Me volteo hacia el sonido, y saco arco y flecha con un solo movimiento. No hay nadie; al menos, que yo vea. Entonces distingo la punta de una bota de niña asomando por detrás del tronco de un árbol; me relajo y sonrío. Esta pequeña puede moverse por los bosques como una sombra, hay que reconocerlo. Si no, ¿cómo podría haberme seguido? Las palabras surgen antes de poder detenerlas.
-¿Sabes que ellos no son los únicos que pueden aliarse? -digo.
No obtengo respuesta durante un momento, pero entonces uno de los ojos de Lucy sale del cobijo del árbol.
-¿Quieres que seamos aliadas?
-¿Por qué no? Me salvate de esas rastrevíspulas, sos lo bastante lista para seguir viva y, de todos modos, no me libro de vos. -Ella parpadea, intentando decidirse--. ¿Tenes hambre? -Veo que traga saliva de forma visible y observa la carne-. Veni entonces, pude matar dos presas.
-Puedo curarte las picaduras -dice la niña, dando un paso vacilante hacia mí.
-¿De verdad? ¿Cómo? -Ella mete la mano en su mochila y saca un puñado de hojas. Recorde que dijeron algo sobre ellas en el entramiento-. ¿Dónde la encontraste?
-Por ahí. Me fue fácil distinguirlas.
-No esperaba menos de la experta en plantas y frutos -digo haciendo referencia a cuando nos destrozo a todos en el sector de plantas en los entrenamientos. Lucy sonríe. Di justi con una de las pocas cosas que admite con orgullo-. Bueno, adelante, curame.
Me dejo caer junto al fuego y me remango la pernera para descubrir la picadura de la rodilla. Lucy me sorprende metiéndose un puñado de hojas en la boca y masticándolas. Al cabo de un minuto, Lucy comprime un buen montón de hojas masticadas y me lo escupe en la rodilla.
-Ohhh -digo, sin poder evitarlo. Es como si las hojas filtraran el dolor de la picadura y lo expulsaran.
-Menos mal que tuviste la sensatez de sacarte los aguijones -comenta Lucy, después de soltar unas risillas-. Si no, estarías mucho peor.
-¡El cuello! ¡La mejilla! -exclamo, casi suplicante.
Lucy se mete otro puñado de hojas en la boca y, al cabo de un momento, me río a carcajadas, porque el alivio es maravilloso. Veo que la niña tiene una larga quemadura en el brazo.
-Tengo algo para eso. -Dejo a un lado las armas y le extiendo la pomada en el brazo.
-Tenes buenos patrocinadores -dice ella, anhelante.
-¿Te enviaron algo? -pregunto, y ella sacude la cabeza-. Pues lo van a hacer, ya verás. Cuanto más cerca estemos del final, más gente se dará cuenta de lo lista que sos.
Le doy la vuelta a la carne.
-No estabas bromeando, ¿verdad? Sobre lo de aliarnos.
-No, lo decía en serio.
Casi escucho los gruñidos de Germán al ver que me junto con esta niña pequeña, pero la quiero a mi lado porque es una superviviente, porque confío en ella y, por qué no admitirlo, porque su espíritu tan dulce e inocente me recuerda a Luna.
-Ok -responde, y me ofrece la mano. Le doy la mía-. Trato hecho.
Por supuesto, este tipo de trato sólo puede ser temporal, pero ninguna de las dos lo menciona.
Lucy aporta a la comida un buen puñado de una especie de raíces con aspecto de tener almidón. Al asarlas al fuego saben agridulces. Además, la niña reconoce el pájaro, un ave silvestre a la que llaman «granso» en su casa. La conversación se detiene un momento mientras nos llenamos la tripa. El granso tiene una carne deliciosa, tan jugosa que te caen gotitas de grasa por la cara cuando la muerdes.
ESTÁS LEYENDO
Spark #1
Hayran KurguSi alguien le hubiera dicho a Nina Simonetti que iba a tener que vivir esta pesadilla, nunca le hubiera creído. Pasar de ser una tímida chica, con una identidad secreta y enamorada de uno de los chicos más populares de su colegio... a ser obligada...