Así pasó las siguientes 4 semanas, yo yéndome a trabajar y llegar en la noche en donde Xime me preparaba la cena. Salimos los fines de semana a variados lugares para convivir más, además que le compré un celular para estar siempre en contacto con ella.
Era sábado y ya tocaba ir a la cita con el médico para checar como iba el embarazo. Estas semanas fueron un poco complicadas para ella debido a los típicos malestares del embarazo como náuseas y mareos, pero en los últimos días estos habían desaparecido casi por completo.
Desperté en la mañana, me cambié rápidamente de ropa después de bañarme y bajé a la cocina, Ximena aún no se había despertado por lo que me dio tiempo de preparar el desayuno, ya que este tiempo que conviví con ella pude saber qué es lo que le gustaba y no le provocaba náuseas.
Cuando estaba preparando el desayuno llegó Ximena, con una ropa en la que se veía bien, una ligera blusa en color salmón. Se acercó a la cocina.
—Lo que preparas huele hasta el cuarto —comentó.
—Oh, veo que tu olfato se hizo más agudo.
—Sí, son las maravillas del embarazo —contestó sin ánimos.
Ximena se fue al comedor, al parecer no había amanecido de buen humor la señorita. Terminé de preparar el desayuno y le serví. Ella traía el celular que le había comprado en la mano viéndolo, había estado así la última semana. Desayunamos sin mucha plática y el tiempo en la mañana pasó rápido, sin nada relevante, ella en su celular y yo en mi oficina.
Seguía recibiendo el mismo mensaje de Eva una y otra vez, no quería contestarle, solo la ignoraba hasta que supiera que era el momento adecuado.
Llegó la hora de irnos, agarramos los papeles de la vez anterior que fuimos y abrimos la puerta de la casa.
—Vamos a la clínica para que te revise, hoy es tu primer ultrasonido.
—Estoy muy emocionada por eso —pude ver una gran sonrisa en su rostro.
Sonreí de lado y pensé en su cara cuando vea por primera vez al bebé, creo que llorará de felicidad, quizás yo también lo haga, pero primero tendríamos que ver cómo sigue su embarazo. A pesar que en estas últimas semanas no había pasado nada de peligro y tampoco nada que fuera riesgoso.
Bajamos del pent-house y tomamos el auto. Ximena estaba muy distraída con su celular mientras yo manejaba, vi de reojo que le sonreía mucho a la pantalla por lo que me intrigué demasiado.
—¿La niña todavía no se aburre de su juguete nuevo? —pregunté.
Ximena captó lo que le había dicho y guardó su celular inmediatamente en su bolso. Volvió a verme con una gran sonrisa en su rostro.
—Es que acabo de contactar con una amiga —empezó.
—Ah, y por eso no dejas de ver tu celular.
—Sí, la verdad sí es mi mejor amiga.
Empezamos a platicar de cosas sin sentido cuando llegamos al consultorio. Aparqué el auto en el pequeño estacionamiento que tenía la clínica y llegamos a la entrada. Fui directo a donde estaba la recepcionista.
—Tenemos una cita —dije.
La señorita revisó en su computadora y después de unos cuantos segundos regresó a mí. La señorita era la misma que de la última vez que venimos.
—La familia Flores, ¿verdad?
—Sí —asentí con la cabeza—, así es.
Nos fuimos a la sala de espera y esperamos por un par de minutos hasta que la doctora nos llamara. La doctora White nos habló y fuimos a su consultorio.
ESTÁS LEYENDO
Mi mejor promesa (SAGA: Esperanza) #1
RomanceSebastián Flores es un profesor que vive en un pent-house en Los Ángeles (California), tiene un pasado que lo atormenta, pero en una noche sin consuelo, llega a su hogar una chica embarazada justo a media noche. ¿Podrá Ximena Díaz hacerlo recuperar...