Lo siguiente que le doy en respuesta a su provocación es un rodillazo en su entrepierna.
―¿Andrés? ―Adrián se gira tapando el teléfono―, no me digas que te dieron ganas de ir al baño.
Le mira extrañado y yo solo quiero reír.
―Que te den Adrián ―le responde recomponiéndose. Y él vuelve a continuar con su animada llamada―. ¡Vete al diablo! ―me rechista a mí.
¡Te lo ganaste! Festejo en su cara.
―No tienes nada más original que decir ―lo increpo.
―Que estás de infarto ―me la devuelve―, matarías a un anciano del corazón, si te viera con esa pinta.
―Pero miren que graciosito te volviste ―me sacudo de su agarre a punta de hombros contra él.
Se aparta a la mala y yo sigo caminando, no veo la hora de salir de aquí. A pesar de que me vestí así para cabrearlo, me siento incomoda y abochornada. Este no es mi estilo.
―¿Vas a tu trabajo? ―pregunta espantándome por el tona que usa, y a propósito, que le importa.
―¿Te importa? ―replico mi pensamiento.
―Yo voy a almorzar.
―Bien, ojalá te atragante y te indigestes ―lo reto, su mirada me fulmina.
No sé qué me pasa; pero... en el fondo disfruto azuzarle el genio de mierda que siempre carga.
―Oigan, ¿todavía siguen en lo mismo?
Adrián nos mira a ambos.
―¡No!, para nada ―respondo adelantándome y dejándolo atrás.
―Andrés, me tengo que ir ―Adrián se disculpa con él y me mira a mí―. Me alegra que hayas aceptado el puesto, bienvenida ―añade, me besa en la mejilla y se marcha dejándome lela. Seguido siento un dedo en la comisura de mi boca, me giro y es él estúpido.
―Tienes baba, ahí ―dice y ahora soy yo quien lo fulmino.
Me alejo de él y me apresuro en salir de ese lugar; pero ahora en serio tengo vergüenza, la chaqueta que traigo me llega hasta la cintura, lo que provoca que, al salir a la calle, y enfrentarme con el bullicio y la gente, reciba sin remedio toda clase de miradas bien pasadas. Me maldigo, es mi culpa, es lo que obtengo por intentar amargarle el rato a... él.
El ruido de un estrepitoso pito de carro me espanta haciendo que me sobresalte y salte en la acera, me volteo furiosa, para ir a darle en la jeta a quien quiera que sea. Entonces me encuentro con un BMW todo terreno. Andrés va dentro y me abre la puerta.
―Sube ―dice, y su mirada es toda indulgencia.
Preferiría otra cosa que ir con él, pero nada que hacer. Me resigno, no quiero caminar más por la calle vestida así. Lo hago a regañadientes.
―¡Vaya! ¿Y eso que fue?
―¿Qué cosa?
―No dijiste nada. Ni te quejaste ―me incordia.
―¡Ya párala, Andrés! Tú ganas ―resoplo mientras me pongo el cinturón.
El tonto trata de disimularlo, y no puede. El muy maldito está que se parte de risa, y algo que he notado cuando lo hace de ese modo, es que, luce... tan normal.
―¿Tienes que ir a trabajar ya? ―pregunta despreocupado mientras empieza a conducir.
―Te dije que ese no es tu problema.
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Latte amor✔
RomanceDicen que del odio al amor hay un solo paso, ¿será verdad esto entre Camila y Andrés? **** Historia propia y originalmente salida de esta mente inventiva. Prohibido copiar, adaptar o reproducir en cualquier medio sin previo aviso de la autora. Todos...