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— Hazme el amor.— Susurré rozando mis labios con los suyos.

Estaba completamente segura de que lo quería, lo necesitaba, quería nuestra conexión completa, él y yo y nadie más.

— ¿Estás segura?— Noah miró mis ojos con cierta indecisión, quizás tenía el mismo miedo que yo, por eso estaba buscando una respuesta contraria en mi mirada, pero no era la ocasión, estaba preparada para él y sobre todo para lo que sucediese entre nosotros.

Se levantó de la bañera con agilidad, agarrándome entre sus musculosos brazos. Tiró de la toalla que descansaba tras la puerta y me dejó en el suelo con un cuidado indescriptible mientras me rodeaba los hombros con el algodón; Completamente desnuda ante el color cielo de su mirada, que lo hacía con admiración, lujuria  y un placer carnal que desprendíamos ambos. Cubrió sus caderas y tiró de mí hasta que choqué contra su pecho, dejando que mis manos comenzasen a trazar un paseo con mis yemas a través de la curva de su espalda hasta llegar a su trasero, apretándolo entre una de mis manos como él siempre hacía con el mío, sonriendo a la vez que sostenía mi inferior viendo su expresión. 

— La diferencia es que tu tienes culo y yo no tengo por donde agarrar.— Susurró en mi oído arrancándome una carcajada que liberaba gramos de tensión de mi cuerpo.

— Suficiente para mí.— Lo apreté de nuevo y sonreí con la barbilla apoyada en el centro de su pecho.

Su abdomen contrajo al mío, empujándome ligeramente hasta que mis pasos se quedaron quietos cuando la espalda quedó a mi espalda y sus pies chocaron con las puntillas de los míos. 

— Relájate.— Besó mi frente y se giró sobre sus talones, pero lo agarré antes de que se marchase.— Voy a coger el condón nena.— Asentí soltándolo lentamente, sintiendo un cosquilleo intenso en mi vientre.  

Dejé la toalla caer hasta mis tobillos y quité los cojines hasta que me adentré bajo las sabanas, sintiéndome algo más segura al estar cubierta. Nunca me había gustado estar desnuda frente al mundo, ¿Sabes esa sensación de vergüenza cuando tienes que quitarte la camiseta en la playa? Insoportable para mí, tanto que ni voy, por miedo, por vergüenza, por complejo de mí. 

— ¿Sabes que es el mismo que te di a ti?— Gateó desde la orilla de la cama hasta que se acercó a mi cuerpo con una sonrisa juguetona que me hizo olvidar los pensamientos anteriores que habían invadido mi mente y que si no los paraba terminaría diciendo que no a lo que fuese. a surgir en este momento.

— ¿Estás seguro de que no caducan?- Fruncí el ceño puesto que ese preservativo tendría unos dos meses más o menos desde el día que me subí a su coche, aunque esa caja podría tener más tiempo ya que ya estaba allí.

Mierda.

¿Y si me quedaba preñada?

¿Te imaginas? Embaraza en su primer polvo. Genial, suena estupendo y sobre todo calma el ataque de pánico que me había empezado a entrar. 

— No tonta.- Su risa inundó mi habitación y se colocó a mi lado.— Sea lo que sea que estés pensando para.— Acarició mi pelo.— Puedo escuchar a tu vocecita interna desde aquí.— Rió calmándome y sacudí la cabeza algo avergonzada, con las mejillas seguramente de un tono más rosáceo que el habitual. 

Dejó un beso húmedo y casto sobre mis labios que no me dio tiempo a profundizar cuando su cuerpo se deslizó por el mío, escondiéndose bajo las sabanas que a ambos nos cubrían, dejando una hilera de besos acompañada de mis jadeos por todo mi pecho, estómago y entrepierna y justo ahí se paró sintiendo el roce de su aliento entre mis pétalos palpitantes y desecantes de lo que él me quisiera ofrecer. Alcé ligeramente la tela y pude ver cómo sus ojos recorrían todo mi cuerpo, como si quisiera grabarlo en alguna parte de su cerebro. Me sonrojé mordiéndome el carrillo interior mientras deslizaba mi mano por su pelo revuelto y húmedo.

Mi desastre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora