Capítulo 7

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Aurora observó el vestido negro con apliques grises que llevaba y suspiró con cansancio. No era lo que había querido, no era ese precisamente el que deseaba llevar aquella noche pero su otro vestido no había sido confeccionado a tiempo. ¡Casi había matado al pobre mensajero como si eso ayudara en algo! No, a quien iba a matar era a su diseñadora, aunque por supuesto, quizás enviarle este vestido le parecía una buena opción. ¡No era así!

Quizá solo estaba cansada. Últimamente nada le parecía bien, se sentía tan irritada con todo y todos. Lo reconocía, no era la misma desde aquella tarde que había hablado con Christopher. Y no entendía por qué.

No había sido nada extraordinario. Ni siquiera habían hablado de algo relevante o tan siquiera él se había resistido a acompañarla. No, todo había sido como antes. O casi. Antes ella no sabía que él estaba enamorado, no creía que le importara siquiera. Y ahora... ¡no podía dejar de pensar en eso!

Giró una vez más frente al espejo, evaluando la imagen que le devolvía. No se sentía como ella misma últimamente y ese día no era la excepción. Detestaba esa sensación que opacaría su sobria imagen. ¿Qué tal si todas sus emociones se traslucían en su rostro? ¿Qué tal si ella no encontraba que decir en el momento indicado como siempre lo hacía?

Por primera vez en todos los años que llevaba asistiendo a eventos de ese tipo, quiso encontrar una excusa valedera para negarse. Y, lo que era peor, no porque le asustara lo anterior, sino porque no sabía si quería ver a Christopher. Tenía miedo de mirarlo y volver a sentir... bueno, sentirse extraña.

Cuando abrió la puerta de la Mansión y lo encontró ahí parado, en postura desenfadada y con su habitual sonrisa, sintió que su corazón se saltaba un latido y no pudo evitar contener el aliento. Estaba guapísimo. En verdad ¿desde cuándo Christopher lucía así?

Su cabello negro estaba pulcramente peinado y de sus ojos verdes surgían destellos por el farol de la entrada. Se acercó para depositar un beso en su mejilla y su aroma era cautivador, masculino pero sutil. Le ofreció el brazo y, al ver que Aurora se había quedado ahí, sin decir palabra, le tomó la mano como si fuera una niña y se la pasó por el brazo, riendo. Aurora no logró despegar la mirada de la mano que apoyaba en el brazo de él, todo era tan perfecto. Tan cálido.

Él le abrió la puerta del coche, dirigió una corta mirada de curiosidad y cerró la puerta. Se dirigió al volante y la miró.

–¿Estás bien, Aurora? –pasó una mano frente a sus ojos– ¿hola?

–Lo lamento –pestañeó varias veces– hola, gracias por venir.

–¿Cómo podría decirte que no? –su tono irónico le recordaba lo que él pensaba de ella. Solo utilizaba a los demás, solo pensaba en sí misma. No la quería, o al menos, la quería como amiga. Y no, no era que ella quisiera algo diferente.

–¡Exacto! Si soy como una hermana para ti.

–No, como una hermana menor, diría yo –bromeó con cariño.

Aurora dirigió sus ojos grises a la ventana y los clavó ahí. Sabía lo que Christopher sentía por ella, porque era lo mismo que ella había sentido por él todos esos años. Un cariño fraternal, sincero y, en el caso de él, protector. Pero... algo había cambiado. No sabía qué, no sabía si quería descubrir lo que era.

–¿Y a quién tratas de salvar esta vez con un baile de gala? ¿A los niños? ¿A los ancianos? ¿A los cachorros sin hogar?

–¡Ay, qué gracioso! –Aurora soltó, sin pensarlo. Carraspeó– es decir, no Christopher, es para una fundación que entrega libros a escuelas.

–No sé porque reprimes tu sentido del humor –él se encogió de hombros– es particular. Me agrada mucho –añadió para su sorpresa.

–No es apropiado –contestó sin convicción.

–¿Quién lo dice? Deberías ser más tú, siempre. Me gustarías más.

–Entonces, ¿te gusto? –preguntó con ansiedad.

–Sí, al menos antes me gustabas mucho más. Ahora... cuando eres tú.

–Siempre soy yo –puso en blanco los ojos.

–No, no siempre –murmuró él.

Aurora cerró brevemente los ojos. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿No siempre? Entonces ¿quién era el resto del tiempo? ¿Alguien más? ¿Pretendía ser quien no era? ¡Claro que no! Christopher estaba equivocado. Ella era... siempre había sido... bien, siempre había sido lo que habían esperado y lo que había querido. ¿Lo que habían esperado? ¿Quién? No, ya no tenía sentido pensarlo. Christopher la confundía, eso era todo.

–¿Tendrás problemas? –inquirió. Él la miró de reojo brevemente.

–¿Por qué la pregunta? Y, puedo añadir, que es la primera vez que lo preguntas.

–Bien, es solo que... nunca había pensado que... yo solo...

–¿Qué tenía una vida aparte de ti? –tomó aire–. No quise decir eso.

–Claro que no.

Se quedaron en silencio el resto del trayecto, sintiéndose una ráfaga de incomodidad rodeándolos. No era algo común entre ellos.

Tomando el brazo de Christopher, Aurora saludó aquí y allá, sonriendo sin cesar. Había estado en el comité que organizaba aquel evento y preguntó si podía ayudar en algo más. Las demás mujeres ahí miraron fijamente a Christopher, casi sin escucharla. ¿Siempre había sido así? ¿En qué rayos pensaba cuando Christopher estaba acaparando toda la atención femenina a su alrededor? Ah sí, seguramente solo notaba la mirada de los demás en ella, sin embargo no le daba importancia. Varios hombres la miraban con descaro. Continuó sonriendo, era la única respuesta posible. Inspiró hondo y trató de llamar la atención de alguien que no estuviera riendo tontamente por algo que Christopher había dicho.

–¿Quieres algo de tomar, Aurora? –ofreció Christopher con una sonrisa. Ella lo miró sonriendo también y asintió–. Regreso en un minuto.

–¡¿Cómo es que siempre lo logras?! –escuchó que alguien pronunciaba. Puso en blanco los ojos–. Los mejores hombres, los más guapos y amables... deberías pensar en quedarte con uno y dejar los demás para nosotras –rió con fuerza.

–Lo siento querida, pero yo no les digo a los hombres que hacer –sus ojos grises fríos se clavaron en la joven–; y, ciertamente, no dejaré a Christopher para nadie.

–No la escuches, Aurora. Frente a ti, nadie llamaría su atención.

Aurora sonrió artificialmente. El tono que había utilizado era tan despectivo que muchas veces se sorprendía de continuar con la sonrisa en su rostro y todas las posibles contestaciones dentro de sí. Se había excedido con el comentario de Christopher, pero... ¡en verdad no se sentía demasiado bien!

No recordaba haber vacilado tanto en su vida como aquella noche. Cada paso que daba, cuando bailaba o al hablar... en lo único que podía pensar era el cuerpo de Christopher junto al suyo, su sonrisa amable reflejada en sus ojos, su brazo estaba excepcionalmente tonificado lo que no le sorprendía pues era obvio que tampoco se había fijado antes. Pasó la mano con lentitud por él, sin siquiera notarlo.

–¿Sí? –la voz de Christopher la sacó de su ensoñación– ¿Aurora?

–¿Eh? ¿Qué sucede?

–Me estás tocando el brazo con insistencia. ¿Pasa algo? ¿Quieres algo?

–¿Qué? ¿Yo? –abrió la boca y la cerró. ¿Qué iba a decir? Sí, que me encantaría que me tomaras y estrecharas entre tus brazos, sin soltarme ¿te parece?

–Te ves diferente –puso la mano bajo su barbilla, elevando su rostro– ¿qué sucede?

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora