Capítulo 1: La llegada

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Eran las 11:30 de la noche, yo estaba sentado en la sala de estar, como lo hacía desde el último año. La fecha en la que estaba no era buena, 22 de septiembre, el segundo aniversario de la muerte de un par de seres queridos para mí.

Tenía 27 años, después de estar 2 años casado y otros 5 años de noviazgo antes que eso. Realmente la amaba, o bueno, aun lo sigo haciendo.

Con un vaso de Vodka a un lado a medio beber, revisé el reloj que estaba en lo alto de la sala, marcaban las 11:40, me disponía ir a la cama para descansar.

Vivía en un pent-house en Los Ángeles, los últimos tres pisos eran míos. En la primera estaban la sala de estar, con un mueble con varios libros, una pantalla plana, sillones de un raro color verdoso, un comedor inmenso junto con la cocina, además de una habitación para huéspedes en un lugar especial. En el segundo piso, después de la escalera, estaba mi oficina, la ocupaba para recibir importantes visitas, a lado de ella dos habitaciones, una era mía y la otra estaba vacía. Un lugar bastante grande como para vivir solo, se sentía mucha soledad. Para concluir, en el tercer piso no era más que nada que el tejado, con un pequeño jardín para descansar.

Miré por última vez mi reloj antes de irme a dormir, las 11:45. Me levanté del sillón, me dirigí a mi cuarto y escuché la puerta tocar. Qué raro, ya era muy tarde como para alguna visita.

Me dirigí hacia la puerta y la abrí. Una niña como de 18 años, más menos, estaba con la cabeza abajo, su cabello negro estaba muy alborotado, su ropa, que sólo era una camisa a cuadros y un jean, parecían un poco estropeados, como si hubiera estado un tiempo considerable en la calle, era más baja que yo así que agaché mi mirada, fruncí el ceño y pregunté con mucha curiosidad.

—¿Puedo ayudarte?

La chica continuaba con la mirada abajo, parecía muy apenada por tocar mi puerta, solo asintió con la cabeza. Me entregó un papel blanco bastante arrugado, contenía una dirección, no era la de mi casa por lo me llenó de mucha intriga.

—Creo que la dirección es al otro lado de la ciudad, pero no estoy muy seguro, ¿quieres que te ayude a encontrarla?

Ella volvió a asentir con la cabeza, no sabía porque la chica estaba aquí, pero ya era demasiado tarde como para que estuviera sola. Di un recorrido visual por el pasillo que daba desde el elevador hasta mi puerta. No había nadie, sólo la chica.

—¿No tienes un celular para llamarle a alguien para que te lleve? —pregunté.

Justo después de lo que dije, me di cuenta de que había sido algo estúpido. La chica negó con la cabeza aun con la mirada abajo, eso ya me empezaba a hartar, que no dijera una palabra me empezaba a molestar. Después dije unas palabras que no creí haber dicho.

—Ya es muy tarde, puedes entrar para agarrar el teléfono y hablarle a alguien, mientras yo investigo en donde es la dirección exactamente.

Volví a sentir el golpe de estupidez en el pecho. La chica alzó la mirada con un tono de esperanza, era un rostro bastante bello para ser verdad, tenía unas pestañas considerablemente hermosas y unos ojos verdes que derretiría a cualquiera que la viera, un tono de piel claro, unos pómulos y una nariz más que perfectamente delineados, aunque un rostro algo sucio con tierra o algo así.

Inspeccioné el lugar y cuando me asesore que seguía vacío me hice a un lado, una invitación para que entrara. La chica me miró fijamente y al ver mis ojos color miel, con tono de sinceridad asintió con la cabeza y entró muy lentamente con desconfianza. Cuando entró por completo yo entré detrás de ella y cerré la puerta, se quedó parada a un lado del sillón grande, le hice una seña con la mano para que se sentara y así lo hizo, muy lentamente. Cuando por fin se sentó dije:

—Hay un teléfono ahí a lado —señalé el que estaba a un lado del sillón—, puedes hacer una llamada para que vengan por ti, yo, por lo mientras, investigaré la dirección.

La chica solo asintió con la cabeza, no dijo nada, eso me empezaba a molestar bastante, pero no dije nada.

Giré con los talones dándome media vuelta, la chica seguía sentada. Me dirigí a mi oficina, subí las escaleras y entré. Agarré la laptop que estaba en el escritorio, inserté la dirección en el buscador, cuando vi el resultado me quedé boquiabierto. Era un "refugio para mujeres". Miré la descripción y decía: "refugio para mujeres, maltratadas, dejadas, en cuestión de calle, etcétera". Dejé de prestar atención a la descripción y miré las noticias al respecto, la mayoría de ellas eran de supuestos casos de abusos por parte del lugar. Mi corazón empezó a latir demasiado rápido, si la niña quería ir a este lugar entonces estaba loca. Tenía la pequeña esperanza que se equivocara y que no fuera la dirección que me había dado. Revisé la hora, eran las 12:00, oficialmente el día había terminado.

Cerré la laptop, salí de la oficina y me dirigí a la sala de estar, cuando estaba a pocos metros de esta empecé a hablar.

—No sé si la dirección que me diste es la correcta, pero...

Cuando pude ver, la chica se había dormido en mi sillón, esto no podía estar pasando. Me acerqué drásticamente hasta que pude ver con claridad, la chica estaba recostada sobre su costado, su cabello un tanto ondulado cubría la mayoría de su cara, no iba a permitir que esto sucediera. Agarré el teléfono que estaba al lado del sillón y estaba dispuesto a llamar a la policía, pero después la miré, realmente parecía muy cansada, exhausta, y se veía a la vez muy tierna, pensé que yo sería un monstruo por dejar a una niña fuera cuando era muy tarde. Dejé el teléfono en donde estaba y luego dije a mi mismo en voz baja:

—No puedo creer que vaya a hacer esto —negué con la cabeza.

Me dirigí a la habitación de huéspedes por una manta. Cuando la encontré regresé a la sala y la cubrí con ella, solo se movió un poco, pero siguió dormida. Agarré el vaso de Vodka y lo llevé a la cocina, lo dejé a un lado de lavaplatos. Regresé a la sala y cerré la puerta de entrada bien con seguro, antes de ir a la habitación para dormir, di un recorrido visual a toda la sala, por si faltaba algo en la mañana. Todas las demás puertas y ventanas estaban cerradas. Cuando entré completamente a la habitación cerré la puerta, agarré mi celular y le llamé a James, el jefe de seguridad del edificio. Iba a matarlo.

Sí, señor —dijo James por el teléfono.

—Te voy a matar, pero antes necesito que revises algo —dije en un tono de molestia.

—¿Qué necesita señor Sebastián Flores?

Así es, mi nombre era Sebastián Flores, un nombre elegido por mi madre, que por cierto no la veía desde hace bastante tiempo.

—Necesito que estés atento a mi departamento toda la noche, si notas algún movimiento o algo extraño, inmediatamente me llamas, ¿entendido?

—Sí, señor, entendido.

Inmediatamente colgué, dejé el celular a un lado de la cama, en un pequeño buró y me recosté, tenía bastante cansancio. La cama era un tanto grande, para dos personas sin problemas y todavía sobraría espacio. Intenté mantenerme despierto pensando en el tema de la niña, pero mis párpados se sentían cansados y sin darme cuenta, ya estaba dormido.

Mi mejor promesa (SAGA: Esperanza) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora