18. Nuevo despertar

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¡No, no, no, no!

Me repito constantemente mordiendo la cara interior de mi mejilla para despertar y aterrizar de una buena vez. No puedo creer que nuevamente esté pasando esto.

¿Qué me pasa con ese tonto ególatra y antipático?

¿Qué me pasa?

Por qué simplemente no le aparto, me recrimino.

No puedes, me responde mi subconsciente. No puedes porque te gusta.

No, no, no, y no, la respuesta no me gusta ni un poco; pero tampoco puedo negarla.

¿Me gusta el idiota de Andrés?

En qué momento me pasó esto. Creo que estoy jodida.

Me levanto de la mesa del escritorio de mi nueva y bonita oficina. Un espacio en el que siempre anhelé trabajar. No puedo negar que ese tonto se esmeró en que tuviera un lugar especial. No es enorme como la de él, y tampoco tiene ese escuálido cuadro que tiene en la suya. Lo que más me encanta es la enorme pizarra en el fondo de la pared donde puedo desempeñar mis ideas. Puedo explorar más allá del diseño Barroco y gótico que ensayé en la cafetería.

Me levanto de mi silla y camino hacia la ventana con una vista preciosa de Bogotá en plena mañana, donde primero hace un sol que te calienta delicioso y después se vuelve dañino y se pierde para convertirse en lluvia. Un cambio drástico como el humor que tengo ahora. Miro de vuelta a mi alrededor y debería estar feliz; pero no puedo, Andrés no me deja disfrutarlo al completo porque no dejo de pensar en él y su... su piel con falta de ese sol.

¡Mentirosa, mentirosa!

Alguien toca la puerta en buen ―o mal― momento; Pero justo para sacudir de mi cabeza tanta estupidez. No puedo dejar que me afecte, en serio que no, me reprimo devolviéndome a mi silla y tomando en mis manos los papeles que estaba revisando para fingir que hago algo además de pensar en ese... tonto.

―Adelante ―digo y me recompongo.

La puerta se abre y el causante de mis malos pensamientos aparece por ella.

¡Demonios!

―¿Ocupada? ―pregunta casi que inspeccionándome.

Ya no luzco como la chica problemas, aunque debería; pero esa no soy yo. Solo la yo que quiere enchicharlo siempre... Tengo que parar todo esto.

―Sí, ¿por qué? ―contesto a la defensiva.

―Ah, solo quería saber si te llegó la propuesta del Grupo Mckaya ―dice mostrándose sereno.

Y desearía que no lo hiciera, lo cierto es que no concibo estar en buenos términos con él. Odio pensar que podría ser así y terminar yendo más allá de lo que quizás nos propusimos, solo porque nos conocimos un poquito.

―Ya la tengo. ―Levanto frente a él la carpeta con los documentos que me trajera la secretaria―. ¿Es todo? ―inquiero.

Tal vez es mejor que conservemos las distancias.

―Eh, sí, solo eso ―dice y no sé porque me da la impresión de que está tratando de ser amable.

No, no tiene que ser así.

Andrés da la vuelta de inmediato y se dirige a la salida; no obstante, se detiene como si le faltara algo. Me mantengo expectante; si bien una parte de mí espera que esto no avance más de lo de ayer, la otra es una total contradicción.

Andrés se detiene y me mira y yo preferiría que no lo hiciera. Esos ojos ahora dicen más de lo que quiero saber. Luce tan bien vestido y tan impecable que sin duda llama mucho la atención entre el personal femenino y entre esas, yo. No puedo seguir por allí; y si bien una parte lo desea, la otra prefiere abstenerse porque en el fondo no quiero volver a ir por ese camino que solo me hizo llorar anteriormente. No quiero volver a enfrentarme a ninguna madre sobreprotectora que vuelva a decirme que no soy lo suficiente para su querido hijito. En el fondo, lo que pasó con Eduardo, sigue atormentándome más de lo que creía, y de algún modo Andrés me hace pensar que será así. no hemos tenido un buen comienzo, por eso me niego a asegurar que tendremos un mejor...final. Levanto mi rostro para ver a Andrés girarse de nuevo.

―¿Quieres que almorcemos juntos? ―pregunta y por un nanosegundo me quedo sin aire ante la posibilidad de decir que sí; no obstante.

―No ―la negación salta de mi boca adelantándoseme.

―¿No qué? ―sigue preguntando para amargarme y yo solo pienso que es brutico o se hace.

―No. Gracias. Eso quiero decir ―acentúo mis palabras como él lo hiciera conmigo para marcar sus reticencias. Entonces me mira de una forma que me hace sentir mal, muy mal; pero envío ese sentimiento al fondo, lejos de mí. Es lo mejor.

―Ah, vale, continuaré con lo mío ―dice y se marcha.

Y luego que sale y cierra la puerta, quiero golpear mi cabeza duro contra la pared porque más que sentirme bien, me siento estúpida. Y más que estúpida, cobarde.

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Y aquí seguimos con esta historia, y a quienes veían leyendo he hecho unos cambios y en especial este capítulo que era el último que había subido cuando la tenía publicada, cambió por completo. A partir del siguiente se vienen los nuevos hasta el final.

Gracias por leer!!

Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora