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Llevaba nerviosa todo el día, subiéndome por las paredes por querer ir a verlo. Intenté evadir mi mente con actividades varias que terminaban desenfocando en él y en que esta noche era nuestra primera cita.

La cita sería corta ya que tiene que hacer cosas con unos amigos, no me ha dicho el qué, pero será una quedada informal o cualquier cosa que hagan los tíos. Aunque la quedada la podría retrasar un poco, mi padre me advirtió que se iban a Hudson unos días por motivos de trabajo; Tomás se iría con ellos por ser menor de edad y Jordan me dijo que salía esta noche, así que tenía la casa completamente sola para mi, una oportunidad de oro para poder estar un rato a solas y dar el último paso de nuestra relación, a parte de que una habitación tan bonita tenía que ser estrenada como es debido.

El vestido se pegaba a mi piel como un guante, el maquillaje me había quedado natural, no quería parecer una puerta, mis piernas se veían mas largas por los tacones de aguja que me había puesto, por no hablar de la lencería blanca que se acomodaba en mi pureza por si surgía la ocasión.

Yo solo pensé que en cuanto lo vi, no podía ni existía nadie tan guapo como él; Las piernas me temblaron y sentí un escalofrío de pies a cabeza que recorrió toda mi espina dorsal. Los pantalones se pegaban a sus piernas, dejando la camisa por fuera, de los mismos tonos que mi atuendo, remangada hasta los codos, pegada a sus hombros y brazo por la musculatura de ellos, tenía el pelo entre peinado y despeinado, pero le quedaba genial, como cuando me entretengo en peinarle con los dedos, algo así. Se le veía tranquilo y sonriente mientras me echaba un repaso, parándose en cada una de mis curvas, hasta que llego a la de mi sonrisa. Caminé decidida hacia él y solo cuando lo tuve cerca pude percibir su perfume, el que tanto me gustaba aspirar cada vez que estaba cerca de él.

— Hola.— Susurré cuando estuvo cerca de mí, pudiendo así observar cómo su sonrisa aparecía ante mis ojos.

Deslizó su mano por mi espalda y dejó una suave caricia que llenó de calma el bombeo intenso de mi corazón; su mirada era intensa, de lujuria con placer, sus ojos brillaban y sus pupilas estaban dilatadas, mis labios ansiaban por los suyos, queriéndolos besar, poder, succionar una y otra vez como he estado pensándolo durante todo el día.

— Hola.— Sonrió mirando mis ojos. 

Deslicé mis brazos alrededor de su cuello sonriendo, momento justo para soltarle una de las mías. Me pone nerviosa los momentos románticos, él sabe que yo no soy mucho de eso, ni tampoco es que me agrade que lo sean conmigo puesto que esa faceta no la tengo desarrollada en mi personalidad.

—  Te has copiado de mi color.— Vacilé en mis palabras sonriendo, paseando mis dedos por su nuca, entrelazando uno de sus mechones alrededor de mi índice.

—  Pues ese color te queda genial.— Rió mientras deslizaba su anular por mis labios, sintiendo como mi corazón se aceleraba ante su tacto.— Estás preciosa. 

— Tu también.— Sonreí.— No tanto como yo, casi me superas.— Chasqueé la lengua con el paladar y nuestras risas se unieron al unísono.

Se pegó a mis labios en menos de segundos, tanto como lo necesitaba, acallando mi risa, sintiendo esa electricidad, nuestra chispa, esa química que me une a él. Mis manos se posaron sobre sus mejillas, intensificando el beso. Chocó mi lengua contra la suya cuando le di acceso, jugueteando con cada centímetro de mi boca, centrándome en su sabor mentolado y en la pasión que ejercía por no querer separarse de mí ni un solo centímetro.

Lo hacía de forma seductora, mientras su mano bajaba cada vez mas hasta llegar a la curva de mi espalda. Sus labios se movían lentos, igual que los míos. Me separé atrayendo su labio entre mis dientes, para después volverme a pegar por unos segundos.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora