11/03/1962

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Aún seguía sin creer que mi madre se hubiera ido con mi hermano. Parecía fuerte, pero a quien quiero engañar, desde la partida de mi padre, mi madre nunca ha estado bien por mucho que intentara disimular. 

Llegué a casa de madre sobre las once y media. Quería sacar todo lo que había allí lo antes posible para guardarlo o tirarlo, pero así poder vender el piso antes.

Al final ella había muerto sola, sin nadie nuevo a su lado. Yo no entiendo como pudo aguantar sin padre tanto tiempo, pero lo hizo para poder hablarnos de él abiertamente y decirnos cosas bonitas sobre él; aunque se marchó pronto. No sentía pena por su muerte, había llorado tanto con mi hermano, que ni siquiera se me derramó una lágrima cuando madre dejó de respirar. Está claro que estoy triste, pero, la vida es así y tarde o temprano todos nos vamos de ella.

Puse la radio a medio volumen con la música actual, coloqué un pañuelo sobre mi cabeza para que mi pelo no se llenara de sudor y comencé a repartir todo en cajas.

Sobre la una de la tarde, la puerta sonó. Me acerqué sigilosamente sin saber quién podía ser porque mi marido estaba trabajando, y todo el mundo sabía que mi madre había fallecido.

Abrí la puerta encontrándome a un hombre alto, corpulento, un tanto mayor, por las arrugas que tenía y una barba frondosa que tapaba media cara, en la puerta.

-¿Qué quiere?-Pregunté intentando ocultar el miedo que me causaba.

-Buenas tardes señorita, ¿está Lucía?-Dijo el hombre con voz grave.

-No, mi madre falleció hace unos días. Soy su hija.-Respondí algo aturdida.

-Bueno, soy Lorenzo y vengo a traerle esta carta.- Me tendió un sobre cerrado blanco.-Hace unos días que lo encontramos. No se envió en su fecha correspondiente, pero mejor tarde que nunca.

Lorenzo dio la vuelta sobre sí mismo y comenzó a caminar por el pasillo para bajar las escaleras.

Cerré la puerta y me quedé mirando el sobre. A la izquierda de este, arriba, muy pequeñito ponía "Aurel". Era de mi padre seguro, y como mi madre no estaba, podía abrirla tranquilamente. Pero no iba a sentirme bien conmigo misma.

Cogí mis cosas y salí corriendo hacia el cementerio. Casi me atropella tres veces, y aparté a cuatro personas por el camino, pero quería llegar pronto a mi madre. 

Cuando llegué, me senté al lado de su lápida y empecé a decir:

-Hola madre, se que no vengo desde tu funeral a verte, pero quería dejar tu casa limpia, para poderme deshacerme de ella y que los recuerdos no me invadan cada vez que estoy en ella.- Me cayó una lágrima.-Ha llegado una carta, y es de padre, así que no podía leerla sola, sin ti. Espero que no te moleste.

"A la familia de Aurel. 

El pasado día 17/08/1939 Aurel falleció a causa de una herida muy profunda la cual se le infectó y no hubo forma de curar. Su cuerpo yace en una fosa comuna ya que nadie ha reclamado su cuerpo. Esperamos que descanse en paz, porque fue un gran hombre. Y a Lucía, su esposa, ya no hace falta que envíe más cartas, se las devolveremos todas y cada una de las cartas que nos lleguen. 

Atentamente, Lorenzo"

Me quedé petrificada al acabar de leer la carta. Mi padre había muerto. Nunca llegué a conocerlo, pero una parte de mi tendía la esperanza de que volviera. 

Volví a mirar la hoja. La palabra cartas se repetía a lo largo de ella. No sabía nada de la existencia de unas cartas, pero tenía que encontrarlas. Sabiendo como era mi madre, las tendría guardadas todas juntas en algún sitio y debía buscarlas.

Cartas a mi yo futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora