La ceremonia había sido increíblemente emotiva. No que Christopher lo hubiera notado. Ni nada realmente a su alrededor. Su atención la acaparaba totalmente Caterina, quien había insistido en que debían asistir a la boda.
Christopher apreciaba a Marcos, se conocían desde niños y era parte de su familia de alguna manera. Así que sí, ahí estaba, preocupado porque algo le pudiera suceder a Caterina. Le tomó la mano entre las suyas, se sentía tan frágil.
Ella lo miró con una leve sonrisa y a Christopher se le encogió el corazón. ¿Cómo podía estar tan enferma? No lo había creído posible. De hecho, le había pedido que volviera al médico y lo había hecho solo por él. Habían buscado especialistas y todo lo posible había sido realizado. Ahora solo estaba en manos de Dios.
Se sentía tan impotente. Habían sido meses duros, sintiendo una constante frustración ante la idea de que estaba perdiendo a Caterina poco a poco y no podía hacer nada. Absolutamente nada. Era tan absurdo.
Prácticamente había abandonado su departamento y, aunque cumplía su horario de trabajo y sabía que Caterina tenía una enfermera a su disposición, no podía frenar la inquietud que lo embargaba cada vez que estaban lejos. Tenía miedo.
–Estás a punto de destrozar mi mano, Chris –susurró Caterina en su oído. Él la miró– todo está bien.
–¿Estás segura? ¿No es mejor que descanses?
–No. Estoy cansada de descansar Chris... no es lo que quiero –suspiró.
La ceremonia había terminado y los novios salían del lugar. Christopher se levantó y ayudó a Caterina a ponerse de pie con cuidado. Ella puso en blanco los ojos.
–Soy un caballero. Solo por eso te ayudo –intentó sonreír Christopher.
–Lo sé. Pero estoy bien, no es como si me fuera a desmayar –Caterina miró al suelo–. Aunque tienes razón, es hora de que vaya a descansar.
–Sabía que sería un gran esfuerzo. ¿Por qué no...? –Christopher se silenció al encontrar la mirada triste de Caterina–. Lo siento –se disculpó.
–Está bien, entiendo tu preocupación y te lo agradezco –se puso de puntillas y le besó la mejilla– ¿vamos a casa?
–Vamos –asintió Christopher rodeándola con su brazo. La condujo hasta el auto y al llegar al departamento de Caterina, ella dijo:
–Es hora de que regreses –él la miró con escepticismo– por favor. Yo necesito descansar y tú debes estar con tu familia. Además, contigo alrededor mío es difícil concentrarme en dormir –bromeó arrastrando levemente el tono.
–Pero Caterina, yo quiero quedarme contigo.
–Estaré bien. La enfermera llegará pronto y necesitas distraerte, Christopher.
–Pero... –insistió.
–Nada de peros. Últimamente no has hecho más que estar en la oficina y conmigo. Chris... tu vida es mucho más –los ojos de Caterina se llenaron de lágrimas– no quiero que te quedes solo cuando yo...
–Caterina, no –Christopher le tomó de los hombros– estarás bien. Lo sé.
–¿Puedes ir a la boda y disfrutarla? –pidió, abrazándolo con suavidad–. Por mí.
–No me agrada nada la idea –se quejó aspirando con fuerza– pero lo haré.
–Gracias –Caterina esbozó una leve sonrisa–. Ahora, acompáñame a la habitación.
Una vez que Caterina dormía y la enfermera había llegado hacía cinco minutos, Christopher cerró la puerta con suavidad y se dirigió hasta su habitación. La que usaba en el departamento de ella, la de huéspedes. Una mirada alrededor le confirmó que, efectivamente, parecía ya residir ahí. Tenía desde artículos de aseo personal, hasta ropa e inclusive documentos de la oficina. Prácticamente como si vivieran juntos... lo que era verdad hasta cierto punto.
Porque, a pesar de su pasado y que él la trataba igual que antes, no tenían una relación amorosa. No más. Era meramente platónica. Porque, aunque no lo quisiera, todo había cambiado. No solo sus sentimientos, sino la situación en sí.
Miraba a Caterina, tan frágil y desvaneciéndose ante sus ojos, que solo le provocaba aferrarla y no dejarla ir. Porque la quería, claro que sí. Solo que no como antes, no como a una novia o esposa.
No como seguía amando a Aurora. Y eso lo atormentaba. Se sentía culpable y ruin. ¿Cómo podía continuar pensando en Aurora a cada instante? Porque sí, estaba pendiente de lo que le sucedía a Caterina, pero sin siquiera notarlo, Aurora estaba ahí también. Siempre. Ella.
Entró en silencio, mirando a su alrededor. Varios rostros familiares en el salón. Se acercó hacia la mesa de costumbre. Alex, Danaé, Rose y Aurora giraron hacia él.
–¡Christopher! –Danaé sonrió– has regresado. Bienvenido.
–Hola, Danaé –besó su mejilla. Era la prima de Aurora– ¿cómo estás?
–Muy bien, te estábamos esperando. Beth quería hablar contigo –comentó, haciendo relación a su hermana mayor.
–¿A dónde ha ido? ¿Está con Lucian? –inquirió Christopher, refiriéndose al esposo de Beth–. Rose –abrazó a la gemela de Marcos, el novio de la boda– ¿y tu pareja?
–Nada de pareja –Rose clavó sus ojos en él– ¡te he estado buscando por todos lados! ¿Ya nunca pasas en tu casa?
–Qué sutil, querida Rose –Aurora elevó sus ojos grises hacia Christopher–. Hola Christopher, ¿cómo estás?
–Aurora –pronunció él con tono frío. Haría lo que fuera por protegerse de sus sentimientos y la única manera de no tomarla entre sus brazos y besarla hasta dejarla sin sentido era, efectivamente, alejarla– ¿y tu pareja?
–No tengo pareja –encogió un hombro con desinterés– pero sí he venido acompañada, si a eso te refieres.
Christopher apretó la mandíbula con fuerza por un instante. Sabía que no debía sentir lo que sentía, sin embargo eso no evitaba que estuviera ahí, punzándole el corazón. Celos. Inspiró hondo. Debía calmarse.
–¿Caterina? –escuchó la voz de Alex, novio de Danaé– ¿dónde está?
–Ha ido a casa –Christopher restó importancia–. Necesitaba descansar. Ha tenido días un poco complicados.
–Por supuesto... –murmuró en respuesta Danaé, ya que nadie parecía dispuesto a decir nada más. Rose clavó sus ojos celestes en Christopher.
–Tenemos que hablar, lo más pronto posible –pidió con tono autoritario.
–¿Es una orden? –bromeó Christopher sin ánimo.
–Es una necesidad –arqueó una ceja– sé que tienes cosas que contarme.
Christopher puso en blanco los ojos. Sin duda, algo como la enfermedad de Caterina no se le escaparía a Rose, quien prácticamente era su mejor amiga. La quería mucho. Asintió, sabiendo que era en vano luchar con ella, siempre conseguía lo que quería.
–Y seguramente tú tienes cosas que decirme sobre tu duque.
Rose se limitó a poner los ojos en blanco mientras cruzaba los brazos. Christopher no pudo evitar mirar de reojo a Aurora, observando su rostro impasible... que cambió cuando alguien se acercaba. Lo miró. A él lo conocía. Ryan, si no recordaba mal. En la playa. Aurora y él habían estado juntos.
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Siempre tú (Italia #9)
RomanceAurora Cavalcanti y Christopher Accorsi habían estado juntos y unidos desde que eran unos niños. Las cosas no habían cambiado con el tiempo; en apariencia, el lazo era más fuerte que nunca. Solo que, las apariencias engañan. Y lo que todos ven co...