Capítulo XXXIX

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Salgo al fresco aire nocturno justo cuando un paracaídas cae del cielo. Deshago rápidamente el nudo con la esperanza de que sea una medicina de verdad para tratar la pierna de Matteo. Sin embargo, me encuentro con una olla de caldo caliente.

No entiendo muy bien por que me mando un estúpido caldo en vez de medicina, pero luego recuerdo que estamos en las instancias finales de los juegos, ya solo quedamos 7, y por lo que supe, cuanto mas cerca estemos del final, mas aumentan los regalos. Quizás toda la acción entre Matteo y yo logro reunir el dinero suficiente para mandarnos esto que supongo que a estas alturas debe costar bastante, lo que me hace entender el mensaje que trata de decirme Germán: nosotros ya de por si somos noticia por todo este revuelo del ángel guardián, pero cuanta más acción haya entre nosotros, más patrocinadores querrán darnos su dinero por lo que los regalos aumentaran su valor. En palabras más simples, Matteo y yo debemos tener momentos interesantes y así quizas Germán consiga el dinero necesario para la medicina de mi compañero (lo que debe contar una fortuna enorme).

Y tiene razón: si quiero mantener vivo a Matteo debo darle a la audiencia algo más por lo que preocuparse. El muy enamorado chico y la fiel amiga desesperados por volver juntos a casa..., dos jóvenes con un motivo en común..., drama.

-¡Matteo! -exclamo, intentando sonar lo mas optimista que puedo. Se durmio otra vez, pero lo despierto sacudiéndole el pelo, lo que le hace fruncir el ceño. Pero después me sonríe y me golpea suavemente el hombro como si fuéramos amigos de toda la vida. Se le dan bien estas cosas. Yo sostengo la olla en alto-. Matteo, mira lo que te envió Germán.

Me paso una hora tratando de convencer a Matteo para que se trague el caldo, suplicándole, amenazándolo y, sí, alagandolo como a todo fresa le gusta, hasta que al final, sorbito a sorbito, vacía la olla. Entonces dejo que se quede dormido y me ocupo de mí; me hago una cena de ganso y raíces mientras veo el informe diario en el cielo. No hay muertes, lo que me relaja al volver a pensar en Lucy. Estoy tranquila al saber que se las arreglar sin mi. De todos modos, Matteo y yo le ofrecimos un día bastante interesante a la audiencia, así que, con suerte, los Vigilantes nos concederán una noche tranquila.

La costumbre hace que empiece a buscar un buen árbol para acurrucarme, antes de caer en la cuenta de que eso se acabó, al menos por un tiempo. No puedo dejar a Matteo sin protección en el suelo. No toqué nada en el lugar de su último escondite junto al arroyo (¿cómo iba a ocultar nada?), y estamos a cuarenta y cinco metros escasos de allí, aguas abajo. Me pongo las gafas, preparo las armas y me dispongo a montar guardia.

La temperatura baja rápidamente y, en pocos minutos, estoy helada como un polo. Al final me doy por vencida y me meto en el saco de dormir con Matteo pese a que me causa mucha vergüenza ya que jamas dormí junto a ningún chico que no sea mi papá. Está calentito y me acurruco con gusto hasta que me doy cuenta de que está algo más que calentito: es un horno, porque el saco está reflejando la fiebre de Matteo.

Le pongo la mano en la frente y compruebo que está ardiendo. No sé qué hacer. ¿Lo dejo en el saco y espero a que el exceso de calor lo haga sudar la fiebre? ¿Lo saco y espero a que el aire nocturno lo refresque? Acabo humedeciendo una venda y colocándosela en la cabeza. Parece poca cosa, pero no me atrevo a tomar ninguna decisión drástica.

Me paso la noche medio sentada, medio tumbada al lado de Matteo, refrescando la venda e intentando no pensar en que soy más vulnerable ahora que me he aliado con él que cuando estaba sola. Anclada en el suelo, en guardia, con un enfermo a mi cargo. Sin embargo, sabía que estaba herido y, a pesar de eso, vine por él. Tengo que confiar en que el instinto que me hizo ir a buscarlo fuera acertado.

Cuando el cielo adquiere un tinte rosado, veo la capa de sudor sobre el labio de Matteo y descubro que le ha bajado la fiebre, no hasta la temperatura normal, pero sí varios grados. Como la noche anterior, cuando recogía vides, me encontré con uno de los arbustos de bayas que me había enseñado Lucy, salgo a recoger la fruta y la aplasto en la olla del caldo, mezclándola con agua fría.

-Me desperté y no estabas -me dice Matteo, intentando levantarse, cuando llego a la cueva-. Estaba preocupado por vos.

-¿Que vos estabas preocupado por mí? -pregunto, sin poder evitar la risa, mientras lo tumbo otra vez-. ¿Te echaste un vistazo últimamente?

-Creía que Carter y Sierra te habían encontrado. Les gusta cazar de noche -sigue diciendo él, todavía muy serio.

-¿Sierra? ¿Quién es?

-La chica del Distrito 2. Sigue viva, ¿no?

-Sí. Estamos ellos, nosotros, Ethan, Lucy y la Comadreja. Es el apodo de la chica del 5. ¿Cómo te sientes?

-Mejor que ayer. Esto es mucho mejor que el lodo: ropa limpia, medicinas y un saco de dormir. Y por cierto, yo me preocupo por vos, esté en el estado en el que esté, siempre lo hago.

Ah, ok, volvemos al tema del ángel guardián. Suelto una pequeña risa.

-Te lo agradezco, aunque se que lo haces solo por Luna -no se por que lo dije pero a fin de cuentas es verdad.

-No lo hago solo por ella, sino por mi también -lo mire sorprendido.

-¿Por vos?

-Si, porque a mi también me dolería que algo malo te pase -responde sincero- Te tengo mucho cariño para tu suerte.

-¿Para mi suerte? -reí aunque por dentro me retumbaban las palabras que dijo- Ah claro, porque debe ser un increible honor que el gran Matteo Balsano me tenga cariño.

-Claro que si -se ríe también- No cualquiera tiene ese privilegio.

Rodé los ojos y decidí ignorar lo que dijo aunque mi conciencia me decía que debía cuestionarlo.

-Se acabaron los alagos hasta que comas -le digo mientras él protesta por lo bajo.

Lo ayudo a apoyar la espalda en la pared y él se traga obedientemente las cucharadas de papilla de bayas que le doy, aunque otra vez se niega a probar el granso.

-No has dormido -me dice.

-Estoy bien -respondo, a pesar de que me encuentro agotada.

-Dormí un poco, Nina. Yo vigilo. Te despierto si pasa algo -sigue diciendo, al verme vacilar- no podes estar despierta para siempre.

En eso tiene razón, en algún momento tendré que dormir, y mejor hacerlo ahora que Matteo está relativamente alerta y tenemos la luz del sol a nuestro favor.

-Ok, pero sólo unas cuantas horas; después me despiertas.

Ahora hace demasiado calor para el saco de dormir, así que lo coloco sobre el suelo de la cueva y me tumbo encima, con el arco cargado en una mano, por si tengo que disparar en cuestión de segundos. Matteo se sienta a mi lado, apoyado en la pared, con la pierna mala estirada delante de él y los ojos clavados en el mundo exterior.

-Dormite -me dice en voz baja, y me aparta los mechones de pelo que me caen sobre la frente. A pesar de la situación en la que estamos, con nuestras vidas en riesgo y sin saber realmente si vamos a sobrevivir, este gesto resulta natural y tranquilizador. Al cerrar los ojos, me siento como en casa...como si por un momento volviera a ser una niña pequeña que se acurrucaba en medio de sus padres en las noches de lluvia, cuando sonaban esos aterradores truenos que tanto me asustaban. No quiero que pare, y él no lo hace; me sigue acariciando el pelo hasta que me quedo dormida.






















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Espero que les guste tanto como a mi, es uno de mis capítulos favoritos💘

Besoos💘

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