32. Adiós, para siempre

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¿Otra vez, él?

Ni siquiera siento ninguna emoción al verlo. Es todo lo contrario. Hastío de verlo.

―¿Qué haces aquí, otra vez? ―pregunto indiferente.

―Eso es lo que vas a preguntarme. Estoy aquí por ti bebé, para recuperarte ―dice y le miro con horror―, estoy decidido a hacer lo que sea necesario.

¡Que karma!

Él parece no notarlo, y no me extraña. Eduardo siempre fue un creído de sí mismo.

―Bien, ya me viste, no hay nada que hacer para que eso ocurra. Ahora, adiós.

Me alejo de él para lo más rápido que puedo para huir de nuevo; con eso de que me lo encontré la otra noche había optado por salir por la parte de atrás; pero que no se da por vencido.

Me persigue cuando lo evado y huyo de él.

―Bebé, espera, ¿sabes cuánto llevo esperando que salieras?

―¿¡Y qué me importa!?

―¡Y qué! Es lo único que vas a decir ―me reclama y yo resoplo.

Me giro hacia él y le plantó cara.

―Que más quieres que diga. ¿Acaso te crees que he estado esperándote todo este tiempo? No te lo creas tanto, Eduardo. Ya eres historia en mi vida. ¡Lárgate!

¡Cielos! Que desfachatez de este hombre. Es tan egoísta que ni siquiera se detiene a pensar en todo lo que me hizo.

―Cami, espera, estoy de vuelta para arreglar las cosas.

Este hombre tiene cara. Pero ya que, ya me importa. Me detengo y le enfrento.

―¡En serio! ―bufo en su cara―. Te lo creería si no hubiera pasado un año tarde desde que te fuiste para cumplir tus sueños ―añado y entonces se endereza.

―Sa-Sabes que era necesario. Tenía que ir ―expone y ahora que empieza a titubear es cuando empieza a perecerse al verdadero Eduardo Fonnegra.

Él si es un cínico de lo peor. Y lo más cruel es que solo ahora lo veo claramente

Y Andrés entonces, ¿no lo es?

Suspiro profundo.

―Entonces alejarte era necesario. ¿Para quién, para ti? ―discrepo.

―Cami, ya lo hablamos alguna vez antes de que me fuera; pero sabías muy bien que tenía grandes ambiciones y aquí, no había nada para realizarlas. Pero siempre pensé en ti.

Que mentiras, y seguro que solo se las cree el mismo.

―Bien por ti, así que suerte es que te digo. Allá tú y tus ambiciones, yo ya no tengo por qué seguirte en tus estúpidos deseos egoístas. Si crees que dejarme para ser feliz era tu manera de demostrarme un amor que no existe, puedes irte de nuevo por donde viniste, porque que yo recuerde no hiciste eso para cumplir tus sueños. Lo hiciste porque era lo que quería tu familia y yo no encajaba en esos planes.

―¿Estas con otro, cierto?

¡Vaya! Esa siempre será la excusa para acusar y salir victoriosos; pero tiene razón, aunque eso de estar con él también se está convirtiendo en un sueño frustrado.

―Si lo hay ―admito porque ya no puedo negarme que Andrés me gusta―, pero ya ese no es tu asunto.

―Te buscaste a otro, no puedo creer que me hayas montado los cachos, mientras no estaba.

No tiene cara, tiene huevos para reclamarme. Eso me hace sulfurar.

―¡Exacto! Así es, no estabas, o mejor, nunca estuviste. Tengo derecho a estar con quien quiera ―le digo a la cara y nunca en mi vida me sentí tan feliz.

Así que ya no tiene caso seguir hablando con este bobo como dijo Pipe. Retomo mis intenciones y camino para alejarme de él, y muy contenta de por fin deshacerme de ese fantasma convenciéndome de que nunca valió la pena, ¡nunca! Y sus excusas menos lo valen.

Adiós para siempre, Eduardo Fonnegra, me digo con mucha alegría como si por primera vez que me hubiera quitado ese peso de encima.

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Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora