Capítulo 16

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–No me interesa, Christopher –Aurora inspiró hondo y giró. Su rostro lucía frío, sin emoción alguna–. Me parece perfecto, sí es lo que deseas.

–Nunca quise dañarte, yo solo...

–No lo haces. No tienes de qué preocuparte, ¿sabes? Tú mismo lo dijiste, estábamos saliendo. No funcionó. Se terminó –se encogió de hombros.

Christopher podía adivinar el dolor que escondían las palabras de Aurora. Ella podría fingir con quien fuera, pero él la conocía. Ese brillo en su mirada gris, lágrimas a punto de caer... Lo único que quería era estrecharla entre sus brazos y no dejarla ir jamás de su lado.

Solo que no lo hizo. No podría hacerlo nunca más. Aurora...

–¿Te gustaría que saliéramos a tomar algo? –Aurora esbozó una sonrisa artificial–. Tengo el resto de la tarde libre, aunque podrías tener una cita con tu novia. No me gustaría interferir... al menos, no más de lo que lo he hecho en estos años.

–Aurora, de verdad creo que deberíamos hablar.

–No, pero gracias –puso en blanco los ojos–. No era nada importante, Christopher. Realmente no veo el punto a ahondar en ello.

–Necesito que me escuches... –Christopher sabía que debía decir. No, no estaba por pena con Caterina, pero tampoco la amaba. Aurora debía entender lo que él estaba haciendo y por qué lo hacía. Ella necesitaba saberlo. Debía decírselo–. Aurora, ¡escúchame! –exigió, tomándola de los brazos.

Por un instante, sus ojos reflejaron dolor, rabia y tristeza; aunque fue tan fugaz que Christopher no estaba seguro de haberlo interpretado correctamente. La soltó.

–Christopher, no quiero escucharte más –Aurora se abrazó a sí misma, como si quisiera reconfortarse– ¿no lo entiendes? ¡No quiero escucharte más! –su voz se quebró–. Caterina volvió a tu vida y te quedarás con ella, ¿cierto? –Christopher no respondió– ¡¿cierto?! –insistió. Esta vez, él asintió–. ¿Por qué querría saber más? ¡No podría soportarlo, Christopher! ¡¡Entiéndelo!! –sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente– ¿crees que es fácil seguir parada frente a ti? Y, aún más, ¿crees qué quiero escuchar lo que sucedió? ¡No quiero!

Cerró los ojos por un instante. Sentía que se venía abajo. Sin embargo, a ella no le sucedía aquello. Nunca. Jamás. No frente a nadie más. Era fuerte, era una luchadora. Ella era... ella lo amaba y se sentía morir. Eso era todo.

–Solo escúchame –Christopher se acercó, la tomó entre sus brazos–. Aurora, yo...

–No –negó contra su pecho. Apoyó la cabeza en él, sintiendo su calidez envolvente en cada terminación nerviosa. Lo amaba. ¿Qué más podía hacer? Deseaba tener la fuerza para empujarlo y decirle que no lo quería volver a ver. Pero no podía hacerlo. Él era Christopher. Siempre estaba ahí. Y ahora lo amaba–. Solo cállate.

–Pero, Aurora, realmente deberías...

–Shhh... –siseó, elevando su dedo para colocarlo en los labios de él. Christopher se silenció de inmediato–. No quiero saberlo –repitió. Sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas, que ella no intentó ocultar más– no me interesa saberlo. Solo quiero... lo único que quiero –recorrió con sus ojos grises el rostro de Christopher– es... –apartó su dedo y tomó sus labios con suavidad.

Christopher no había estado esperando eso. Ni en mil años había pensado que así era como terminaría todo. Se imaginaba a Aurora gritando, ignorándolo con seguridad o sencillamente saliendo de ahí. ¿Pero besarlo?

Y su beso era tan dulce. Tan suave e incitante. Solo que... sabía a despedida.

Efectivamente, Aurora se separó y apartó los brazos de Christopher que la rodeaban. Pasó las manos por sus mejillas con delicadeza, quitando el rastro de lágrimas. Así era como un adiós debía ser. Salió de ahí, sin mirar ni siquiera una vez más a Christopher ni esperar que él dijera nada. Es que sabía que no diría nada. ¿Qué podía decirle que no hubiera dicho ya? Se había terminado. Definitivamente.


***

Aurora cruzó sus brazos mientras miraba con irritación el correo electrónico que había recibido, notificándole el problema con un embarque de flores que debía recibir para una recepción. Esto debía ser una broma.

Su intención era gritarle a la computadora, pero sabía que no serviría de mucho. Este tipo de problemas se resolvían con la cabeza fría, ignorando el instinto de arrojar al suelo todo lo que estaba en su escritorio que muchas veces la embargaba. Y no podía ser. Ella no era así.

Siempre en control de su vida. Todo el tiempo. Sin importar el problema, ella encontraría la solución. Simple y sencillamente, porque era Aurora Cavalcanti. Y eso significaba que no se rendía, ante nada. Ni nadie.

Clavó sus ojos grises en el techo, con cansancio. Habían sido días agotadores. Ni siquiera podía pensar en que, en cuestión de días, tendría que asistir a una boda. La boda de Marcos, él que podría llamarse su primo.

Y eso solo significaba una cosa. Vería a Christopher. No, era más que una tortura. Había empezado a odiarlo. Su sola presencia... le recordaba lo que no tendría jamás. ¿Lo amaba? ¿Alguna vez lo había amado?

No era tan ingenua como para pensar que en un par de meses sus sentimientos habían dado un giro radical. Por supuesto que no. Solo que quizá, siempre era mucho tiempo. Nada duraba para siempre. Indudablemente, no lo amaría para siempre.

No obstante, mientras lo amaba, dolía encontrarlo en cada rincón que miraba. No lo soportaba. Era detestable. Y, dado que él era casi parte de su familia desde que recordaba, era inevitable.

Por un instante, tan solo por uno se permitió suspirar mientras sus hombros decaían. La tristeza había sido un constante en su vida desde aquella tarde en que se habían despedido. Si antes un hombre no captaba su atención el suficiente tiempo, ahora mucho menos. Nadie era Christopher.

Ahora sí, que habría dado todo porque él lo fuera. Quien siempre estaba ahí, quien la amaba a pesar de todo, tal y como habían todos pensado que era. Irónica la realidad que tenía frente a sí. Y, solo en instantes como ese, se permitía añorarlo. Desear con todo su corazón que él la hubiera elegido. Imaginar que así había sido.

Daba exactamente lo mismo. Elevó la barbilla, clavando sus ojos grises en la pantalla. Nada cambiaría. El pasado se quedaba tal y como estaba, en su lugar intocable. No importaba cuanto lo deseara... lo hecho, hecho estaba.

Empezó a escribir una respuesta que exigiera el cumplimiento del embarque cuando recibió un nuevo correo. Lo abrió con una pequeña sonrisa.

¿Ryan estaba de vuelta en Italia? ¿Tan pronto?

Bien, no era pronto. Dentro de un par de meses, se cumpliría un año. Ryan... no estaba nada mal. Siempre le había pedido una oportunidad. Quizás esta vez sería diferente. ¿Por qué no?

No es como si pensara iniciar un noviazgo ni nada por el estilo. Solo salir, divertirse, reír un poco para variar. Y Ryan era increíblemente bueno en eso. Siempre había sido ingenioso e interesante.

Llegaba justo a tiempo. Le respondió, invitándolo a acompañarla a la boda. Después de todo, ¿qué iba a hacer ella en una celebración de amor eterno cuando lo único que quería era olvidarse de que eso existía?

Ignorar la existencia del amor. De Christopher. De los recuerdos. De absolutamente todo lo que habían vivido a través de los años.

No tenía absolutamente nada que perder. Volvería a tener el control de su vida, sería la de antes. Como siempre había sido.

No, no como siempre. Pero podría intentarlo. Sentirse nuevamente ella. ¡Debía!

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora