Si había algo que le entusiasmaba de la Navidad, era que las personas estaban más dispuestas a colaborar con generosidad, a dar y ese sentimiento de hacer del mundo un lugar mejor parecía expandirse a cualquier lugar que mirara. Por lo que Aurora aprovechaba al máximo las festividades para realizar el mayor número de actividades que podía. Eran semanas de planificación con antelación hasta el día en que se iban concretando.
Suspiró. Dentro de unas horas, el lugar estaría lleno de personas dispuestas a donar dinero para una serie de fundaciones cuidadosamente elegidas. Y al día siguiente, iría a un orfanato para celebrar una pequeña fiesta de Navidad ahí. Le encantaba realizar esas actividades y hacía bastante tiempo que lo hacía sola. Por alguna razón, nunca había invitado a Christopher a acompañarla. Solo a los eventos, pero no a las pequeñas fiestas. Quizás ese era el día.
No quedaba demasiado tiempo antes de ir a vestirse para la noche. Supervisó por última vez, arregló una de las decoraciones del rincón y se dirigió hasta su auto.
Desde el cumpleaños de Beth, la última vez que había visto a Christopher con Caterina, él no parecía feliz. Se veía apagado y distraído. Muy triste. Le dolía saber que estaba sufriendo, pero no se atrevía a preguntar la razón. La sospechaba. Y, aunque se sentía terriblemente mal, una parte de sí la anhelaba.
Definitivamente no amaba a Christopher. Si lo amara, desearía que él fuera feliz con quien decidiera. Sin embargo no, era lo suficientemente egoísta para querer que fuera feliz, sí, pero con ella. Solo con ella.
Y, aunque sabía que no pasaría, le gustaba imaginárselo. Siendo feliz con Christopher. Durante años. Toda la vida. Para siempre.
¡No! Debía abandonar ya esos pensamientos que solo le hacían daño. Él no la veía de esa manera. Él jamás la vería así, con amor. Al menos no con nada más que amor fraternal. ¡Hermanos nada menos!
Ahí estaba nuevamente, esa idea rondando en su mente. ¡Así era feliz antes! Sabiendo que nunca perdería a Christopher pues no había posibilidad que la amara y ahora... solo deseaba que lo hiciera.
–Te ves preciosa –Christopher la alabó, con una sonrisa leve, admirando el vestido rojo que usaba Aurora y contrastaba con su cabello intensamente negro. Sus ojos grises lo miraron inquisitivos–. Estoy bien, no me pondré a llorar, lo prometo.
Aurora sonrió, aunque se sintió algo incómoda. Ojalá pudiera decir algo... cuanto lo quería, en verdad tanto.
–Christopher –susurró y sin planearlo, lo estrechó entre sus brazos. Él no la alejó, solo pareció momentáneamente sorprendido y luego la abrazó con fuerza. Se quedaron así por varios minutos–. Gracias por venir conmigo.
–Siempre es un gusto –Christopher se separó con una sonrisa más sincera. Empezaba a parecerse más a él mismo– ¿vamos? –le ofreció el brazo.
En cuanto llegaron al evento, Aurora tenía muchas cosas que coordinar y vigilar que marcharan bien. Esta vez, Christopher fue de gran ayuda, como siempre había sido. Solo que antes, ni siquiera lo habría notado. Ahora estaba tan agradecida que él estuviera ahí, pues parecía tener un don para tratar con las personas, para hacerlas sentir cómodas incluso pidiéndoles las donaciones. Era increíble.
–Tú eres único, Christopher –Aurora le brindó una sonrisa amplia–. Gracias por estar aquí, te necesitábamos.
–Creo que es la primera vez que dices algo así –bromeó Christopher, pero su mirada verde cálida recorrió a Aurora por completo–. Te ves preciosa.
–Ya lo dijiste antes, ¿recuerdas? –rió por lo bajo.
–Pues sigue siendo cierto –se encogió de hombros.
La noche estaba por acabar y Aurora terminó de anotar los últimos sobres que se encontraban en la mesa. Suspiró y dejó todo bajo llave. Giró hacia Christopher, que estaba parado en un rincón, mirando a la nada.
–¿Qué estás haciendo? –se acercó.
–Te esperaba –él la miró, sonriendo– ¿quieres bailar?
–¿Bailar? –preguntó con curiosidad.
–Sí, no lo había notado antes, pero tú no sueles bailar mucho en estos eventos. Siempre estás ocupada. Deberías divertirte un poco también.
–Hum, bailar... –Aurora ladeó la cabeza y asintió– ¿por qué no?
Christopher tomó la mano estirada de Aurora entre las suyas y la condujo al centro del salón. Había poca gente que ya estaba saliendo, sin embargo la música aun inundaba el lugar con suavidad. Era una melodía lenta, romántica, con un toque de melancolía. Aurora cerró los ojos mientras se dejaba guiar por Christopher. Se sentía cansada pero satisfecha. Y ahora, lo que sentía mientras se apoyaba en el pecho de Christopher y su mano aferraba la de él, no tenía nombre.
Suspiró con emoción. Se sentía tan perfecto. ¿Cómo es que antes no se sentía así? O quizá sí, y ella estaba ciega. Se había negado tanto a la idea de sentir algo por Christopher, que ahora parecía irreal. Era él. Todo ese tiempo había sido él.
Christopher se sentía extrañamente tranquilo. Como no se había sentido en mucho tiempo, desde que había terminado con Caterina. Él había estado tan vacío, nada parecía tener sentido. Pero ahora, con Aurora deslizándose al ritmo de la música entre sus brazos, todo parecía volver a su lugar. Era tan curioso y no tenía sentido alguno. Escuchó que ella emitió un leve suspiro y sonrió. Aurora era perfecta, en todo sentido, era la mujer perfecta.
Demasiado perfecta para él. Le parecía hermosa e inalcanzable. Jamás se había permitido sentir nada por ella, al menos nada más que lo estrictamente fraternal que siempre los había unido. Solo ese lazo de cariño. Sin embargo, parecía que eso estaba cambiando sin que él lo notara siquiera.
No, no era que no amara más a Caterina. De hecho, aún la quería y la extrañaba. Solo que Aurora estaba ahí, en ese instante, a su lado. Y, tan solo por un momento, él no podía pensar en nada más. El mundo se desvaneció a su alrededor.
Cuando las últimas notas tocaron a su fin, Aurora se aferró unos segundos más a Christopher antes de dejarlo ir. ¡Cómo habría deseado que no hubiera terminado nunca! Había sido maravilloso.
–Tenías razón –Aurora tenía los ojos grises brillantes de emoción– necesitaba divertirme un poco.
Christopher le pasó una mano por el rostro con lentitud mientras sonreía también. No había necesidad de las palabras, simplemente el momento así era perfecto. Juntos, en medio de una pista de baile en que ya nadie más bailaba, finalizando uno de los eventos más largos y aburridos de la historia. Pero él, en verdad, no habría elegido ningún otro lugar para estar en esa noche.
–Christopher –Aurora tomó el brazo que él le ofrecía– quiero pedirte una cosa más.
–¿Otra más? –bromeó, esbozando una sonrisa divertida. Ella puso en blanco los ojos–. Me gusta cuando dejas la seriedad de lado.
–¡Christopher! –reprendió Aurora con una risita–. Déjame decírtelo.
–Dilo, no te detengo –contestó mientras juguetonamente la acercó a él y le tapó la boca–. Adelante, dilo.
–¡Qué gracioso! –dijo contra su mano. Él la retiró de inmediato–. Bueno... si estás libre mañana en la tarde, hay algo que quisiera mostrarte.
–Mañana en la tarde. Nochebuena... sí, puedo encontrar un espacio para ti si es tan importante.
–Lo es. Gracias, Christopher –lo besó en la mejilla mientras retomaban el camino hasta el auto. Había sido una noche mágica.
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Siempre tú (Italia #9)
RomanceAurora Cavalcanti y Christopher Accorsi habían estado juntos y unidos desde que eran unos niños. Las cosas no habían cambiado con el tiempo; en apariencia, el lazo era más fuerte que nunca. Solo que, las apariencias engañan. Y lo que todos ven co...