Capítulo XXXIII

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•••Aaron•••

Había intentado alargarlo todo lo máximo posible, pero ya había pasado más de una semana y todos comenzaban a impacientarse.

El plan no era demasiado complicado: nos dividiríamos en dos grupos, el primero que serviría de distracción y para destruir todo lo que se pudiera, contaba con Alex, Elisabeth e Izan; el otro se encargaría de liberar a los sobrenaturales atrapados allí, éramos Amara, Elia y yo.

Estábamos preparándonos para llevar todo acabo.
Elia parecía estar en su mundo, era normal, íbamos a volver al lugar donde tanto daño le habían hecho y solo pensarlo conseguía que mi sangre hirviera instantáneamente. Me acerqué a ella por detrás y la abracé besando su sien.

-Todo saldrá bien.-Intenté alegrarla.

-Lo sé.-Me sonrió y besó mis labios.

Cada grupo montó en un coche y comenzamos el trayecto al campamento con las indicaciones de Elia.
Después de aproximadamente tres horas conduciendo, entre la espesura de un bosque en el que hacía bastante rato habíamos entrado, pude comenzar a ver de qué se trataba.

A primera vista me recordó a uno de los antiguos campos de concentración, pero debía de haber algo más que una simple valla alta alambrada rodeándolo todo, sino sería demasiado fácil entrar o salir.

-Hay un hechizo a lo largo de toda la instalación.-Dijo Elia adivinando mis pensamientos.

-¿Y cómo conseguiste escapar?-Era ahora Amara.

Elia miró al reloj que aparecía en la pantalla del coche.-Porque en 15 minutos se hace un cambio de energía. Tienen que estar renovándola, y durante ese par de minutos podremos atravesarlo.

-¿Cómo averiguaste eso?

-Un año da para mucho.-No nos estaba echando nada en cara, sin embargo aquello escoció.

Esperamos pacientes, sin hablar, y cuando dio la señal todos pasamos la valla. Aquel fue el momento en que nos dividimos y comenzó realmente el peligro.

Perseguíamos a Elia prácticamente a ciegas, aunque confiando, pues ella conocía el terreno.
Paramos en seco tratando de escondernos rápidamente para evitar ser vistos.

•••Elia•••

No me sentía cómoda. Aquel ligero temblor en el estómago me hacía recordar todos los sucesos allí vividos, todo el dolor allí vivido.
El camino era sencillo. Iríamos directamente hacia los dormitorios, abrir las puertas desde fuera era sencillo por lo que no habría problema. Después, correríamos inmediatamente a la salida y saldríamos pitando.
En mi cabeza sonaba mucho más fácil de lo que realmente era.

Hice según lo planeado entrando por una puerta pequeña trasera que llevaba a un pasillo por el que nadie solía pasar. Una vez dentro, pude oler de nuevo ese aire, ese asfixiante aire.
Sin embargo, no tenía tiempo que perder, por lo que en apenas unos minutos nos encontramos frente a los dormitorios que antes había nombrado.

Recordaba perfectamente el mío, el número 153.
Fui abriéndolos todos rápidamente mientras les gritaba que apresuraran su huida.
Cuando llegó la mía, ocho pares de ojos me miraron sorprendidos.

-Elia, has... has vuelto.-Era Andrew, aquel castaño que me había declarado su amor durante mi estancia aquí. A pesar de su increíble atractivo y su gran personalidad, no dudé en rechazarlo. No tenía comparación con el hombre a quien pertenecía mi corazón.

-Os lo prometí.-Sabía que no había tiempo para reencuentros.-Tenéis que huir, ¡ya!

Aaron me miraba con duda en su mirada. Obviamente él no tenía ni idea de quiénes eran estas personas que parecían conocerme.
Una vez conseguimos sacar a todos de aquellas "jaulas" corrimos tras ellos hacia la salida.
La puerta más próxima era la principal, a la que todos se dirigían, razón por la que fuimos en la misma dirección.
De repente, un muro de grueso metal comenzó a bajar dejándonos pocos segundos de escapada.
Recuerdo haber empujado a Amara. Ella estaba siendo demasiado lenta y tuve que impulsarla para que pasara a tiempo.

A diferencia de mí. Y de Aaron.

Lo siguiente fue un repentino frío que me absorbió y me dejó inconsciente.

Mis párpados se sentían entumecidos. Todo mi cuerpo lo hacía. La realidad fue peor en cuanto vi donde me encontraba.
Una gran habitación de un amarillo decolorado y lleno de rasguños por todos lados.
Aquel gran espejo por el que aunque desde mi posición no se podía ver nada,  al otro lado alguien vigilando.

El temor se extendió por mis extremidades. Aquello no podía ser verdad, yo no podía estar de nuevo allí.
Las lágrimas amenazaron con salir.

De repente una compuerta al otro lado de la habitación se abrió, y de ella salió un corpulento vampiro.
Parecía loco, rabioso y con ganas de pelea.

Yo no quería aquello.

Apenas un segundo después, aquel hombre me derribó estrellándome contra la pared que se encontraba a mis espaldas. Más de un hueso parecía haberse roto. Comenzó mi intento de evitar todos y cada uno de los golpes, sin embargo aquella sensación que tanto me aterrorizaba volvía a florecer. Me arañaba desde dentro exigiendo salir.

Cuando sus manos rodearon mi cuello, fue cuando ya no hubo forma en la tierra de sostenerme.
Sentía que mis ojos habían cambiado, mis colmillos amenazaban al enemigo. Apreté con fuerza mis puños y una onda expansiva salió de mí mandando al cuerpo al otro lado de la habitación. Volví a arremeter contra él. Estaba furiosa y no podía controlar mis ganas de golpearle hasta la muerte. Y así fue.
Una vez dejó de oponer resistencia fue que dejé de golpear su rostro, y en aquel instante fui consciente de nuevo de lo que había hecho.
Miré mis manos ensangrentadas y todo mi mundo se vino abajo. Me tiré al suelo en un mar de lágrimas, rodeando mi cuerpo con mis doloridos brazos.
¿Qué se suponía que había hecho para merecerme todo aquello?

•••Aaron•••

Cuando había abierto mis ojos, me había encontrado en una pequeña habitación atado a una silla y con una aguja inyectada en mi brazo. Fuera lo que fuera aquello me impedía usar mi fuerza. Al frente tenía una gran ventana que dirigía a otra estancia mucho más grande, y allí se encontraba Elia.
Intenté moverme pero fue en vano, no tenía energía alguna.
A mi lado aparecieron Josh y Harrison. Aquellos estúpidos traidores...
-Parece que has despertado.

-No, es que me gusta dormir con los ojos abiertos.

Gruñó ante mi repuesta.

-No deberías tener ese comportamiento, podrías arrepentirte.

-Déjanos marchar o serás tú el que tenga que arrepentirse.

-Habéis causado muchos problemas ¿sabes? Los hermanos Tanner no van a estar contentos. Sin embargo, el hecho de teneros a ambos, va a darles mucha mucha alegría.

-No te lo voy a repetir. Suéltame.

Aquella conversación era con Harrison, pues Josh se mantenía mirando con un rostro indescifrable al frente.

-Ella ahora es un monstruo.-Habló por primera vez.

Dirigí mi mirada a donde el se refería y me quedé sin palabras. Qué le habían hecho a Ella.

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