20. Contrariedad

566 84 4
                                    

¡Diantres!

No debería tener contrariedades; pero en el fondo no dejo de pensar que fui algo dura. ¡Idiota! Lo pienso para ambos porque en el fondo, no quiero de verdad ir por allí. No niego que ese tonto me atrae; y aunque es así ―así me duela aceptarlo― de verdad que no puedo ir por allí. Alguien toca la puerta y esta vez me levanto de la silla para abrirla, luego que se fue Andrés le puse seguro. Abro y es Adrián, y aunque me agrada verlo, ya no es como al principio.

―Hola ―saluda y entra.

Lo invito a tomar asiento en una de las sillas que rodean el escritorio, que es como una mesa de cuatro puestos colocada así para que sirva de mesa de reunión o deliberación de ideas. Me gusta como está diseñado todo, y básicamente el genio de la adecuación de espacios de trabajo está frente a mí.

―Traje algunas ideas para la propuesta de Mckaya, ¿podemos verlas o estás ocupada con algo? ―dice y yo tengo que sacudirme para enfocarme.

―Por supuesto que sí ―respondo colocándome a si disposición.

―Gracias, ya sabes que necesito de tu segunda opinión para no incurrir en el error de ese día ―admite algo avergonzado y me resulta tierno.

―Para eso estoy ―digo con la misma disposición.

―Entonces, a trabajar ―dice mirando su reloj―, quedé de almorzar con Lau.

―No hoya problema ―repongo colocándome mis lentes.

Que almuerce con su novia, ya no es algo que me moleste. Suspiro bajo, disimulada y entonces empiezo a considerar la posibilidad de decirle a Andrés que acepto su invitación. Eso sí, contra la voluntad que quiere echarlo y dejarlo fuera de mi vida.

Ambos nos ponemos a trabajar y el tiempo pasa tan rápido que cuando levantamos cabeza, él de la tableta en la que trabaja y yo del computador, el sol está en su punto máximo indicando que casi son las doce del día. Miro la hora en la pantalla para constatar y en efecto casi lo son.

Él toma su teléfono y revisa. Seguido se levanta como un resorte.

―Continuamos después. Lau debe estar esperándome ―anuncia marcándole seguramente a ella―, dejaré todo allí para continuar después ―prosigue y sale de mi oficina con el teléfono pegado a su oreja.

Yo me debato entre si hacer lo que pensé o no. Finalmente me decido y tomo mi bolso. Salgo y ya no veo a Adrián por ningún lado. Camino rápido hasta la oficina de Andrés y cuando voy a tocar siento que la puerta se abre y por instinto me escondo a un lado en el muro. El sale hablando por teléfono con alguien. me escondo y no sé por qué lo hago. o tal vez sí, porque es para que no se dé ínfulas de que vine a buscarle.

―¿Estás segura? ―pregunta deteniéndose a cerrar la puerta.

Aguardo porque creo que habla con una mujer.

―Entonces si es así, está bien. No había necesidad, pero ya bajo. Espérame allí ―sigue hablando y ahora me entra la curiosidad.

Espero a que se vaya y entre al ascensor. Una vez lo hace camino hasta las escaleras, la curiosidad por saber quién es esa chica me puede. A parte tengo un mal presentimiento. Así que básicamente lo estoy siguiendo cuando hace un rato le di a entender que no quiero nada con él, que no sea una relación de trabajo.

Y que hay de "amigos con derecho a roce".

Mejor no pienso. Salgo del ascensor justo para verle ir directo a un carro blanco muy bonito y oh sorpresa cuando la chica que veo al abrir la puerta y toda sonriente es... Laura.

¿¡Pero qué está pasando!?

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

Latte amor✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora