30. Reaparición

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Ha pasado una semana en la que trato de no pensar en nada, pero no pasa. Todo sigue dándome vueltas y vueltas. Andrés sigue dando vueltas en mi cabeza como un carrusel. Dejé de ir al trabajo y volví al café a hacer turnos para entretenerme y abonar a no seguir pensando en él; pero es imposible, porque cuando pensé que mi determinación de dejar todo atrás surtiría efecto, hace todo lo contrario. Es cuando pienso más en todo.

No he cometido la locura d cambiar de número, pero ha sido porque no me ha llamado y en eso tengo que aplaudirle. no me extraña que me de mi espacio, sobre todo cuando no he renunciado formalmente, aunque eso no quiere decir que esté pensando en volver. La puerta de entrada se abre y una de mis compañeras me hace señas con su boca para que mire quien entra.

Suspiro hondo. Muy hondo.

Es Andrés.

Seguro viene a preguntarme porque no he ido a trabajar. Voy a huir y Pipe se interpone en mi camino, y aunque no le he contado nada de lo que ha pasado desde que le dije que volvería al café, se lo huele a leguas. Coloca sus manos en mis hombros y a regañadientes me hace girar sobre el eje de mis pies.

―No quiero atenderlo, hazlo tú ―le gruño volviéndome hacia él.

―Pero él, sí ―responde y su cara me hace pensar que tiene mucho que ver con que esté aquí.

―¿Le dijiste que estaba aquí?

No me queda duda que fue él.

―Cami, será mejor que hables con él y cierres ese ciclo o lo tendrás detrás de ti hasta que te dignes a hacerlo; además, a ti es obvio que te gusta. Se una macha y enfréntalo de una vez.

¡Ay Pipe! Como te odio. Me hace girar otra vez para encontrarme de frente con Andrés.

―¿Qué quieres?

―Hablar contigo de una buena vez, Camila, ¿qué crees?

―¿Crees que hay algo de lo que hablar tu y yo?

―¿Crees que no?

―¿Sigues en tu casita?

―¡De que vas! ―espeta.

―¡Vete por favor! ―se lo pido amablemente.

―No puedes hacerme esto. Se que fui un tonto, pero tienes que escucharme.

―¡No quiero, Andrés! ―digo obstinada porque si lo hago quizás termine cediendo.

Me armo de valor y le hago señas de que me siga hacia la puerta de salida porque ya los clientes empiezan a mirarnos, y no quiero que Martha me llame la atención por eso. Andrés lo hace y salimos de la cafetería. Lo acompaño hasta su auto.

―¿Camila en serio no vas a escucharme? ―prosigue con el mismo sirirí.

―¿¡Para qué!? ¿Qué cambiará que te escuche?; además, no es a mí a quien debes explicarle las cosas. Finalmente, entre tu y yo hubo ni hay nada ―expongo y trato de que vea que soy convincente, aunque en el fondo yo misma sé que no lo soy.

El idiota antipático al final me gusta, y eso es lo que más me molesta.

―¡Eso no es cierto! Si hay un nosotros ―dice y eso me hace suspirar.

―No te engañes, por qué perder el tiempo.

―Para que sepas lo que siento, ¿podría ser?

Ahora abro mis ojos, no puede hablar en serio; pero...

―¿De que vale que me digas eso? Al final no cambiará nada, ¿verdad? ―digo tajante―, vete ―le pido de nuevo.

Le veo exhalar.

―Si. Cambia. Todo ―replica y yo trato de no perder la compostura por lo que dice.

Y tal vez, solo tal vez... me estoy portando como una terca.

―También voy a renunciar a mi puesto, así que empieza a abrir otra vacante.

Eso lo deja con la boca abierta a él.

―No vas a hacer eso, no es justo.

―Vete. Andrés ―repito y me devuelvo a la cafetería dejándole allí.

―¡Camila! ―me llama y no le hago caso.

No puedo flaquear me digo mientras me pregunto por qué sigue insistiendo, ¿de verdad le importo? Me detengo en la puerta de entrada hasta que escucho que cierra duro su puerta y finalmente se marcha. Suspiro hondo sintiéndome tonta. Muy tonta, pero es lo mejor.

―Tú si eres bien boba ―escucho a Pipe cuando me corta el paso de frente.

―¿Por qué soy una boba? ―increpo molestándome.

―Por qué más va a ser. Él bota la baba por ti y tú solo lo estás rechazando por una absurda creencia de que te va a pasar lo mismo que con el bobo del Eduardo.

―¡Oye! ―chillo ofuscada para no reír con su alusión al bobo de Eduardo.

Se cruza de brazos y me mira con prepotencia para acentuar que dice la verdad. Y está en lo cierto, al final todo se resume en que no quiero volver a pasar por lo mismo. Me muevo para escapar de él y su mirada acusadora, pero no me deja.

―Esa noche no me opuse a que te llevara porque lo hizo para salvarte. Estabas tan borracha que casi te lleva un tipo que no conozco.

―A buena hora me lo dices ―respondo molesta.

―Si, a buena hora, y solo para que sepas que no te habría dejado ir con él si no me hubiera dado cuenta que no tenía malas intenciones. Es un fresa, pero no mala persona ―me rechista dejándome allí tiesa, y se marcha de nuevo a su labor de jefe de meseros.

Quiero molestarme y no puedo porque quizás y tiene mucha razón. Me sacudo cuando la realidad de en donde estoy llega a mis oídos y soy como un foco de atención. Tengo que moverme, poner buena cara y seguir con lo mío hasta que se termina mi turno. La verdad, no mentí cuando dije que iba a renunciar; y creo que es lo mejor para los dos. Eso quiero creer.

Mi turno acaba y llega la hora de irme, así que recojo mis cosas y me voy a casa antes de que alguien me detenga. No quiero seguir escuchando más defensores de Andrés. Antes de salir miro el interior y eso me recuerda que en medio de todo siempre he estado bien aquí. Y estoy feliz de volver, pero cuando me vuelvo para tomar mi camino me tropiezo con quien jamás creí volver a tropezarme. Mi frente se arruga y mi boca se frunce más con rabia que con sorpresa.

―Eduardo ―lo reconozco muy bien; pero su repentina presencia se siente como un fantasma dormido en mi memoria que despierta para atormentarme de mala manera.

Las palabras de Pipe resuenan en mi cabeza, y pienso que lo invocó.

―Hola, bebé ―dice como me llamara alguna vez en el pasado y yo era feliz de escucharlo; pero que ahora se siente como una palabra asquerosa saliendo de su boca, hueca y vacía.

Me dan muchas ganas de reír, y eso hago huyendo de él. El bobo del Eduardo, Pipe no lo pudo haber dicho mejor.

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Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora