Capítulo 22

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–¡Comida! –pronunció Aurora alegremente mientras cargaba varias bolsas de compra. Christopher arqueó una ceja, sorprendido. A ella no le pasó el gesto desapercibido–. Sí, a pesar de lo que puedas creer, puedo atenderme sola.

–Siempre me sorprendes, así que ya no debería ser una sorpresa... –dijo y se quedó pensativo– ¿tuvo sentido lo que dije?

–Creo... –lo observó pensativa– quizás y sí.

Se formó un silencio entre ellos al quedar mirándose el uno al otro por largo rato. Los ojos verdes de Christopher recorrían con ansiedad y un toque de curiosidad a Aurora, quien empezó a sentirse... extraña. Así que desvió la mirada y continuó desempacando.

–Ahora llega lo de hoy –soltó mientras se dirigía a abrir la puerta– tu comida. Ven, comeremos juntos, siento que debo vigilarte.

–No soy un niño, Aurora.

–¿Hace cuánto no has comido, Christopher? –respondió ella.

–A comer se ha dicho –comentó, evadiendo la respuesta y sentándose en la mesa que habían limpiado minutos antes–. Entonces, ¿me acompañas?

–Será un placer –Aurora sonrió, complacida–. Finalmente, parece que empiezas a recordar tus modales.

–Muy graciosa –tomó un trozo de pollo y se lo comió con avidez– está bueno.

–Me alegro –intentó comer pero no podía hacer más que contemplar a Christopher. Su semblante había recuperado un poco de color y, aunque aún se notaba exhausto, lucía muchísimo mejor. Vivo.


***

–¿Tu cumpleaños? –Fernando elevó una ceja, sorprendido ante la invitación que había recibido–. ¿Una cena por tu cumpleaños?

Christopher miró a su alrededor. Era evidente que se refería a él. ¿Cierto?

–¿De qué hablas? –sus ojos verdes interrogaron a los de Fernando.

–Ha llegado esto para nosotros –se refería a él y Carolina–. ¿No sabes nada al respecto? –preguntó, incrédulo.

–Yo no... –la tomó. Aurora–. Ah sí, la pequeña reunión.

–¿Hay algo que deberíamos saber? –entrecerró los ojos con sospecha.

–No, ¿a qué te refieres? – Christopher puso en blanco los ojos–. No es algo nuevo, siempre organizamos algo por los cumpleaños de cada uno.

–¿Una cena así? –Fernando se mostraba escéptico aún.

–Aurora lo hace diferente cada año –le restó importancia– no es nada.

–Seguro –tomó un sorbo del vaso de agua que tenía en la mesa, con calma. Christopher puso en blanco los ojos de nuevo–. No iba a preguntar.

–Sé qué quieres hacerlo... –Christopher inspiró hondo– pero no pasa nada. Aurora y yo somos muy diferentes. Y, si eso no fuera poco, yo perdí a mi novia de años hace poco, no pienso en nada así.

–Eres joven...

–No sé qué se supone que significa eso.

–Tienes tiempo –se encogió de hombros– pero no demasiado, nada es eterno.

–Eres un gran padre, Fernando.

Fernando le sonrió con cariño. Luego, sus ojos se desviaron hacia la entrada. Carolina caminaba hacia ellos.

–¿Cómo están mis dos hombres favoritos? –besó la mejilla de Christopher y se acercó a Fernando– ¿me he perdido de algo?

–Tenemos una cena –le pasó la invitación de las manos de Christopher– parece que después de todo, se cumplió tu deseo.

–¡Oh, celebraremos tu cumpleaños! –Carolina aplaudió con emoción–. No puedo esperar para hablar con Aurora, será increíble.

–No, no –Christopher protestó de inmediato– será algo pequeño y privado. Recuerda que no estoy para fiestas de ningún tipo.

–Sí, lo lamento –Carolina se sonrojó–. Es solo que, estaba preocupada por ti –lo miró maternalmente– eres nuestro hijo, queremos lo mejor para ti.

–Ya lo sé –Christopher la abrazó con cariño–. Te quiero, mamá.

Carolina se emocionó, sonriéndole con gran amor. Quizá no compartían lazos sanguíneos, pero sin duda era su hijo. Lo quería mucho.

–De todos modos, llamaré a Aurora, por si necesita algún tipo de ayuda.

Christopher elevó las manos en el aire, dándose por vencido. Sabía que no había demasiado qué hacer ante la resolución de Carolina. No importaba quien fuera, ella haría lo que quisiera.


***

–Espero que te guste –Rose extendió un pequeño sobre con una sonrisa– y, te vuelvo a presentar a Ian, mi prometido –Christopher lo saludó con un apretón de manos– ¿cómo te sientes?

–Bien –Christopher se encogió de hombros–. Sorprendido por la fiesta.

–Oh sí, es grandiosa, ¿no? Aurora tiene talento para esto –acotó Rose.

–Indudablemente –Christopher miró hacia el prometido de Rose, Ian, quien se mantenía en silencio, sin mirarlo. Se notaba su incomodidad–. Debo continuar saludando a los demás.

–¡Oh sí! –Rose afirmó–. Estaremos por aquí –sonrió y se alejó tomando la mano de Ian. Christopher asintió esbozando una leve sonrisa en respuesta.

La verdad, Christopher no tenía ánimo alguno de saludar a nadie. La cena había sido estupenda y había intentado sonreír lo más genuinamente posible. Sin embargo, se sentía cansado. Solo quería estar solo, aun cuando en ese salón estuvieran las personas que más quería, lo que necesitaba era descanso y silencio.

Toda esa alegría, aquella intimidad y cariño que compartían, hacían que se sintiera más solo que nunca. Más abatido. Triste por la manera en que Caterina se había ido de su lado... él hubiera querido hacer tantas cosas por ella, no obstante los dos sabían que nada era como antes. Le dolía, pero no podía mentir. Quería a Caterina, mas ya no la amaba. Aurora...

–Ni lo pienses –se acercó a él con los ojos grises chispeantes–. Serás uno de los últimos en irte. ¿Entendido?

–Hum –Christopher torció el gesto– yo no...

–Tú eres el cumpleañero y no te volveré a hablar en toda mi vida si me dejas aquí, sola. ¿Entendido de nuevo?

–Te encanta hacer las cosas a tu manera, siempre, ¿verdad?

–Claro, y eso es nuevo... –musitó con sarcasmo. Christopher no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida–. ¿Ves? Eso está mucho mejor.

–¿Dónde está tu novio? –Christopher preguntó y Aurora lo miró nuevamente pues se empezaba a alejar–. ¿Qué? ¿Pensabas que nunca preguntaría?

–No sé a quién te refieres... –ella sonrió levemente– soy misteriosa, ¿recuerdas?

–No lo invitaste porque es mi cumpleaños, supongo.

–No lo invité porque Ryan no está aquí. Y sí, es cierto, ahora es mi novio.    

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora