35

1.9K 91 4
                                    

— Te queda bien, deja de poner quejas por todo.— Bufé abrochándole el último botón de la camisa.

Quince camisas y no sé cuántos pantalones después me había empezado a dar cuenta que odiaba las compras un poco más.

—  Es horrible, tremendamente cara, ¿Por qué no puedo ir en chandal?—  Recriminó el ojiverde que tenía frente a mis ojos.

— Harry, es una camisa blanca de Armani, he dicho que yo cubriré los gastos.—  Bufé de nuevo, esta tienda ahora mismo estaba repleta de todo mi dióxido de carbono.

—  Pero es que con el dinero que vale la camiseta tengo para la entrada de una casa.—  Desabrochó el último botón que presionaba su cuello, mirándome como si se arrepintiese de haber aceptado mi proposición.

—  Harry.—  Tomé sus mejillas entre mis manos.—  Por favor, es una cena importante, no puedo dejar que vayas con una camiseta de Nike o cualquier cosa que no sea de gala. A ti te llamaba la atención mi vida paralela, pues bienvenido a ella.—  Sonreí ampliamente.

Suspiró alto y tendido mirándome sin saber exactamente qué decir.

—  ¿Y si probamos con una camisa de color?—  Relajó su expresión, casi poniendo un poco de su parte. Casi.

—  Claro.— Curvé mis comisuras llamando a unas de las dependientas que pululaban por la tienda, la cual parecía molesta por ver como dos niñatos jugaban con ropa cara que cubriría los gastos de la visa de papa.— Buenas tardes señorita...—  me detuve en leer la tarjeta que colgaba de su cuello.— Esther.—  Asentí sonriente.—  Soy Alejandra, Alejandra Stone.—  Odiaba presentarme con mi apellido porque sabía el poder que ejercía en los presentes.—  A mi acompañante le gustaría comprarse una camisa o cinco, aun no lo sabemos, somos indecisos, ¿Has visto que ojos más bonitos tiene Harry?—  Le señalé y la chica asintió con efusividad.—   Bien, espero que seamos bien atendidos y que su mirada deje de juzgarnos si no quiere una  mala publicidad sobre la dependienta de esta tienda de marca.

Y justo ahí estaba la fuerza que mi apellido tenía en los demás. La mujer había palidecido y se había puesto manos a la obra para empezar a darnos la mejor impresión y comenzó con una amplia sonrisa y un parpadeo delicado.

—  Sí señorita Stone, estoy a vuestra disposición, ahora mismo les sacaré las camisas—  Nos miró a ambos, pero se volvió a centrar en mí.—  ¿Queréis un café o un té?

—  Pónganos dos tés por favor.—  Sonreí amable girándome para  mirar a Harry cuando la chica desapareció en busca de lo que había pedido.— ¿Qué?

Me acusaba con la mirada, pero bueno, da igual ¿No?

—  ¿Tanto poder tienes?—  Me miró perplejo.—  Has dicho tu apellido y a esa mujer se le ha cambiado la cara por completo, nunca te había visto hablar así, con ese...esa prepotencia.

Me encogí de hombros dejando mi cuerpo caer sobre uno de los sillones que se situaban frente a los probadores.

— Supongo que tener dinero en esta sociedad es lo mas importante para ser aceptado por una panda de estúpidos.— Blanqueé los ojos.— Sabes que no soy de esas y solo lo he hecho por que esa mujer no paraba de acusarme con la mirada, pensando en que hacemos dos niñatos mirando ropa tan cara, yo simplemente he respondido a su pregunta mental. 


No había quien entendiese a Harry joder, me estaba desesperando lo más grande; nada le parecía bien, todo tenía un problema, que si el color no combinaba con su piel, si le apretaba demasiado su precioso músculo, que si la tela picaba, que si, que si, que si, que si me estaba poniendo de los nervios, también. Estaba apunto de echarme una de las mejores siestas en aquella silla de madera cuando la cortina se desplegó y salió el malhumorado chico con una pequeña sonrisa.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora