Capítulo XXX

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•••Aaron•••

Un año. Un año había pasado desde la última vez que la vi. Un año desde que le dije aquello que nunca debería haberle dicho, desde que se fue para siempre.

Tantos meses habían transcurrido y todavía no conseguía asimilarlo. Durante los tres primeros no hice más que quedarme encerrado a la espera de alguna noticia sobre que ella había sobrevivido, a pesar de conocer de sobra que era imposible. Todo había ocurrido ante mis ojos.
Al principio me empeñé en buscar cómo acabar con Jason por habérmelo arrebatado todo, pero después volví a ser el mismo de siempre, el mismo que era antes de haberla conocido.
Si me convertía de nuevo en un monstruo sin sentimientos aquel vacío dolería menos. O eso intentaba hacerme creer.

-Aaron.-Era Amara.- Elisabeth Wood está aquí y quiere verte.

-Dile que se vaya, no voy a ayudarles.

-Pero hermano, quizás sea bueno que acabemos con Jason y su hermano. Son peligrosos.

-Yo lo soy más, nada de lo que preocuparse.

-De acuerdo...-Suspiró.

•••Amara•••

Mandé que echaran a Elisabeth. Mi hermano había retrocedido tanto... Y sabía de sobra que él no era feliz de aquella manera pero todo era un escudo con el que se había cubierto para sobrevivir de nuevo a su soledad.

De repente un mareo vino a mí, Izan, quién se encontraba cercano a mí, me ayudó a sentarme en el sofá.

-¿Qué te ocurre hermana?

-Yo... No lo sé.-Mi cabeza dolía. Y justo cuando pensé que aquello había terminado algo muy extraño ocurrió.

Estaba viendo a Elia. Ella parecía intentar decirme algo. Quería llevarme a algún lugar.

Sentí a mi hermano agitarme y salí de aquel ensueño.-Izan.-Dije confusa.-Creo que Elia me ha mandado un mensaje.

-¿Elia?-Abrió los ojos de par en paz.-Quizás quiere ayudarnos a encontrar la manera de acabar con los hermanos Tanner.

Aquello me pareció razonable. Izan también había cambiado muchísimo. De alguna manera el dolor que estaba lidiando Aaron le había hecho el mundo un poco diferente.
-Rápido. Llévame en coche. Vamos a descubrirlo.

-¿Y Aaron?

-Si solo ha sido una alucinación, el simple hecho de nombrar a Elia le dolerá demasiado.

Él concordó con mi idea y apenas un momento después nos encontrábamos en carretera. Mi cabeza parecía un GPS que me llevaba a un lugar del que no tenía ni idea. Tras una hora de nerviosismo, conseguimos llegar.

Aquello parecía desierto. Era un grupo de casas derruidas que debían llevar así al menos un siglo a decir por el estado en que se encontraba todo.

-¿Crees que nos hemos equivocado?-Escuché a mi hermano.

Negué con la cabeza. No podía ser, estaba segura de que era aquí.

-Sabía que vendrías.-Rompió una voz demasiado reconocible detrás de nosotros.

Al girar hacia la dirección de la procedían aquellas palabras, ante nosotros se encontraba una chica delgada, con el pelo oscuro y algo alborotado, con una gran sonrisa y ojos llorosos.

-Elia...

Ella se abalanzó sobre mí abrazándome con gran fuerza.

Ni Izan ni yo comprendíamos lo que estaba pasando.
Acabó separándose de mí al darse cuenta de que yo había permanecido estática.

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