Capítulo Treinta y Seis

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Capítulo treinta y seis.

Camino a trompicones hacia adelante con desesperación de alejarme de este sujeto, lo cual me hace caerme. Gateo alejándome, escucho lo acelerada que es mi respiración, mi piel se siente fría y mis manos tiemblan.

Él ríe y yo tiemblo.

—Es una bonita posición, una que no probamos —Su voz ronca, por el cigarrillo, suena por todo el lugar.

Me apoyo de una silla para ponerme de pie con mis temblorosas piernas. Sé que no es una buena jugada darle la espalda al peligro, pero me tomo esos segundos para ordenarme ser fuerte, asumir el control de mis emociones y no dejar que de nuevo doblegue mi espíritu. Así que respiro hondo, alzo mi barbilla, enderezo mi espalda y giro para enfrentarlo.

Ojos marrones muy claros me observan. Es alto, su cabello es castaño claro y veo unas pocas canas ahí. No ha de pisar los cuarentas, a mitad de sus treinta. Lleva un traje y una mirada calculadora. Observa la hora en su reloj costoso. Camina sin prisa, como si fuese el dueño del lugar. No despego mi vista de él. Se desliza frente a mí y toma asiento en una de las sillas de esta gran mesa donde nos reunimos a discutir ideas o sucesos importantes referidos al trabajo.

Está manchando mi lugar de trabajo, lo está contaminando.

—Puedes tomar asiento, Dee. ¿O prefieres que te llame Elanse? —Une sus manos y se recuesta de su silla—. Siempre imaginé que tu nombre no era el que usabas, pero tampoco fue muy sencillo dar con tu nombre real, incluso esa desgraciada de Kora parece que te guardó algún tipo de lealtad al no darme tu verdadera identidad.

»Pero tarde o temprano, todos se doblegan ante un precio, y el de ella es el de los próximos billetes que alimenten sus vicios. ¿El juego y las drogas son vicios terribles, verdad? Tan aborrecibles y sucios. Pero sé que mi Dee es una mujer sana.

—No soy tu Dee, esa persona no existe —hablo finalmente—, y no tengo nada que hablar contigo.

—Tenemos mucho de lo que hablar, siéntate. Ahora.

Permanezco desafiante de pie con mi barbilla alzada, no le haré saber que me tiemblan las piernas, que un nudo se encuentra instaurado en mi garganta y que mi corazón late con velocidad preso de un miedo que no sé controlar.

Respira hondo como si yo agotara su paciencia, luciendo poderoso; abre su saco y extrae algo del bolsillo interno del mismo. Alza en su mano un pequeño rectángulo. Una foto.

—Ésta es Skylie Miller, pero creo que la conoces. Fue tomada hace dos días mientras se sentaba sola en el jardín de la casa de acogida en donde se encuentra —Voltea la foto para evaluarla por sí mismo—. Se ve triste, es una pena que siendo tan pequeña pase por tanto.

»Siendo honesto, no creo que sea bueno que Miranda obtenga la custodia de la pobre niña, no sabe ni cómo cuidar de ella misma y por algo la abandonó en un principio ¿No? —Clava sus ojos en mí—. ¿Vas a sentarte o no, Elanese?

Punto débil y lo sabe.

No digo ninguna palabra y sin perderlo de vista tomo asiento. Entrelazo mis dedos para intentar controlar el temblor de mis manos.

—Eres un empresario exitoso, podrías tener a cualquier mujer... —Mi voz es temblorosa, pero no pienso quedarme callada. Ya no más.

—Si es así, ¿Por qué debí venir hasta aquí para conversar contigo?

—Mi error, no me expresé bien. Podrías tener a cualquier mujer que quiera estar contigo de manera consensuada, sin necesidad a obligarla.

—No te estoy obligando. Nunca lo hice y no pienso hacerlo ahora. No soy de ese tipo de hombre.

La D no es por Dexter (BG.5 libro #4) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora