―¿Me amas? ―pregunto soltándome de su abrazo y mirándolo. Sopesándolo.
No es que no lo crea, bueno, sí. Andrés me descoloca y esto rebasa todas mis expectativas. Si recuerdo el primer día que nos vimos en su oficina, jamás imaginé que pudiéramos llegar a algo él y yo.
¡No remotamente!
―¿Por qué crees que mentiría con algo como eso?
―No lo sé, dímelo tú ―digo cruzándome de brazos.
―No. No. Miento ―puntúa con mucho tesón―. Me bebí una cajita de esas cervezas que tú tomas, pero no me dejaron tan borracho para no tener la lucidez suficiente de lo que estoy diciéndote ―expone y al ver sus ojos grises, esos que odié en un principio sé que dice la verdad.
Algo he aprendido a conocerle, y es que es muy sincero con lo que dice. Andrés es muy frentero y no se guarda lo que siente. Ha sido así desde el principio.
―Ya veo, hasta te atreviste a hacerle caso a Pipe.
―Fue una mala idea, ¿verdad?
―No tanto, pero me meterán en problemas por el escándalo.
―Solo fue una canción, y creo que me gusta.
―¿La canción?
―Y tú. Tú me gusta mucho ―repite e internamente me siento feliz.
―¿Y qué hay de tu sagrada madrecita? ―discrepo, aunque no quiero con mi pregunta. Necesito saber a qué atenerme. Contrario a lo que espero, él se echa a reír.
―Ya no hay sagrada madrecita. Mi madre me odia; además que descubrí que solo he sido influenciado por una mujer egoísta, y siento no haberte dado el lugar que mereces frente a ella; pero en parte es tu culpa. N siquiera esperaste a ver si... lo hacía.
―¿Me estás culpando?
―Saliste corriendo ―me acusa.
―No iba a esperar a que tu madre me restregara que no soy digna de ti.
―¿¡Qué idioteces!?
―No son idioteces ―le reviro.
El da vueltas y vueltas y luego se detiene y me mira.
―Sé que debes pensar que ocurrirá lo mismo que con ese Eduardo; pero te aseguro que no soy tan superficial como crees. No niego que tenía pensamientos retrógrados; pero no los suficientes para caer en lo mismo. He aprendido, de verdad que he aprendido a dejar esos prejuicios a un lado.
―Andrés... ―pronuncio su nombre, pero me calla levantando su mano.
―He sido un tonto, y lo sé.
―Sí, lo has sido; pero Eduardo fue un bobo y es peor ―admito y él se echa a reír.
―Gracias por animar a Adrián. Sin tu ayuda él quizás ahora me estuviera odiando y no me lo perdonaría.
―También eres un inocentón ―le digo, la verdad no quiero que me suba en un altar como buena samaritana.
Adrián me agradó desde el principio y ya me he dado cuenta que solo era empatía.
―¿Ya no soy mojigato? ―pregunta y yo sonrío.
―Nunca has sido un mojigato.
―¿Jamás dejarás de pelearme?
―No ―admito en su cara―, eso hace que esto sea divertido.
―Eres una mala mujer ―me reclama divertido. Estira sus brazos hacia mí―, ven ―dice y yo me hago la difícil.
Camino despacio hasta que llego al alcance de sus manos, me jala de la mano y me lleva hacia él. me mira a los ojos.
―¿En serio tomaste Póker? ―pregunto.
―Si y saben horribles.
―Idiota.
―También te compré flores ―prosigue.
―¿Y dónde están?
―Se marchitaron, así como pretendes que se marchite nuestro amor ―declara y yo solo arrugo mi cara por su especie de poema y me río después manoteando su pecho―, ¿quieres ser mi novia de verdad? ―pregunta y yo me quedo muda.
Muerdo mi labio porque Andrés, realmente me sorprende y él me insta con su mirada.
―Y por mi madre no te preocupes, me da igual si te acepta o no. Tampoco dejaré que interfiera más en mi vida.
―¿Estás seguro?
―Solo si respondes que sí ―responde y yo tengo que apretar mis labios para no reír a carcajadas. El inclina su cabeza y la pega con la mía―, di que sí, por favor.
―Está bien.
―¿Está bien qué?
―Que la respuesta es sí ―digo porque al final tampoco quiero seguir dilatando esto.
No me queda dudas de que Andrés me quiere, y ya es hora de que deje mis dudas y rencores en el pasado. No sabré si esta vez será diferente, si no lo intento. Y si quiero intentarlo, lo quiero. Con ese pensamiento me inclino y le beso. Me responde de inmediato, sus manos van a mi cuello y es él quien comanda el beso que crece en fuerza y esencia. Sus manos bajan por mis hombros, a mis costados y luego a mis muslos. Me impulsa para que me trepe a su cadera. Me abrazo a ellas. Y conmigo a cuestas camina hasta mi habitación.
―¿Ya te dije que me encanta tu cama de los siete enanos?
―Si, eso dijiste, gracioso ―replico y se echa a reír.
Me colca de pie sobre mi cama y se empieza a quitar la camisa, yo me quito mi ropa y para cuando termino él ya está en boxes. Me quito el sostén y los pantis y me acuesto en la cama.
―¿Tienes protección? ―pregunto.
―¿Y tú? ―pregunta de vuelta.
Estiro mi mano hasta el cajón de la mesita y saco unos que quedaron de su visita anterior. Se los lanzo y él los atrapa. Se quita sus boxes y se coloca uno, seguido se sube a la cama y como en efecto es estrecha se pone sobre mí. Luce tan desaliñado que lejos de verse mal, es todo lo contrario. Y no me apena haberle hecho luchar un poco.
Abro mis piernas para que se acomode entre ellas y aguardo a que se recueste sobre mí, hasta que su miembro toca mi entrada y su rostro queda cerquita al mío.
―¿Algún día me amarás igual? ―pregunta con algo de ansiedad en su tono y eso me hace esbozar una sonrisa complacida.
―Ya te amo, tonto ―respondo.
Su respuesta es un beso voraz al tiempo que su rígido miembro penetra duro, y de lleno en mi interior.
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Latte amor✔
RomanceDicen que del odio al amor hay un solo paso, ¿será verdad esto entre Camila y Andrés? **** Historia propia y originalmente salida de esta mente inventiva. Prohibido copiar, adaptar o reproducir en cualquier medio sin previo aviso de la autora. Todos...