Capítulo XIX

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Todavía conservaba las tarjetas de crédito de las cuentas que habían poseído mis padres, por lo que tuve dinero suficiente para pagarme todos los billetes de tren con el fin de alejarme lo máximo posible.
No sé cómo, acabé parando en Chicago.
Me pareció la ciudad perfecta para pasar desapercibida y ser difícil de encontrar.
Esta vez iba a pasar de dormir en hoteles, por lo que directamente llamé al número de teléfono que aparecía en un cartel de "Se vende" clavado en el jardín de una casa y utilicé la compulsión para que me la dejara prestada un tiempo (ilimitado obviamente).

Esta vez iba a pasar de dormir en hoteles, por lo que directamente llamé al número de teléfono que aparecía en un cartel de "Se vende" clavado en el jardín de una casa y utilicé la compulsión para que me la dejara prestada un tiempo (ilimitado obv...

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La verdad es que la estancia era muy agradable y amplia. Sería el sitio ideal para descansar y a la vez poder prepararme para la vida de huidas que se me venía encima.
Durante los siguientes días, me apunté en el gimnasio que se encontraba a a dos manzanas de donde yo me estanciaba. También me metí en varios cursos de karate y taekondo, todo con el fin de aumentar mi fuerza y aprender técnicas de defensa y ataque.

 También me metí en varios cursos de karate y taekondo, todo con el fin de aumentar mi fuerza y aprender técnicas de defensa y ataque

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Me mantenía entretenida haciendo de todo para así no parar a pensar en el tema que había causado mi marcha. ¿Aaron sabría ya que me había ido? ¿Me estaría buscando o simplemente se habría alegrado de quitarse un problema de encima?

Corté mis pensamientos cuando me di cuenta de que llevaba demasiado tiempo mirando la sección de verduras en el supermercado sin moverme.
Llené la cesta de alimentos y algunos productos más que necesitaba y después de pagarlos volví a casa.

Gracias al gran tiempo que pasaba en el gimnasio, me hice amiga de una chica tan solo un año mayor que yo. Me había caído estupendamente bien desde el principio, Grace. Era justamente la compañía que en aquellos momentos necesitaba: dulce, tranquila, optimista...

Era cierto que durante las noches no había día que me durmiera sin quedarme pensando en Aaron.
Lo echaba de menos, pero a la vez sentía gran odio. Él había sido el causante de absolutamente todo.

No pude evitar acabar adoptando un cachorro. Era precioso y me hacía gran compañía. No me pregunten porque no entiendo la razón por la que cuando en el centro de adopción me preguntaron por el nuevo nombre a poner en su ficha canina, el único que salió por mi boca fue "Aaron".
Definitivamente me estaba volviendo loca.

Compré todo lo que mi nueva compañía fuera a necesitar y aunque me encargué de colocarle una casita en el salón, acabó durmiendo en mi cama.
Maldito Aaron.

No me dedicaba precisamente mucho a adentrarme en la sociedad pues necesitaba pasar lo más desapercibida posible. Y si no sabían de mi existencia mejor, porque con las mañanas de café con Grace y las tardes de running con mi perro Aaron, el cual crecía con increíble velocidad, me era suficiente para estar bien.

Mi cuerpo ahora estaba mucho más tonificado. Había conseguido ser una de las mejores luchando contra mis compañeros del grupo y me sentía orgullosa de ello (aunque siempre debía controlar no pasarme de fuerza). Quizás si alguna vez necesitara defenderme de nuevo, ahora sí tendría una mínima oportunidad.

•••Aaron•••

Me estaba volviendo loco. Desde el momento en que entré en la casa feliz de que por fin podría estar unos días de tranquilidad con Elia y no había encontrado a nadie allí comencé a extrañarme.
Me teletransporté hasta Dearborn y entré atravesando el conjuro, que dejaba bastante que desear, para que yo no pudiera.
Me encontré a los hermanos Woodgate junto con Harrison en el salón.

-Dónde está Elia.-Exigí.

-Aaron...-Dijo Elisabeth.

Fruncí el ceño.-Dónde está.-Repetí ahora con menos paciencia.

-Se fue.-Habló el estúpido de Alexander.-Digamos que en cuanto se enteró de la verdad, no quiso saber nada más de ti y huyó sin decirnos a dónde.

-Mientes.-Respondí sin saber exactamente a qué se refería.

-Tarde o temprano tenía que acabar enterándose Aaron. Mataste a sus padres.

¿Que maté a sus padres?
Quedé atando cabos. Mierda.

-Los brujos de Detroit...-Pasé una mano por mi cara.

-Exacto.-Gruñó Alexander.-Al fin supo la clase de vampiro infame que eres.

Me abalancé sobre él y lo empujé sobre la pared, agarrándolo por el cuello.

Todos se alteraron y se colocaron a mi alrededor aún sabiendo que no tenían nada que hacer contra mí.

-¿Qué pasa Alexander? ¿La envidia te mata? Esto es porque ella me prefirió a mí ¿verdad?

Sentí su mandíbula tensarse. Le había dado justo en su punto débil.

-Por mucho que te prefiriera en su momento, en cuanto vuelva no va a querer volver a verte, y ahí estaré yo para ella.

Apreté más el agarre causando que se retorciera.

-¡Para Aaron!-Lloriqueó la hermana.-Si le matas conseguirás que Elia te odie para siempre.

Aquello fue suficiente para que mi mano soltara el cuello de aquel imbecil y cayera al suelo casi inconsciente.

-¿Hace cuánto que se fue?-Me agaché para estar a la altura de Alex y levanté su cabeza alzándolo del cabello.

-Desde el día en que te fuiste tú.

Dos meses . Elia había estado sola por dos meses.
Me daba miedo pensar en cómo se encontraría.
No tendría que haber tardado tanto en volver...

Me teletransporté lejos de allí y emprendí mi búsqueda.

Me teletransporté lejos de allí y emprendí mi búsqueda

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