Capítulo XLI

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Estoy tan perdida en mis pensamientos que casi me pierdo el paracaídas, aunque flota delante de mis narices. Salto a agarrarlo, lo saco del agua y arranco la tela plateada para conseguir el frasco. ¡Germán lo ha conseguido! Ha conseguido la medicina, no sé cómo, habrá convencido a un grupo de dramáticos idiotas para que vendieran sus joyas. ¡Puedo salvar a Matteo! Sin embargo, es un frasco muy pequeño, debe de ser muy fuerte para curar a alguien tan enfermo. Empieza a atacarme la duda, así que destapo el frasco y lo huelo; se me cae el corazón a los pies cuando me llega el aroma dulzón. Para asegurarme, me echo una gota en la punta de la lengua: no cabe duda, es jarabe somnífero. Es una medicina común, mi abuela siempre tenía un poco en su casa. Sólo hace falta un poquito, un frasco de este tamaño podría tumbar a Matteo durante un día entero, pero ¿de qué me sirve eso? Me pongo tan furiosa que estoy a punto de tirar al arroyo el último regalo de Germán, hasta que caigo en la cuenta: ¿un día entero? Es más de lo que necesito.

Aplasto un puñado de bayas para que no se note tanto el sabor y añado algunas hojas de menta, por si acaso. Después, regreso a la cueva.

-Te he traído un regalo. He encontrado otro arbusto de bayas un poco más abajo.

Matteo abre la boca sin vacilar para tragarse el primer bocado, pero, acto seguido, frunce un poco el ceño.

-Están muy dulces.

-Sí, son almezas; mi abuela las utilizaba para hacer mermelada. ¿Es que no las habías probado antes? -pregunto, metiéndole la siguiente cucharada en la boca.

-No -responde él, casi perplejo-, pero me suena el sabor. ¿Almezas?

-Bueno, no es fácil encontrarlas en el mercado, son silvestres -respondo; otra cucharada dentro, sólo me queda una.

-Son tan dulces como el jarabe -dice él, tomándose la última-. ¡Jarabe!.

Matteo abre mucho los ojos al darse cuenta de la verdad, pero yo le tapo con fuerza la boca y la nariz, obligándolo a tragar en vez de a escupir. Él intenta vomitar la papilla, pero es demasiado tarde: ya empieza a perder la conciencia. Mientras se va, leo en sus ojos que no me lo perdonará nunca.

Me echo atrás, en cuchillas, y lo miro con una mezcla de tristeza y satisfacción. Se ha manchado la barbilla con una de las bayas, así que se la limpio.

-¿Quién era la que no podía mentir, Matteo? -digo, aunque sé que no puede oírme.

Da igual: el resto del país sí puede.

En las horas que quedan para que anochezca me dedico a recoger rocas y hacer todo lo posible por camuflar la abertura de la cueva. Es un proceso lento y arduo, pero, después de mucho sudar y mover cosas de sitio, me siento satisfecha: ahora la cueva parece formar parte de una pila de rocas de mayor tamaño, como muchas de las que tenemos cerca. Todavía puedo llegar hasta Matteo a través de un pequeño agujero, pero no se ve desde el exterior. Eso es bueno, porque esta noche tendremos que compartir saco de nuevo. Además, si no regreso del banquete, Matteo estará escondido, aunque no del todo atrapado. En cualquier caso, dudo que pueda aguantar mucho más sin medicinas. Si muero en el banquete, es muy probable que el Distrito 12 no tenga vencedor en estos juegos.

Me como unos cuantos pececillos de esta parte del arroyo, que tienen un montón de espinas, lleno todos los contenedores de agua y la purifico, y limpio mis armas. Me quedan nueve flechas en total. Medito si debo dejarle a Matteo el cuchillo para que tenga alguna protección mientras no esté con él, pero no tiene sentido. El chico estaba en lo cierto: su última defensa es el camuflaje. Sin embargo, a mí sí podría servirme el cuchillo. ¿Quién sabe con qué me encontraré?

Estoy bastante segura de algunas cosas; por ejemplo, de que Carter, Sierra e Ethan, como mínimo, estarán cerca cuando empiece el banquete. No estoy segura de qué hará la Comadreja, ya que la confrontación directa no es ni su estilo, ni su punto fuerte. Es más pequeña que yo y va desarmada, a no ser que haya conseguido alguna arma después. Probablemente se quedará en algún lugar cercano y esperará a ver qué puede rapiñar. Sin embargo, los otros tres... Voy a tener las manos llenas. Me pregunto si Lucy estará en el banquete. ¿Como estará? ¿Se habrá aliado con Ethan? Espero que si, aunque se que ella puede cuidarse muy bien sola. ¿Que será lo que ella o Ethan necesitan tan desesperadamente? Solo espero que no sea algo como la medicina para Matteo, me dolería mucho que ella tenga que pasar por lo mismo que él. Tengo que conseguirla si o si, ya que la vida de mi compañero depende de eso. La habilidad para matar desde lejos es mi mayor ventaja, pero sé que tendré que entrar en el lío para conseguir esa mochila, la que tiene el número 12, según dijo Steve Russel.

Observo el cielo con la esperanza de contar con un adversario menos al alba, pero no aparece nadie. Mañana habrá rostros ahí arriba, porque los banquetes siempre tienen víctimas.

Me arrastro hasta el interior de la cueva, me coloco las gafas y me acurruco al lado de Matteo. Por suerte, esta noche he podido dormir bien; tengo que quedarme despierta. Aunque en realidad no creo que nos ataquen esta noche, tengo que estar despierta al alba.

Esta noche hace frío, muchísimo frío, como si los Vigilantes hubiesen introducido una corriente de aire helado en el estadio, suposición que puede ser correcta. Me tumbo junto a Matteo dentro del saco e intento absorber todo el calor que le provoca la fiebre. Resulta extraño estar tan cerca de forma física de alguien que está mentalmente tan lejos. No me había sentido tan sola desde que entré en los juegos.

«Tienes que aceptar que será una mala noche, ya está», me digo.

Aunque intento no hacerlo, no puedo evitar pensar en mis papás, preguntarme si lograrán dormir un poco esta noche. A estas alturas de los juegos, con un acontecimiento tan importante como el banquete, seguramente habrán cancelado las clases. Mi familia puede verlo en sus televisores o unirse a la multitud en la plaza, para verlo en las nítidas pantallas gigantescas. En casa tendrán intimidad, pero en la plaza recibirán apoyo.

En el Distrito 12 deben de estar bastante contentos de que sus tributos hayan llegado a estas alturas de los juegos. Seguro que todos están emocionados con Matteo y conmigo, sobre todo desde nuestro reencuentro. Si cierro los ojos, me imagino cómo le gritan a las pantallas, animándonos; veo sus caras vitoreándonos, la de Luna, la de Gastón, la del resto de los chicos del Roller.

A través de una grieta en las rocas veo la luna avanzar por el cielo. Cuando calculo que faltan unas tres horas para el alba, empiezo a prepararme. Procuro dejarle a Matteo cerca el agua y el botiquín de primeros auxilios; lo demás no le servirá de nada si no regreso, y ni siquiera estas cosas podrán mantenerlo vivo mucho tiempo. Después de pensarlo un poco, le quito la chaqueta y me la pongo encima de la mía. Él no la necesita, ya que está dentro del saco y con la fiebre muy alta; además, durante el día, si no estoy con él para quitársela, se asará vivo con ella. Ya tengo las manos entumecidas por el frío. Lleno la mochila de comida, una botella de agua y vendas, me meto el cuchillo en el cinturón, y cojo el arco y las flechas. Cuando estoy a punto de irme, volteo a mirar a Matteo y me inclino a su lado.

-No te preocupes -le susurró, aunque se que no puede escucharme- Vamos a volver...juntos.

Y siguiendo mi impulso, me inclino más y dejo un suave beso en su frente. Acomodo un poco su pelo y me levanto. Después me meto por la abertura de las rocas y salgo a la noche.


















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Les dejo nuevo capitulo💘💘

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