10. Nueva entrevista

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Narra Andrés

Sigo mirando el reloj una y otra vez ―seguro que se cae de la pared de tanto hacerlo―, lo reparo y es tan gracioso como todos los objetos que componen esta oficina. Pero tan irregular. Empezando porque la impresión de entrada no es el director sentado en su escritorio, si no, ese cuadro sin son ni ton que mi abuelo le heredó a mi padre. Barquitos de papel. Nunca entendí su significado hasta que mi padre me lo contó, y por primera vez en mi vida quise pegarle a alguien. Al que me contó la historia, mi propio padre.

Ese cuadro era la única pertenencia de valor con la que contaba la mujer con la que tuvo, según sus propias palabras, un affaire de una sola noche. Su mejor flirteo de una noche con la única mujer que amó, deseó, y nunca tuvo porque ya tenía marido. Ella nunca iba a ser suya, y por eso le dio ese cuadro que ella misma pintó como símbolo de algo que él si iba a poder tener. Recuerdos.

Que pesar con mamá que siempre ha creído que es un cuadro inédito de un famoso pintor anónimo y olvidado. Cuando no es más que la evidencia de la infidelidad de papa. Después de su muerte, ella supo la verdad en una carta de despedida que le dejó él dentro del testamento; sin embargo, prefirió seguir creyendo la mentira del cuadro anónimo y de un pintor olvidado a la cruel y humillante verdad para una mujer de su clase; sin embargo, las mentiras no solo destruyen, corroen; pero las preferimos a afrontar realidades que nos matan el orgullo. Una leve sonrisa acude a mi boca de solo pensar en que dirá esa muérgana, de la historia que esconde ese ridículo cuadro. ¡Quiero arrancarme yo mismo los pelos de mi cabeza! Desde esa noche... no puedo sacármela de la mente, tampoco me deja dormir.

¡Qué joda me hizo esa bruja!

Vuelvo la mirada al reloj, solo faltan diez para las nueve. La espera, me impacienta, me impacienta y mucho. Alguien toca la puerta, y me apresuro a abrirla de un tirón. Es Adrián.

Me pregunto por qué me estoy desinflando como un tonto.

―¿No ha llegado? ―pregunta inspeccionándome a fondo.

Meneo mi cabeza impaciente de izquierda a derecha. También es bueno que haya llegado, de alguna forma la presencia de mi primo calma un poco la tortura. Ella gusta de él, y aunque me la haya llevado a la cama, no gusta ni un poquito de mí. Solo fue, una atracción fatal. Si, fue eso.

Entra y toma asiento y yo vuelvo a mi sitio en el escritorio. Dos nuevos toques en la puerta nos alertan. Adrián es quien se levanta y abre la puerta, y allí aparece ella.

¡Y que trapos lleva puesto!

―Buenos días, disculpen la demora. La falda casi no me deja caminar ―nos restriega su ridícula excusa; no me engaña, si cree que lo consiguió. Está jodida. La falda que trae puesta es tan corta que si cruza las piernas le veremos el fundillo. Mallas, una blusa escotada, labios rojos y el pelo en un moño alto de medio lado, ¿Quién se cree? ¿Madonna en Material Girl? Y encima mastica chicle como un camello para corroborarlo.

¡Cielos! Ya está claro que esta mujer si vino vestida como una pésima imitación de la chica material. Me va a dar una ulcera en el estómago. Adrián se coloca a mi lado, pone su mano en mi hombro y me da dos palmaditas. Lo miro de reojo y a diferencia mí, él luce de lo más de tranquilo, y divertido con la chanza de esta loca y su ropa de mal gusto.

―Y bien, ya estoy aquí. ¿Para que soy buena? ―dice sin dejar de mascar el odioso chicle.

―Es lo mejor de tu guardarropa.

No puedo morderme la lengua. No con ella. en serio que hace que quiera arrancarme el cabello.

―No, toda mi ropa recatada estaba sucia. Así que esto me lo prestó una amiga ―expone y es clara la sorna burlesca en sus palabras.

Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora