No veo a Matteo por la mañana. Dominic viene por mí antes del alba, me da una vestimenta sencilla y me acompaña al tejado. Los últimos preparativos se harán en unas salas que están debajo del estadio. Un aerodeslizador surge de la nada, y deja caer una escalera de mano. Pongo pies y manos en el primer escalón y, al instante, me quedo paralizada. Una especie de corriente me pega a la escalera hasta que me suben al interior.
Aunque me imaginaba que la escalera me soltaría al llegar, sigo pegada a ella y una mujer vestida con una bata blanca se me acerca con una jeringuilla.
-Es tu dispositivo de seguimiento, Nina. Cuanto más quieta estés, mejor podré ponertelo -me explica.
¿Quieta? Soy una estatua. Sin embargo, eso no evita que note un dolor agudo cuando la aguja me introduce el dispositivo metálico debajo de la piel del antebrazo. Ahora los Vigilantes podrán localizarme en todo momento. No les gustaría perder a un tributo.
En cuanto el dispositivo está colocado, la escalera me suelta. La mujer desaparece y recogen a Dominic del tejado. Un empleado se acerca y nos acompaña a una habitación donde sirvieron el desayuno. A pesar de la tensión que noto en el estómago, como todo lo que puedo, aunque los deliciosos manjares no me impresionan. Estoy tan nerviosa que podría estar comiendo polvo de carbón. Lo único que me distrae es la vista desde las ventanas: sobrevolamos la ciudad y después la zona deshabitada que hay más allá. Esto es lo que ven los pájaros, sólo que ellos son libres y están a salvo. Todo lo contrario a mi.
El viaje dura una media hora. Después se oscurecen las ventanas, lo que nos indica que llegamos al estadio. El aerodeslizador aterriza, y Dominic y yo volvemos a la escalera, aunque esta vez para bajar hasta un tubo subterráneo que da a las salas. Seguimos las instrucciones para llegar a mi destino, una sala donde realizar los preparativos. En el Capitolio la llaman la sala de lanzamiento. Yo lo llamaria como el corral, donde guardan a los animales antes de llevarlos al matadero.
Lucho por no vomitar el desayuno mientras me ducho y me lavo los dientes. Dominic me peina con una coleta alta; después llega la ropa, la misma para cada tributo. Dominic no tiene nada que ver con mi traje, ni siquiera sabe qué hay en el paquete, pero me ayuda a vestirme con la ropa interior, los pantalones rojizos, la blusa verde claro, el robusto cinturón marrón y la fina chaqueta negra con capucha que me llega hasta los muslos.
-El material de la chaqueta está diseñado para aprovechar el calor corporal, así que te esperan noches frescas -me dice.
Las botas, que me coloco sobre unos calcetines muy ajustados, son mejores de lo que cabría esperar: cuero suave. Sin embargo, éstas tienen una suela de goma flexible con dibujos, perfectas para correr.
Cuando creo que ya he terminado, Dominic se saca del bolsillo una medallita. Cuando la miro bien de cerca me doy cuenta que es la medallita de Luna.
-¿De donde sacaste eso? -le pregunto totalmente incrédula. No puedo creer que sea realmente la medallita de Luna.
-Una jovencita se la dio a Fiama antes de que dejen su distrito -dice sonriendo- Le pidio expresamente que no te la diera hasta que estes por entrar a la arena. Pero como Fiama no puede estar aca, te la doy yo.
Tomo la medallita entre mis dedos, sintiendo que Luna esta acá conmigo, diciéndome que no debo darme por vencida.
-Gracias, Dominic -digo con la voz un poco ronca.
Él sonríe y me ayuda a ponerme la medallita.
-Bueno, ya está. Muévete, asegúrate de estar cómoda.
Camino, corro en círculo y agito los brazos.
-Sí, está bien. Me queda perfectamente.
-Entonces sólo queda esperar la llamada -me dice Dominic-. A no ser que puedas comer algo más.
Rechazo la comida, aunque acepto un vaso de agua que me bebo a traguitos mientras esperamos en el sofá. No quiero morderme las uñas ni los labios, así que acabo mordisqueándome el interior de la mejilla. Todavía noto las heridas que me hice hace unos días; no tardo en sangrar.
Los nervios se convierten en terror cuando empiezo a pensar en lo que me espera. Podría estar muerta, muerta del todo, en una hora o menos. Me toco de manera obsesiva el bultito duro del antebrazo, donde la mujer me inyectó el dispositivo de seguimiento. A pesar del dolor, lo aprieto tan fuerte que me hago un moratón.
-¿Quieres hablar, Nina?
Sacudo la cabeza, pero, al cabo de un momento, le doy la mano y Dominic me la aprieta entre las suyas. Nos quedamos así sentados hasta que una agradable voz femenina nos anuncia que ha llegado el momento de prepararnos para el lanzamiento.
Todavía agarrada a las manos de Dominic, me acerco a la placa de metal redonda.
-Recuerda lo que dijo Germán: corre, busca agua. Lo demás saldrá solo -dice, y yo asiento-. Y recuerda una cosa: aunque no se me permite apostar, si pudiera, apostaría por ti.
-¿De verdad? -susurro.
-De verdad -afirma Dominic; después se inclina y me da un beso en la frente-. Buena suerte, chica en llamas.
Entonces me rodea un cilindro de cristal que nos obliga a soltarnos, que me obliga a separarme de él. Dominic se da unos golpecitos en la barbilla; quiere decir que mantenga la cabeza alta.
Levanto la barbilla y me quedo todo lo quieta que me es posible. El cilindro empieza a elevarse y, durante unos quince segundos, me encuentro a oscuras. Después noto que la placa metálica sale del cilindro y me lleva hasta la brillante luz del sol, que me deslumbra; sólo soy consciente de un viento fuerte que me trae un hermoso aroma a pino.
En ese momento oigo la voz del legendario presentador Steve Russell por todas partes:
-Damas y caballeros, ¡que empiecen los Primeros Juegos del Hambre!
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Ya se viene lo mejor genteee🙌
Dos capitulos en un dia, ni yo me lo creo😂 El proximo capitulo va a ser el segundo especial 😉 espero que les guste.
Besoooos💘
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Spark #1
FanfictionSi alguien le hubiera dicho a Nina Simonetti que iba a tener que vivir esta pesadilla, nunca le hubiera creído. Pasar de ser una tímida chica, con una identidad secreta y enamorada de uno de los chicos más populares de su colegio... a ser obligada...