16. Confesiones II

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―Y bien. ¿Vas hablar o no? ―lo azuzo. Se había quedado mudo.

―Nos conocimos desde pequeños, incluso fuimos al mismo colegio; pero al llegar al bachillerato, apareció alguien más y ella lo escogió. Fin del cuento cursi ―narra más rápido que una bala.

―¡Así como así! ―bufo haciéndole torcer el gesto―, ¿te la dejaste quitar? ―le refriego para cabrearle.

La verdad, se ve más bonito cuando se enoja.

¡Qué pensamiento más cursi!

Debe ser el efecto de la cerveza que ya se me está subiendo a la cabeza. Tengo que parar.

―No me la dejé quitar ―gruñe como si la sola presunción le molestara consiguiendo el efecto que quería―, la otra persona también era importante para mí, y ella lo escogió. No pude hacer nada. Yo terminé el colegio y mi padre murió por ese entonces. Mamá decidió que yo no iría a Barcelona a estudiar como mi hermano Daniel, y en cambio me envió a Estados Unidos y con ayuda de mi tío pude entrar en Yale. Eso sirvió para alejarme y olvidarla ―explica restándole importancia a su propio relato.

Eso me hace pensar que su cursi enamoramiento tiene más profundidad de lo que quiere hacerme ver; pero, ¿Por qué siento que su historia no es tan desconocida para mí? Casi parece que estuviera hablando de alguien muy cercano. Me sacudo, porque parece una locura. Mejor sigo indagando a ver si descubro de quien o quienes está hablando.

¿Yale? Así que eres todo un niñito estudiado.

Si, seguro que descubro más cosas burlándome de él.

―Ja y ja ―simula su risa con sarcasmo.

―Seguro debiste ser muy popular allí. Ya sabes, las gringas suelen desvivirse por los latinos ―sigo molestándole, aunque no es una teoría incierta.

―Pues no es así ―espeta―. Tal vez era un chico lindo, pero no era tan bueno como las chicas esperaban ―añade y yo quiero reírme en su cara.

¡Cálmate Camila! Me reprendo.

―¡Ay, no te creo! ―rechisto.

Pero no tanto.

―Pues sí ―masculla y bebe de su botella―. Para tu información solía ser un poco aburrido. Las chicas no formaban parte de mi diversión y eso me trajo algunos problemas de auto estima.

Eso ultimo me hizo resoplar audiblemente, lo cierto es que me costaba creer que eso fuera verdad. Andrés no parece ser un hombre con esos problemas menores. Y ya he reconocido hasta el cansancio que está como quiere. De ahí que Tati no le quitara el ojo en el centro comercial.

―¿Y con eso a que te refieres? ―pregunto mostrando poco interés. Tampoco quiero que se crea que me interesa... mucho.

¡Pero te interesa!

¡Silencio! Me reprendo y abro la última cerveza. Tomo un gran sorbo me preparo para escucharlo.

―Bueno, fui muy estudioso desde niño, y fue igual cuando crecí y me convertí en adolescente. El sexo nunca estuvo entre mis planes ―expone encogiéndose de hombros.

Aunque no quiero, lo miro con sorpresa. Eso que ha dicho lo hace ver como si no perteneciera a esta era. Habla como un aprendiz de mojigato, o ¿realmente será cierto?

―¿Acaso eras virgen cuando lo hicimos? ―pregunto aparentando conmoción.

Muy dentro de mí estoy segura que no lo era. Esa noche él sabía perfectamente lo que hacía, y hace un rato... también. No puedo evitar sonrojarme con la realización. Me entra el calor.

Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora