Capítulo 10

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–Ya me gustaría tener un jefe así y ese tipo de trabajo –Beth comentaba mientras se miraba al espejo con el vestido elegido– puedes abandonarlo cuando quieras...

–Tampoco es así y no veo de qué te quejas. Tu jefe es Leonardo, tu padre –arqueó una ceja–. He escuchado que es un buen jefe.

–Lo es, pero no me tiene consideración alguna por ser su hija –musitó.

–Eso solo lo convierte en mejor persona aún, muy justo –alabó Aurora.

–No está aquí, no necesitas comentarios agradables –rió.

–¿Qué? –Aurora dirigió sus ojos grises hacia ella– ¿crees que lo digo solo por ser agradable? –Beth no contestó. Siguió mirándose al espejo–. ¡Beth!

–Bueno, siempre has sido muy... diplomática.

–¿Y eso es malo?

–No, al contrario. Es muy bueno. Mantienes tus emociones bajo control, es increíble. Admiro eso.

–No sonó como si lo admiraras.

–No es eso –Beth se notaba incómoda–. Es solo que, si siempre mantienes tus emociones bajo control, ¿cómo lograrás que los demás te conozcan?

–Me conocen, para eso no necesitan saber cada una de mis emociones.

–Aurora, si no expresas emociones, parecerás... una estatua.

–¡Beth! Estás muy cerca de insultarme.

–Aurora, lo siento –se disculpó con un suspiro–. Pero, ¿te has enamorado alguna vez? Bien, no. ¿Qué tal si te enamoras y no logras que él mire lo que hay en tu corazón? ¿Cómo podrá saberlo?

–¿Qué te hace pensar que no me he enamorado?

–¿Lo has hecho? –su tono era escéptico. Aurora se sintió ofendida.

–No soy fría.

–No he dicho eso –Beth negó de inmediato– ¿quién te lo ha dicho?

–Nadie –siseó con enfado. ¿De dónde había salido eso?

–Ya veo... ¿él piensa eso de ti?

–¿Quién piensa eso de mí?

–Él. A quién amas.

–Yo no... –Aurora suspiró negando– ¿con solo meses de casada y ya quieres ver amor en todas partes?

–Hum, es lo más cerca de un insulto que te he escuchado jamás, Aurora. ¡Bravo por ti! –rió Beth.

–Qué graciosa –puso en blanco los ojos–. No hagas que desespere o te dejaré aquí sola mientras huyo a algún lugar.

–Estoy casi segura de que sabría dónde encontrarte.

–¿Por qué sabrías algo semejante?

–Porque donde sea que está Christopher, estarías tú.

–Y... ¿qué te parece este vestido? –Aurora lo tomó con rapidez–. Creo que me lo probaré. Después de todo, nunca sobra un buen vestido.

Beth la miró con curiosidad mientras se adentraba en un vestidor. Lo cierto era que su actitud era por demás rara, ya que Aurora no solía incomodarse cuando se la cuestionaba sobre su cercanía con Christopher. Es más, nunca había conocido a nadie que tomara tan natural que todos pensaran que tenía una relación con alguien que realmente no tenía. Ni siquiera se molestaba en explicar, lo hablaba con una facilidad ilógica. Y ahora... se había puesto nerviosa. ¡Aurora, nerviosa! Eso no era algo común. Y si no fuera absurdo, llegaría a pensar que Aurora estaba enamorada de Christopher.


***

–¡Absurdo! –exclamó Rose abrazando a Christopher y conduciéndolo hasta el interior de su departamento–. ¿Realmente lo ha dicho?

–Sí, que todo se ha terminado –la estrechó con suavidad–. Quiero a Caterina.

–Lo sé, ella también te quiere. Es solo que... imagino lo difícil que es.

–¿Qué es difícil? La amo y ella a mí, deberíamos estar juntos.

–¿Y Aurora?

–¿Aurora, qué? –suspiró con cansancio–. Aurora es mi amiga, la quiero, no tiene nada que ver con esto.

–Y aun así, tiene todo que ver, ¿verdad? –Rose comentó, suspicaz–. Lo veo, durante la fiesta de cumpleaños de Beth, Caterina odia a Aurora.

–Un odio que no tiene razón de ser –Christopher se sentó en el sofá y Rose hizo lo mismo–. ¿Cuál es el problema en que quiera a Aurora? Te quiero a ti también. Y a Danaé, a Beth, a Daila...

–Christopher –Rose le tomó la mano– lo sé, pero es que no ves lo que todos vemos.

–¿Qué es lo que todos ven?

–Bueno, quizá para ti solo sea amistad, un cariño fraternal, sin embargo... bueno, no siempre parece así.

–¿A qué te refieres? –preguntó, desconcertado.

–A eso. Ustedes no parecen hermanos, parecen una pareja, Christopher.

–¡Entre Aurora y yo no hay nada! –pronunció con cansancio.

–Lo sé –lo tranquilizó–. Bueno, quizá las apariencias engañan.

–Es que en verdad no lo entiendo. No veo qué es lo diferente entre Aurora y cualquiera de ustedes –se refería a las demás mujeres de su familia.

–Aunque me encanta presumir de nuestra relación estrecha, Christopher –sonrió Rose– nunca has estado unido a mí como lo estás a Aurora. Siempre a su lado. Acudiendo a ella, tú la quieres mucho.

–Nunca he negado que la quiero.

–¿Y Aurora?

–¿Qué sucede con Aurora?

–¿Qué es lo que siente Aurora por ti?

Christopher la miró con profunda incredulidad, como si de pronto hubiera perdido la razón. ¿Qué clase de pregunta era esa? Era evidente lo que sentía. Y de ninguna manera era nada romántico. Ni remotamente.

–No sé por qué derivamos en Aurora, y parece el punto central siempre que hablo de mis sentimientos. Pero no existe nada. Somos amigos, somos familia y...

–La quieres como si fuera de tu familia, pero no lo son realmente. Aurora es una mujer y tú eres un hombre.

–Eso no es ninguna novedad –arqueó una ceja Christopher.

–Sí, pero tú no pareces verlo. Aurora es una mujer, no es tu hermana.

–Lo sé –susurró, cerrando los ojos. No era su hermana, solo la mujer con los ojos más increíbles que había visto jamás.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora