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Una curiosidad no se fuerza, se despierta.
-Daniel Pennac.
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Samantha.
Después de lo que me parecieron horas, Matusalén da por finalizada su reflexión de los diferentes tiempos, sobre todo del futuro.
Alzo la vista esperanzada al reloj de pared que corona la pizarra, segura de que sonará el timbre ya, pero todavía falta media hora. Entonces mis ojos caen en picado a la libreta a la vez que mi estado de ánimo se desploma a través de un suspiro.
Matusalén abre su libro de Filosofía y nos indica que lo abramos en el índice. Todos hacemos caso con movimientos casi autómatas y el aula se llena durante unos instantes del sonido de hojas pasando.
A continuación Matusalén explica su forma de evaluación y en qué consistirá lo que aprenderemos este año, pero habla para las paredes. A estas alturas tenemos los oídos desconectados, estamos cansados de escucharlo sin descanso. Ni los alumnos más aplicados atienden.
En vez de mencionar los temas de forma breve y concisa, Matusalén está dando todas las clases del año en una. Es una fuente inagotable de palabras, detalla todos los términos que enumera en los títulos del índice como un diccionario filosófico de teorías intrincadas.
Miro a Evan un instante por el rabillo del ojo. No se dignó a sacar su libro de la mochila ni aunque Matusalén lo mandara. Está reclinado contra el respaldo de la silla con las piernas abiertas. Ni que estuviera en el sofá de su casa, solo le falta poner los pies sobre la mesa y entrelazar las manos tras la cabeza para echar una siesta.
Matusalén no le quita ojo de encima. Su mirada observadora reincide en él una y otra vez, lo vigila alerta controlando hasta el más milimétrico movimiento que Evan hace en busca de un motivo para echarlo de clase.
Evan ya se ganó un enemigo entre los profesores, pues Matusalén odia a los impuntuales y los ve como una falta de respeto hacia su clase. Eso junto a lo insolente que se portó hará que le tenga manía persecutoria, aunque solo lo conozca desde hace poco más de diez minutos.
Esa ojeriza obsesiva de los profesores no es algo que nos inventemos los alumnos para justificar los suspensos a nuestros padres, realmente existe. Algunos se lo ganan a pulso, como en el claro caso de Evan, otros tienen la mala suerte de que el profesor los cruza por causas desconocidas.
Mientras la clase pasa me entretengo trazando garabatos irregulares en la hoja trasera de la libreta alternando colores aleatorios. Dibujo líneas sin rumbo determinado, hago rectas, verticales, horizontales, diagonales, curvas, picos, ondulaciones, espirales... Rayas de todo tipo que se entrecruzan y enredan mientras más lleno la hoja pareciendo una imitación de un cuadro de arte abstracto.
Pintarrajeo para no arriesgarme a que mis ojos se paseen por el aula, no vaya a ser que en una de esas vueltas por aburrimiento se detengan fijándose en Evan más segundos de lo debido. No quiero que me descubra y me saque una sonrisa involuntaria si vuelve a sonreír, antes casi lo consigue, pero no voy a permitir que suceda.
En algún momento me atrevo a levantar un poco los ojos, casi miedosa, más allá del espacio de mi pupitre, solo lo necesario para no ver a Evan ni de refilón por la periferia de mi campo visual.
No soy la única a la que le saltó la vena artística para evadirse. Algunas manos que alcanzo a ver deslizan las puntas de bolis y rotuladores en las hojas de sus libretas, otros incluso en el libro y los más atrevidos haciendo escritos en la mesa. Por los trazados largos es imposible que estén tomando nota de lo que Matusalén cuenta.
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Always 1 - Destinos Cruzados #PGP2017 #BLAwards2017
Teen Fiction"CUANDO DOS DESTINOS SE CRUZAN ES IMPOSIBLE SEPARARLOS" Hace años que Samantha MacAuliffe vive en un suburbio de Los Ángeles, pero todavía no se adaptó a la gran ciudad. A pesar de vivir en la capital mundial de la fama, la moda y la diversión, su d...