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No había comido nada desde que llegué de mi hora de deporte cargada de verdades sin resolución en mi mente; estaba herida, pero también había herido a la gente de mi alrededor. Es entonces cuando entendí que estaba pasando por las fases que me dijo Noah, una y otra vez, en bucle, sin poder pararlo.

1ª Fase: Ira.

2ª Fase: Rechazo.

3ª Fase: Preocupación.

La primera fase era por la que pasaba siempre mas rápido; Sentía ira y ganas de hacerle daño a todo el mundo, pero después venía el rechazo, el cual hacía que no dejase que nadie se acercara a mí y rechazase cualquier oportunidad de ayuda, y por último, la preocupación, en la fase que estoy ahora, preocupada por mi alrededor, por mi felicidad, por ser una chica sana y coherente... Supongo que lo he estado experimentado mas de una vez, pero nunca he llegado a saber el porqué y ahora que lo entiendo ya se más o menos porqué puedo llegar a ser como soy.

Mi casa estaba decorada con todo tipo de accesorios, todos ellos con la bandera americana, firma de la declaración de la independencia en 1776, cuando el país se separó del Reino Británico. Normalmente en este día se celebran desfiles, comidas, partidos de béisbol etc...Y como de costumbre, cada año esta fiesta la celebraba mi padre con orgullo por sus raíces, realizando una cena en nuestra terraza, invitando a todos sus amigos, incluidos los hijos de ellos.

No es que no me guste celebrar este día, por que es realmente bonito ver como el cielo se llena de fuegos artificiales y todo el mundo sale orgulloso por ser de donde es; Simplemente yo era el pegote, me siento mas española que americana, es por eso que este día, ni fu ni fa, soy mas de fiestas tipo la Feria de Málaga, de bailar flamenco, de disfrutar de su luz y de su gente, en fin, cosas de mi tierra, pero como no podía disfrutar de esas fiestas, tenía que hacerla de estas.

La gente había empezado a llegar, pronto sería la cena de celebración, el ruido era intermitente en la sala baja de mi casa. Tuve que hacerme de fuerzas y ganas para meterme en la ducha y ser alguien decente, ya que esta noche iría al lago con los amigos de mi hermano y varias peñas más.

Abrí la puerta de mi habitación, paralizándome casi al instante, aferrando la toalla a mi cuerpo, como la primera vez que lo vi.

Levantó su mirada y me sonrió, su sonrisa tan peculiar y perfecta, con sus dientes blancos como perlas y ese brillo que desprendían sus ojos, por no decir que el perfume invadía toda la estancia de mi habitación.

— Noah.— Tragué saliva.— ¿Qué haces aquí?

— Tu padre ha invitado a mi familia.— Se levantó de mi cama. Por un momento me alegré de haber recogido mi habitación y de no dejar toda la ropa interior junto a la ropa sucia tirada por el suelo.

— ¿Y tu hermana?

— ¿Cómo crees que he subido? Entreteniendo al tuyo.

Relajé mi expresión, cerrando la puerta detrás de mi cuerpo, evitando que alguien subiese y pudiese ver la escena.

— Como la primera vez.— Sonrió con cierta nostalgia.— Solo que tu habitación estaba llena de ropa por todos lados y no me decías donde estaba el baño.

Reí un poco mirándole y blanqueé los ojos.

— Tu entraste en la habitación equivocada.— Me encaminé al armario y abrí las puertas, sintiendo su calor detrás de mi cuerpo tras haber acortado las distancias que nos separaban.

Deslizó su mano por mi costado, aun tapado por la toalla y sentí como absorbía mi aroma.

— No me desquito de tu olor. Me he vuelto adicto.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora