuando terminamos de comer y recogemos la mesa, salimos al garaje, listos para poner rumbo hacia el lugar donde haremos la carrera. Al pasar los minutos, por fin llegamos, nos colocamos en la línea de salida, los tres alineados con nuestras motos. Nos miramos un segundo, tensos pero emocionados.
— ¡Vamos! –Grita Mel, y en cuanto arranca, la seguimos, lanzándonos a toda velocidad–
Los adelantamientos son continuos, y las risas y los gritos de ánimo se mezclan con el ruido de los motores. La carrera es intensa, y en cada curva Mel demuestra que no solo sabe conducir: sabe ganar. Cuando cruzamos la meta, ella se adelanta por unos metros y nos deja atrás. Yo no puedo evitar reír.
— ¡No puede ser! –Exclamo entre risas, frenando junto a ella–
Álvaro se detiene también, con una mezcla de asombro y orgullo.
— Quiero la revancha. –Dice claramente impresionado–
— Es muy buena, te lo dije. –Le recuerdo, admirando la habilidad de Mel–
—Sí, lo es. –Asiente– Pero, Mel, que quede claro que te dejé ganar. –La apunta con el dedo índice–
Mel nos mira a ambos y sonríe con aire triunfante.
— Claro, claro, lo que tú digas. –Ríe–
Yo también río y me bajo de la moto, acercándome a ella. Levanto una mano y acaricio suavemente su mejilla. Ella sonríe, mirándome con esos ojos que siempre parecen encontrar lo mejor de mí.
Me acerco despacio, con nuestras miradas entrelazadas.
— Eres la mejor. –Susurro, cerca de sus labios–
Ella sonríe y muerde suavemente mi labio inferior antes de besarme. La siento cerca, como si en ese momento el mundo se redujera a nosotros dos.
— Vámonos. –Murmura, todavía sonriendo–
Arrancamos y nos alejamos de allí, dejando atrás las risas y la velocidad, con una sensación de libertad y felicidad que hace que todo se sienta perfecto.
ESTÁS LEYENDO
Perdona si me enamoro.
Teen FictionEs fuerte, independiente, y ha aprendido a no necesitar a nadie. Con un carácter de acero y un corazón blindado, ella vive para sentir el rugido de las motos bajo sus pies y la adrenalina de las carreras junto a su grupo de amigas. La vida es simple...