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Seguir viviendo de aquella forma me estaba matando por dentro, cada vez que mis ojos se abrían por la mañana sentía una fuerte presión en el pecho que no me dejaba respirar, como si no perteneciese a este planeta o como si el planeta no quisiese que perteneciera a él, era difícil, difícil levantarse de la cama y tener que enfrentarme todos los días a aquellas barreras que me anteponía la vida y que no me dejaba de poner obstáculos para yo nada mas caer una y otra vez en el gran agujero negro que se había convertido mi vida, mi corazón, mi ser.

Mi vida se basaba en un camino de piedras, con un montón de oscuridad a mi alrededor; No tenía amigos, pero tampoco los quería, sabía que sería un gran problema tener que acarrear también con ellos, ya que las pocas veces que he tenido alguno he terminado odiando y buscando cada pieza del corazón que han estrujado y hecho trizas frente a mis ojos; Por no obviar la de veces que han jugado con mis sentimientos, y sí, en este tema me refiero a la cantidad de chicos que simplemente han querido jugar conmigo y con mis sentimientos, pero jugar con fuego no esta bien, mas sabiendo que mi ira arde en menos que pasa una milésima de segundo; Podemos decir que soy la antisocial, oscura y bicho raro de mi escuela, pero si tengo que seguir siendo esa para que no se me acerque nadie, seguiré siéndolo y con orgullo.

Era mi último año, por fin se acabaría la pesadilla de tener que ir todos los días al instituto rodeada de gente con todo tipo de etiquetas respecto a su personalidad, pero por ahora tocaba "Disfrutar del verano" antes de enfrentarme al último año antes de la universidad; y sí, lo de verano entre comillas ya que me las pasaba en leer miles de libros y dormir la mayor parte de mi día, aunque también cabe decir que me baño en la piscina y esas cosas, soy un bicho raro, no un extraterrestre.

Miré el boletín de notas que descansaba entre mis manos, observando como había bajado mis calificaciones en matemáticas y bueno, es que no soy una chica de números, creo que el sistema educativo podría dar a elegir desde temprana edad si queremos o no elegir sobre estudiar según nos convenga en nuestro futuro y por mi parte hubiese decidido que no desde el momento que vi mi primer problema de matemáticas que hablaba de la suma de las manzanas de dos amiguitos; Aunque bueno, las demás estaban aprobada y con buena nota, no podía permitir bajarlas si quería entrar en la universidad y menos aun si necesitaba las becas para poder pagármela, aunque se suponga que el dinero en mi familia no es un problema.

Metí la llave en la cerradura de la casa, escuchando los gritos de los amigos de mi hermano en el interior de la casa. Suspiré para seguidamente armarme de valor para doblar la llave y abrir la puerta de la casa.

— Estoy aquí.

Cerré la puerta detrás de mi, mirando a través del espejo de la entrada en el cual se veía el reflejo del salón como ninguno de los presentes se habían inmutado de mi llegada, creyendo a la vez que mi nivel de socialización ha llegado al limite de haberme convertido en alguien invisible.

Mi hermano, Liam, tenía tres años mayor que yo, por lo que estaba en el tercer año de carrera, estudiante de filología hispánica: Igual que todos los amigos de los que estaba rodeado, no en la misma carrera pero si en el mismo año; Menos uno que me parece no haber viso mucho por aquí o al menos no me sonaba a simple vista, tampoco es que me fije mucho en ellos, realmente me daba igual su presencia o ausencia, mientras no se liasen a voces por que el equipo contrario haya marcado, me daba igual lo que hiciesen.

— ¿Ale?— Escuché la voz de mi hermano resonar por encima de los gritos de sus amigos.

Odiaba tener que seguir hablando cuando hay tanta gente que me puede escuchar.

—Sí.—Intenté poner todo mi ímpetu en usar la voz más suave posible, en cambio sonó todo lo contrario, irritante y cansada a la vez que borde.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora