–¿Por qué, sencillamente, no dejas de acudir a su llamado? –Christopher puso en blanco los ojos con cansancio mientras seguía a Caterina.
–¡Espera! –la detuvo de un brazo con delicadeza. Ella suspiró–. Es mi amiga.
–Eso es lo que tú quieres creer –se quejó, intentando soltarse–. Chris, suéltame.
–No –él la giró completamente– ¿por qué no me crees? Yo solo te amo a ti.
–Un día de estos... –Caterina asintió– no sé por qué te creo, si todos dicen que...
–Es a mí a quien debes escuchar –Christopher sonrió mientras pasaba los dedos con delicadeza por su cabello rubio suelto– te amo a ti.
–Bien, pero sigue sin gustarme tu amistad con ella –advirtió y él asintió, besándola con delicadeza–. Eso es trampa.
–¿De verdad? ¿Puedo intentarlo de nuevo y ver qué opinas? –Caterina rió por un segundo, antes de sentir como Christopher volvía a atrapar sus labios.
–Tú... –ella tomó su mano y sonrió– también te amo, Chris. Totalmente.
Sus ojos verdes se iluminaron y le acarició levemente el rostro. Podía imaginarse años junto a Caterina, disfrutando de momentos como este. Indudablemente, conocerla había sido la mayor de las suertes.
–¿Sabes que he pensado? –Christopher la haló hacia su cuerpo y rió–. Deberíamos viajar, muy lejos. Me apetece ir a una playa... ¿qué te parece?
–¡Chris! –pronunció emocionada. Le gustaba el rumbo que estaba tomando su relación– ¿lo dices en serio?
–Por supuesto –confirmó–. El clima no ha sido el ideal últimamente.
–¿No te agrada el frío? –Caterina lo miró sorprendida cuando él asintió–. No lo habría imaginado –él la estrechó con fuerza. Ella rió– quizá sí. Eres cálido, Chris.
–¿Es algo positivo? –interrogó, fingiendo seriedad.
–Muy positivo –Caterina lo besó en los labios y se dejó llevar por el momento.
Se separaron por el sonido del celular de Christopher. Él leyó el mensaje y, por su mirada, Caterina adivinó de quien se trataba.
–No me digas –soltó en tono sarcástico– debes irte.
–No –negó Chris, guardando su teléfono– no debo hacer nada.
–Me está gustando esa actitud tuya –entrecerró los ojos.
–Silencio –susurró Christopher contra sus labios y continuó besándola.
Un par de horas más tarde, Christopher se dirigía a su departamento. Observó con una sonrisa de incredulidad como el auto de Aurora permanecía estacionado. Así que lo estaba esperando. Insólito.
Pensó en acercarse a saludarla. Sin embargo, lo consideró mejor y notó que no tenía por qué hacerlo. Siguió hasta la puerta de entrada, escuchando como la puerta de un auto se cerraba con fuerza a su espalda.
–Christopher –Aurora pronunció como saludo. Él giró y sonrió.
–Hola, Aurora –la besó en la mejilla, o al menos lo intentó pues ella se apartó– ¿sucede algo?
–¿Si sucede algo? ¡Debes estar bromeando! –su tono apenas se alteró, pero en su rostro se podía leer una evidente molestia–. Creí que nos encontraríamos para comer juntos.
–¿Por qué creíste algo semejante? –preguntó con calma.
–¿Por qué? Porque hoy es el día que comemos juntos y porque te envié un mensaje. ¿No lo recibiste?
–¿Comer? Ya tenía planes, lo siento –él se giró y entró. Aurora lo siguió– no pude contestarte. Estaba ocupado.
–¿Ahora intentas hacerte el interesante? ¡Christopher! –siseó Aurora, pues él continuaba ignorándole mientras caminaba– ¿podrías detenerte?
–¿Aquí? ¿En medio del pasillo? –él miró hacia ambos lados– ¿por qué?
–¡Porque quiero hablar contigo! –contestó alterada.
–Podemos hablar en mi departamento, si eso es lo que quieres –él iba a girar, no obstante la miró de nuevo– y, preferiría, que te calmes.
–¿Qué me calme? ¡Eres un grosero, Christopher! ¿Qué te está sucediendo?
Él no contestó. Abrió la puerta y la dejó pasar. Cerró tras él y la guio hasta la sala.
–¿Qué te sucede a ti? –Christopher inquirió, sentándose frente a ella–. Dime Aurora, ¿qué es lo que te pasa?
–¿Qué me pasa? ¡Nada! Solo que no entiendo por qué tu cambio conmigo y...
–¿Y qué? –Christopher puso en blanco los ojos–. Pensé que te cansabas de mi compañía. ¿No es cierto, Aurora?
Ella ignoró la pregunta. Se observó la punta de los zapatos por un momento, antes de fijar sus ojos grises en él.
–No me respondiste. ¿Por qué no viniste a comer conmigo?
–No sabía que teníamos una cita para comer –respondió, cansado.
–Cita... –observó con tono burlón– no era tal cosa.
–Es una manera de decir, nada especial –colocó su cabeza entre las manos–. No seas infantil, Aurora.
–¿Infantil? ¿Por qué dices que...?
–Mira, no habíamos quedado en encontrarnos para comer. Al menos no desde hace un par de meses. Desde que empezaste a salir con Alex, ¿lo recuerdas?
Aurora se quedó desconcertada por un momento. Era cierto, habían discutido, por decirlo de alguna manera, sobre su salida con Alex. Christopher no había estado de acuerdo. Aurora lo había acusado de estar celoso. Él había dicho que ella podía salir con quien quisiera, pero si era con alguien cercano, como Alex, no debería jugar así. Ella había insistido en el tema de los celos. Christopher se había rendido y la había dejado, alejándose en silencio.
–Eso fue un error –Aurora siseó, elevando la barbilla– pensé que Alex era diferente.
–¿Y no? –Christopher comentó, levantándose y dirigiéndose hacia la ventana. Necesitaba paciencia y observar a Aurora no era el camino para conseguirla.
–No. Al menos, no para mí –se encogió de hombros y pensó que debía levantarse. Pero, ¿para qué? No quería a Christopher cerca tampoco.
–¿Qué harás ahora? ¿Probarás con alguien más? –la voz de Christopher no mostraba emoción alguna–. Realmente, no me interesa, solo quisiera descubrir por qué estás aquí.
–Porque eres mi amigo... o eso creí –Aurora comentó, levantándose y caminando a su lado– porque no me gusta que estés lejos de mí. No me siento... bien.
Christopher se sorprendió por la confesión. Nunca habría pensado que Aurora admitiría necesitar a nadie. Mucho menos a él. Ladeó la cabeza un poco, observando su perfil sereno. ¿Alguna vez mostraba otra expresión que no fuera esa? Aurora se le antojaba tan artificial a veces.
–No sé si quiero continuar siendo tu amigo –respondió finalmente Christopher con sinceridad– no me gusta la persona que me siento cuando estoy cerca de ti.
–Yo... –Aurora abrió la boca y la cerró rápidamente– debo irme –dijo en tono firme y salió rápidamente, aunque eso no evitó que él notara el cambio en sus ojos.
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Siempre tú (Italia #9)
RomanceAurora Cavalcanti y Christopher Accorsi habían estado juntos y unidos desde que eran unos niños. Las cosas no habían cambiado con el tiempo; en apariencia, el lazo era más fuerte que nunca. Solo que, las apariencias engañan. Y lo que todos ven co...