8. Despertar

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Me remuevo un poco, me siento tan cómoda en esta cama como si fuese la mía.

¡Un momento!

Abro grande los ojos, esta no es mi cama me digo. Tampoco tengo una cama tan grande, y menos tan cómoda y acolchonada. Pateo con mi pie y tropiezo con una musculada pierna debajo de la sábana. Me levanto de un tirón, mis ojos todavía más. Abrazo la sabana a mi pecho, estoy desnuda. Completamente. Los recuerdos reviven en mi cabeza como si los hubiera mandado a llamar con altavoz, mis mejillas se encienden con ellos, y mi cabeza duele.

¡No! Esto no puede ser..., no, no, no, no pude haber dormido con... él. Con mi cara espantada, le veo moverse y como se incorpora, no tan espantado como yo. Está todo viringo también, y su torso deja ver unos increíbles abdominales que se nota que le da duro al gimnasio, pero su piel está más blanca que un papel y seguramente por la falta de sol.

Pero... ¿¡Lo hicimos!? Esto tiene que ser una pesadilla.

―Se dice, buenos días con la boca. No con los pies ―resopla masajeándose el cuello incorporándose. Su cabello es todo un alboroto. Nada que ver con el tipejo bien presentado de la noche anterior.

―¿Qué diablos pasó aquí? ―pregunto todavía tratando de enfocarme.

―Lo que ves. Blanco es, gallina lo pone y frito se come. Tiramos, niña. Toda. La. Noche ―emite con antipatía, y sin pensarlo le lanzó una almohada en la cara que atrapa con rapidez; aunque, hubiera preferido descalabrarlo con el nochero si hubiera podido levantarlo.

―Podrías ser menos, específico.

―Al pan, pan, y al vino, vino. Niña.

―Ja y ja. A quien llamas niña. Niño. No me hace gracia tu chiste.

Maldigo bajo para que no me duela la cabeza por la resaca que estoy padeciendo ahora. También, a la mala hora en que se me ocurrió tomar como una descerebrada.

―Estuviste increíble ―sisea juguetón, de repente y no se me hace raro que sea para seguir amargándome la mañana.

―¡Muérete! ―ladro enojada

―Te mueves como ninguna otra ―su gran bocaza y mirada clara, son una clara burla para mí.

No va a lograr molestarme como quiere. ¡No!

―¡Muérete maldito, mil veces, muérete! ―chillo y me lanzo sobre él, en serio quiero descabezarlo.

Pero es más rápido y fuerte que yo, me atrapa por la cintura y me lleva debajo de él con todo su cuerpo. Atrapa mis brazos contra el colchón y atenaza mis piernas con las suyas de músculos firmes. Me inmoviliza de la cintura para abajo, y es imposible no sentirlo en toda su masculinidad duro y punzando contra mi vientre. Está como un roble. Me mojo instantáneamente, con el recuerdo de la sensación de su cuerpo sobre el mío.

Intento moverme y me lo impide, y entre jadeos incontrolados arquea un poco su pelvis, lo siento deslizarse y se introduce dentro de mí. Abro mi boca en un sonoro y delicioso jadeo. Mi cuerpo vibra y se agita como nunca del solo placer que me causa cuando se empuja más dentro sin apartar su mirada en ningún momento de la mía. Sin duda soy poseída hasta el fondo. Suelta mis manos apoyándose con las suyas manteniendo solo nuestros torsos desnudos separados. Yo las llevo rápidamente hasta su cuello para afianzarme. Mis dedos tiemblan con la intención de ahorcarle, no puedo y menos cuando posa delicadamente una de sus manos en mi mejilla.

―También me hiciste sentir, como ninguna mujer me había hecho sentir jamás. Un hombre vivo. ―dice como si lo estuviera declarando y seguido me besa para que no le responda, pero no... puedo resistirme.

Es suave, y tan sutil que logra conquistar los míos. Me dejo arrastrar por esa sutileza, y mi cuerpo se mueve al ritmo que empieza a imponer en nuestras caderas, y que cada vez se vuelve más pendenciero. Le siento tensarse y sé que está a punto de correrse, pero contrario a lo que espero, sale a tiempo y recibo su cálida descarga en mi vientre. No es la primera vez que estoy con alguien, más de una vez, pero se siente como si lo fuera. No debería estar disfrutando esto, pero no puedo evitarlo, también me hace sentir deseada. Como toda una mujer.

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Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora