Epílogo

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Seis meses después

Sentía más opresión en el pecho con cada recuerdo que estaba vigente en mi armario y que pertenecía a él.
Seis meses sin saber nada de él, sin verlo, sin sentirlo, sin escucharlo, siendo yo a su vez una muerta viviente que solo se dedicaba a encerrarse en bibliotecas, a estudiar, a ver series y a no comer una mierda.
La bienvenida de la nueva hermana fue acogida con gusto por parte de todos, pero no por mi, es una pequeña adorable, pero no me puedo centrar en nada que no sea querer desaparecer una y otra vez de este planeta.
Al día siguiente de haber sucedido todo, volví a intentarlo, fui a su piso, para mi suerte tenía una llave, para mi desgracia el piso estaba completamente vacío y en mi mente solo había una respuesta clara: Se había marchado a Londres. Y así es, aunque nadie de este mundo me quiera dar algo de información sobre él, mi mente deduce y se tortura sola.
Lloro para estar despierta y vivo para llorar.
He roto el hilo rojo que nos unía, he roto mi conexión, mi vida, mis sentimientos; Estoy rota porque lo he roto a él, porque lo he hecho con la persona que más me ha demostrado y querido en mi vida ¿Y yo que he hecho? Anularlo todo como siempre hago, cagarla; Se lo avisé, no era buena para él, no soy trigo limpio, se lo dije: Lo que te ata te mata; Yo lo até a mi y metafóricamente lo mate sin mí.
Julia estaba embarazada de siete meses, tenía una buena barriga y el amor incondicional de mi hermano; En un principio comenzó a darme de lado, le había hecho daño a su hermano, es normal, pero eso de verme llorando cuando pegué a la casa donde actualmente están viviendo juntos parece que no les gustó nada, más si iba borracha perdida y sin límite de ropa.
Aunque no me quiso decir nada de como estaba, me creyó, creyó que no sentí nada hacia mi cometido error, que me arrepentía de todo y por un momento mi mente se mantuvo en paz, descansó, durmió.
¿Dormir?
Ese es otro tema; Las pesadillas cada vez son más frecuentes en mi cabeza, perduran durante toda la noche, no dejándome dormir tranquila, cerrando los ojos y sintiendo el miedo con lo que esa noche mi cabeza podía imaginar. Entre soñar que Nick vuelve y que mi madre sigue viva son algunas de ellas.
- ¿Alejandra estás?- Liz golpeó detrás de mi puerta, sacándome de mis pensamientos.
Mi habitación era un completo desastre, ya mismo serían los exámenes finales para así poder decidir en cual universidad poder entrar; con ello también estaba la graduación, algo que me traía por el camino de la amargura pensar de que tengo que enseñar mi piel sucia y manchada por la culpabilidad.
- Entra.- Estiré las sabanas y empujé la ropa que estaba en el suelo con los pies, retirándola así de mi campo.
Entró con la pequeña en los brazos, sonriendo ligeramente aunque con miedo de no saber como estaría hoy mi carácter. Eso soy, una montaña rusa que constantemente está bajando pero nunca subiendo de moral.
- ¿Cómo estás?- Se acercó echando una ojeada rápida a mi habitación.
- Bien, supongo.- Alcancé a la pequeña con mis brazos, enredándola en ellos y jugando con su chupete entre sus labios.
- La vas a despertar.- Rió negando con la cabeza mientras hacía todo lo posible para despertar al demonio de esta niña que parece que siempre está en calma.
- No, que va, no lo pretendo.- Sonreí dejando un beso en su frente.
He de decir que el lazo afectivo se ha formado, digamos que ahora soy la hermana del medio y siento esa protección hacia esta pequeña que a veces me roba demasiado tiempo. Poco a poco mi padre fue confiando más en mi, dejándome con ella en los casos que ha tenido que seguir con su vida empresarial, ocupándome numerosas veces también de Tomás, mi confidente al que le tengo la guerra declarada. Digamos que Jordan desde que tiene novia pasa del tema de estar en casa, es por eso que yo para mantener mi mente distraída juego a lo que sea con mi pequeño hermanastro mientras la pequeña duerme.
- Vamos a bautizar a la niña.- Sonrió.- Tenemos fecha, será dentro de dos meses.
- Que bien.- Dejé caer una media sonrisa mientras me prendaba de cada rasgo que la niña.- ¿Coincide con mi graduación? Dime que si por favor.
Rió negando.
- No, te tienes que graduar, ya lo hemos hablado.- Se puso algo más seria.- La cuestión no es esa.
- ¿Entonces?- Me senté en la cama.
- Noah vendrá de invitado.
Alcé la mirada tan rápido como a la velocidad de la luz, ¿Eso supone que voy a verlo dentro de dos meses? No, no puedo, no estoy preparada para eso.
- Claro, será genial.- Susurré chasqueando la lengua con el paladar.
- Todo irá bien ¿Vale?
Asentí no muy convincente.
- Tengo que estudiar.- Musité levantándome para darle a la niña.
- Tienes que comer algo, se te va a quedar el vestido grande.- La cogió.
- Luego bajo, lo prometo.
- Como no bajes, te subiré la comida ¿De acuerdo?
Asentí y cerré la puerta una vez salió.
Voy a ver a Noah, Noah me va a ver a mi y me seguirá odiando, no lo dudo, porque yo también me odio en cada momento del día.
¿Dónde quedó la Alejandra valiente que le daba igual todo? Quedó en una profunda oscuridad que ni yo misma sabía como iba a salir de ahí.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora