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Llevaba un par de días metiendo mi ropa en maletas, cajas y bolsas de basura para poder ir trasladándola a la nueva casa. Me daba mucha pena tener que mudarme de aquí ya que estaban prácticamente prevalecen todos mis recuerdos desde los ocho años que tuve que mudarme a Nueva York. Ahora cuando me asomase a la ventana ya no vería la arboleda de Central Park. Parte de mi me entristecía que todos los gritos, los llantos y las risas se quedasen atrapados en estas paredes para siempre, atrapados en recuerdos.

— Alejandra me voy.— Liam tocó mi puerta para después abrirla.
— ¿Dónde vas?— Doblé una camiseta mirándole fijamente: Chaqueta de cuero, camiseta blanca y pantalones negros vaqueros.
— He quedado con Julia, voy a recogerla. Se va a poner a llover y está a punto de salir del partido.
Asentí mirándole. Es verdad, hoy había partido y se me había olvidado por completo.
Me asomé a la ventana, estaba completamente nublado y el cielo de un momento a otro se pondría a llorar y tronar. Odio los truenos con toda mi alma, me dan miedo, me dejan bloqueada y más cuando estoy sola.
— ¿Después quieres hacer algo?— Pregunté y volví a girarme para mirarlo.
— Estaré con Julia, iremos a ver una peli a su casa o algo.
Esa respuesta había sonado a un claro No. Asentí de nuevo mientras seguía metiendo ropa en las maletas.

Parecía que se había hecho de noche de un momento a otro. Ya la luz natural no entraba por la ventana; Estaba lloviendo a mares, caía una manta de agua que a penas dejaba ver los edificios de enfrente. Algunos flashes de luz se veían a través de las ventanas acompañado del estruendoso ruido que lo seguía.

Me tapé bajo una manta cuando el segundo trueno sonó e hice de todo mi ser para calmarme, respirando hondo, sabiendo que no pasaría nada, que solo eran luces del cielo. Tragué saliva y salí de mi habitación para ir al salón, ponerme una peli aburrida y así poder quedarme dormida. Ese era exactamente mi plan.
En mi cabeza merodeaba la imagen de Noah desde hace días. Después de contarle todo, cuando estuve sola, pude llorar tranquila, desahogándome; Tenía miedo de su reacción, me tocaba cómo si fuese cristal y yo no quería eso. Mis sentimientos seguían presentes, pero eso era justo lo que quería apartar de mí, no creía en el amor y tampoco podía dejarme creer. Que alguien haya sacado a la luz el sentimiento más doloroso que puede existir significa que esa persona no es adecuada.
Las luces se apagaron a mi alrededor y se alumbró la luz de emergencia que había situada frente a la puerta; De un segundo a otro entendí el porque, se había ido la luz y no pude evitar gritar cuando toda la estancia se alumbró por culpa del rayo que acababa de caer dejando un sonido ensordecedor. Parecía una película de miedo porque seguido sonó la puerta de la casa con insistencia. Joder estaba bloqueada, ¿Y si era un extraterrestre que había caído a través del rayo y me llevaría a marte? Me tapé la cara y respiré agitada. Todo estaba oscuro, muy oscuro, los edificios de alrededor también lo estaban por lo que no estaba sola sumida en la oscuridad.
— Ábreme.
Noah. Era Noah. Ahogué la respiración sintiendo de nuevo la sangre correr bajo mi piel. Seguía tocando la puerta con insistencia. Me puse de nuevo de pie del escalón en el que me había dejado caer, acercándome a ciegas a la puerta hasta que deslicé el mango hacia abajo y la puerta se abrió. Noah estaba completamente empapado, llevaba una bolsa en su mano derecha mientras que con la otra sacudía su pelo eliminando alguna de las gotas que caían sobre sus mejillas. Dejó la bolsa caer a su lado y me abrazó, me abrazó con fuerza, penetrando el agua de su cuerpo en el mío.
— Pensaba que te había pasado algo.— Susurró y entendí que era por el grito que había pegado antes.
Me separé ligeramente de él. No verlo me había hecho bien ya que lo había empezado a dejar de echar de menos, sin embargo, cuando me abrazó, todo volvió a mi, con su simple roce había hecho que todos esos sentimientos que había empezado a meter de nuevo en el hoyo saliesen de pronto.
— Estás mojado.— Le señalé sin saber exactamente que decir.
— Sí, es que normalmente me baño con la ropa.— Bromeó teniéndome que morder el labio inferior para no sonreír.— He venido corriendo hasta aquí, tu hermano está en mi casa con mi hermana y se que a ti la tormenta no te agrada. Me lo ha dicho tu hermano.
¿Me ha montado mi hermano una encerrona para que esté con él?
— Estoy bien.— Y entonces quedé de mentirosa tras el grito que volví a meter cuando un trueno resonó con fuerza, pegándome a él de forma inconsciente.
Su brazo rodeó mi hombro y escuché su risa vibrar en su pecho.
Me separé de él propiciándole un empujón; que no se crea que haya querido hacerlo. Entré de nuevo en la estancia, tragando saliva, mirando a mi alrededor que aun seguía completamente oscuro.
— Hay un apagón en la quinta avenida.— Cerró la puerta.— He traído velas, para iluminar y un portátil cargado y lleno de películas.
Lo podía ver a través de la oscuridad. Sus ojos desprendían brillo, pero a la vez tenían miedo.
— Hay alerta naranja por lluvias. No se puede salir a la calle hasta que no se despeje.— Caminó hacía mi, sintiendo como una llama se empezaba a encender en mi interior de saber que estaría con él a solas hasta que el tiempo decidiese.
Dejó la bolsa encima de la mesa del salón, empezando a sacar de su interior algunas velas. Las encendió repartiéndola por el suelo, cogiendo varias de las que teníamos nosotros de decoración para encenderla también. Dónde nos encontrábamos estaba iluminado de tonos naranjas por la llamita de luz que desprendían las velas.
— Será mejor que te cambies.— Le miré parada desde mi sitio. Estaba tenso, tan tenso como yo, sobre todo porque las velas daban un aire romántico que yo no quería.— Ven, te daré algo.
Subí las escaleras sintiendo nuevamente la oscuridad apoderarse del ambiente. Puso su mano en mi espalda, haciendo que con ese simple gesto mi miedo desapareciese.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora