Capítulo XXXI

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•••Aaron•••

Hice que se sentara a mi lado en el sofá negro que había en mi despacho, mis brazos rodeando su cuerpo.

-¿Qué pasó Elia? ¿Cómo es posible que estés viva? Yo... te vi morir. Vi tus ojos sin vida.-Me costó decir.

Ella dio una profunda respiración.-Aaron... no me siento preparada para hablar de ello...-Percibí miedo escondido entre sus palabras.

-¿Te hicieron daño?

Elia no contestó, lo que supuse que era una afirmación, una afirmación que me hizo enfermar de ira y de ganas de arrancarle la cabeza a todo aquel que hubiera osado tocarle un solo pelo.

La acerqué más a mí y besé su frente.-Pagarán por ello, cariño.

El resto del día lo pasé con Elia entre mis brazos, tenía miedo de que si la soltaba fuera a desaparecer de nuevo. Y no creía poder volver a soportarlo.
El simple hecho de respirar su aroma o escuchar su respiración me proporcionaba la felicidad que hacía mucho no había vuelto a sentir.

No recuerdo el momento exacto, pero acabó quedándose dormida. Su rostro mostraba una tranquilidad que poco después había sido interrumpida, ella estaba soñando. Hacía pequeños movimientos a la vez que decía palabras entre cortadas.

-No por favor... no más.-Susurró.

Escuchar aquello me estaba quemando por dentro. La abracé tan fuerte como pude hasta que aquel mal momento pareció cesar.

...

Pasaron un par de semanas. Elia parecía recuperarse bien, pasaba el día pegada a mí al igual que yo a ella, aunque sabía de sobra que algo enturbiaba su tranquilidad.

•••Elia•••

No podía aguantar más, tenía que volver.
Había dejado a demasiada gente allí, a gente que se habían convertido en consuelo durante aquel eterno año. No podía dejarlos a su suerte, no podía permitir que siguieran siendo utilizados.

Y tenía que matar a Jason.

Era la hora de la comida, nos encontrábamos todos sentados alrededor de una gran mesa rectangular comiendo el delicioso plato que Amara había preparado.

-Voy a regresar.-Solté rompiendo aquel enorme silencio tan solo interrumpido por el sonido de los cubiertos golpear los platos.

Aaron dejó caer su tenedor y me miró con un rostro confundido y su ceño fruncido.-Qué.-Pudo apenas decir.

-Tengo que hacerlo; no puedo dejarles allí.

-¿A quiénes? ¿De qué estás hablando?

-Tienen a más gente allí.

-Elia...-Aaron no iba a permitírmelo, lo esperaba de antemano. Pero lo haría con o sin él.

-Creo que lo que Elia necesita es una tarde de chicas.-Era Amara.- Saldremos con Beth y ya pensaremos mañana las cosas con más tranquilidad.

No iba a cambiar de parecer, pero la idea de pasar unas horas con mis amigas se presentaba bastante apetecible, también quería ver a Beth y que ella supiera que estaba bien, por lo que accedí.

Aproximadamente a las cinco de la tarde, Beth, Amara y yo salimos a dar una vuelta a pesar de que sabía de sobra que Jason podía estar en mi busca.

Fuimos a una cafetería cercana a un parque y cogimos unos batidos para calmar la sed que había aparecido tras la caminata.
Una vez estuvimos sentadas cerca del gran estanque, sentí un par de miradas puestas en mí.

-Elia...¿qué ocurrió? Necesitamos saberlo todo, sino no podremos apoyarte en volver.

Fijé la vista en el agua tratando de aguantar las ganas de llorar que habían aparecido repentinamente.

-Me han convertido en un monstruo.-Solté sin más.

Sentí que estaban bastante confusas ante mi confesión.-¿A qué te refieres?

-No eres un monstruo Elia, eres mi creación.

Las tres nos levantamos al unísono y nos preparamos para atacar. Era la voz de Tanner.

-¿Cómo te atreves a presentarte ante nosotros? Te mataremos.-Era Beth.

Él simplemente rió con un aire de superioridad. Jason chasqueó los dedos y al segundo todos nos encontrábamos en una explanada.

-Qué hacemos aquí.-Exigí saber. Aquello no me olía nada bien.

Pronto fue que me di cuenta que estaba separada de mis amigas, yo estando metida en una clase de burbuja de la que no podía salir.

-Vamos a demostrarles lo maravillosa que eres ahora Elia.-Él también se encontraba fuera de la burbuja pero alejado de ellas.

-¿De qué estás hablando?-Amara parecía nerviosa.

Ante mí, aparecieron como por arte de magia diez vampiros bastante corpulentos.

-Si no acabas con ellos, ellos acabarán contigo.-Decía sin más, como si de un simple juego se tratase.

Todos se abalanzaron sobre mí. Traté de esquivarlos, hacer lo posible por tratar de no soltar aquella rabia que rugía entre mis costillas con creciente ferocidad.

Cuando uno de ellos golpeó mi pecho fue que no pude soportarlo más.

•••Amara•••

Elia estaba extraña. Notaba el sudor de su frente, parecía estar conteniendo algo y sospechaba que fuera aquello de lo que aseguraba que la hacía ser un monstruo.

Intentamos de cualquier forma romper aquella extraña barrera, o como mínimo entrar, pero no fuimos capaces.

Hubo un momento en que uno de aquellos vampiros, los cuales saltaba a la vista que no eran simples sobrenaturales sino que debían tener al menos un siglo y aquello los convertía en grandes amenazas, golpeó el pecho de Elia y todo pareció pausarse durante un segundo.

De repente el rostro de los vampiros se ensombreció con ¿miedo?
Los ojos de mi amiga se habían tornado rojos, vi en aquella distancia que pobremente me permitía apreciar, la expresión de Elia. Feroz, sombría. Me di cuenta al instante de qué era de lo que hablaba.
Sin embargo, en un grito enojado de ella, una onda expansiva pareció salir de su pequeño cuerpo derribando con fuerza a todos.
A pesar de aquella barrera que parecía protegernos, Beth y yo acabamos en el suelo. Por su expresión era bastante fácil apreciar su desconcierto.

Elia se lanzó contra los hombres y arrancó sus cabezas en menos de cinco segundos. Me encontraba sin habla.

Pude respirar aliviada cuando sentí cierta familiaridad a mis espaldas.

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