Capítulo Uno

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Capítulo uno.

23 de enero, 2015.

—Y hace una anotación— aplaudo cuando la bola de papel cae en la papelera— ¡El público enloquece!

—Seguro serás la basquetbolista del año— alzo la vista y le sonrío a Alan.

—Seguro que será así. Es eso o morirme del aburrimiento aquí.

—Pronto seguro te asignan algo.

—Eso espero, de lo contrario no entiendo para qué Eva me trajo a Londres, bueno, quizás solo quiere vigilar que no lo arruine. Le gusta recordarme lo horrible que resultó todo hace un año.

—No seas tan dura.

—La defiendes porque te mueres por sus huesos.

—Cállate. Alguien podría escucharte.

—Como si fuera un secreto que estás loquito por tu jefa, la única que no lo sabe es ella.

Gano que me arroje una bola de papel, río. Me gusta picarlo sobre eso. Abro el cajón de mi escritorio y saco un paquete de gomitas entre todas mis golosinas.

—Sabes que Eva odia que tengas ese cajón de golosinas.

—Sabes que no me importa— me encojo de hombros mientras lo observo tomar su carpeta— ¿Crees que ese pequeño esté bien en esa casa hogar?

—No lo sé, eso espero.

—A veces me asusta que ellos puedan estarla pasando muy mal ahí ¿Por qué las personas abandonan a sus hijos?

—Esa es una buena pregunta, nos vemos. Se buena chica.

—Yo siempre soy muy buena.

Ríe mientras se va, el resto de los trabajadores tiene algo qué hacer, yo no. Muchos pensarían que es genial ser la hermana de la jefa, pero incluso mis compañeros de trabajo saben que mi hermana no confía en mí y que no estoy ni cerca de ser su favorita.

Admito que hace un año cometí un error que hasta hoy aprieta mi corazón, pero intenté ayudar, muchas veces intenté hablar con ella para explicarle, pero ella solo ignoraba mis sugerencias porque espera que yo siempre me equivoque.

Como otro puñado de gomitas pensando en cómo puedo perder mi tiempo hoy. Podría estar ayudando a otros niños y adolescentes que me necesiten, pero no tengo ningún caso asignado.

Estudié trabajo social, el año pasado tuve mi primera asignación y la jodí, desde entonces Eva me mantiene como un adorno y me recuerda siempre cómo terminó todo.

—Comes demasiado dulces.

Alzo la vista encontrándome con los ojos de mi hermana mayor, ojos que se parecen más a los de nuestra otra hermana que a los míos.

Luce como toda una mujer que tiene sobre sus hombros el cargo de asignar los casos de aquellos niños y adolescente que presentan posibles problemas, necesitan un hogar o proceso de adopción. Por lo que mi error, técnicamente se vio como su error. Mi error creo un bache en la agencia.

—Sabes que amo comer dulces, Evie.

—Tu debilidad.

—Me declaro pecadora—llevo una mano sobre mi pecho, ella rueda sus ojos pero sonríe—. Es tu culpa, estoy oxidándome aquí y recurro al azúcar por consuelo.

Ladea su cabeza hacia un lado y me observa, sé que ese es su gesto cuando no está segura sobre tomar una decisión, por lo que de inmediato me pongo alerta y enderezo mi espalda. Restiro el cabello castaño de mi rostro y la observo.

La D no es por Dexter (BG.5 libro #4) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora