Capítulo 27

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Meses después.


Christopher caminó despacio, tras mirar el cielo que empezaba a despejarse de los nubarrones negros que lo habían cubierto durante toda la mañana. Hacía poco más de una hora que había dejado de llover y él se había dirigido ahí, a visitar a Caterina.

–Hace un año me dejaste, Caterina –habló Christopher en voz baja, agachándose hacia la lápida–. ¿Recuerdas lo que me pediste? Sí, que fuera feliz con quien amaba. Tú lo sabías, que la amaba, pero no me lo reprochaste. Fuiste una gran novia y una increíble persona. No te voy a olvidar, nunca lo haré –pasó sus dedos sobre la inscripción de su nombre–. Te lo prometo, siempre estaré aquí, para ti.

Escuchó pasos detenerse a corta distancia. Elevó sus ojos verdes y se encontró con Aurora. Le sonrió.

–¿Lo ves? Tenías razón, terminé enamorándome de ella. La amo, soy feliz... sé que tú también lo eres, dónde te encuentres. Te amo –colocó una rosa despacio y se levantó. Caminó hacia Aurora–. ¿Nos vamos?

Aurora asintió, tomando la mano de Christopher para caminar a su lado. Lo amaba aún más por aquel gesto. Después de que hablaran ampliamente sobre lo sucedido con Caterina y, a pesar de que Aurora seguía creyendo que había mejores formas de manejarlo, lo dejo estar. Christopher había sido leal a lo que sentía correcto en su corazón y, aunque le había dolido, había seguido firme en su decisión. Ella no era tan fuerte y, aunque había decidido que no volvería a darle una oportunidad a Christopher, había desistido tras estar unos días en su compañía, escuchándolo, mirándolo... él era tan diferente. Él era fuerte, pero sabía lo que era sentirse solo y abandonado. Él daría lo que fuera porque una persona no se sintiera así en su vida, sobre todo aquellas personas a quienes había amado.

Sí, definitivamente lo amaba más por eso. Sonrió.

–¿Qué sucede, amor?

–¿A qué te refieres, Christopher?

–Has sonreído, parecías totalmente feliz.

–Sí, es que me he dado cuenta de algo importante.

–¿De qué?

–Qué te amo. Aún más, por todo lo que hiciste. Te amo por la manera en que lo dejarías todo por ayudar a quienes amas. Eres increíble. Te amo –susurró.

–Me gusta escucharlo –Christopher la estrechó contra él– has tardado.

–Deberías agradecer que te lo he dicho –bromeó Aurora, sintiendo como Christopher depositaba un suave beso en su cabello– eres tan dulce.

–Eso no suena nada halagador para mi masculinidad.

–No pensé que te importara demasiado eso. Después de todo, estabas dispuesto a compartirme con otros hombres.

–De hecho, no. Créeme, eso no habría llegado a suceder.

–¿Crees que puedes evitar que haga algo que quiero?

–No. Pero, sé que no lo querías. Porque me amas.

–No lo sabías en ese momento.

–Tú quizá no. Pero yo sí lo sabía.

– Eso es imposible.

–¿Lo es? –Christopher le abrió la puerta del auto– ¿nos vamos a casa?

–A casa –asintió Aurora con una sonrisa. Pasaban tanto tiempo juntos, que el departamento de Aurora se había convertido en un lugar de ellos dos, y todos bromeaban sobre el hecho de que deberían oficializar el hecho de que vivían juntos, siendo absurdo que Christopher mantuviera su departamento aún.

–¿Y por qué el misterio en estos días? –Christopher giró su rostro brevemente hacia ella–. ¿Aurora?

–Sabes perfectamente por qué –sonrió, divertida– tu cumpleaños se acerca.

–Temo preguntar qué has planeado en este año –suspiró con dramatismo. Aurora rió–. Me encanta escucharte reír.

–Tú logras que sea feliz –Aurora comentó con tono casual–. Ah, pienso pedirte matrimonio.

–¿Qué tú qué? –Christopher exclamó con voz un tanto aguda. Aurora volvió a reír–. ¿Era mi regalo de cumpleaños?

–Algo por el estilo.

–Es una lástima –él detuvo el auto. Aurora lo miró con curiosidad– has estropeado la sorpresa.

–¿Qué sorpresa?

–Esta sorpresa –sacó de su chaqueta una cajita envuelta cuidadosamente.

–Oh... yo solo bromeaba... –miró fijamente, con incredulidad.

–Aurora Cavalcanti, ¿te casarías conmigo?

–¡Oh, Christopher! –se echó en sus brazos con emoción, sin importarle que estaban detenidos al borde de una carretera. No era precisamente lo más romántico del mundo, pero a Aurora eso no le importaba. Era Christopher y nada lo haría más perfecto que eso.

–¿Eso es un sí?

–¡Por supuesto que sí! –afirmó, sintiendo los brazos de Christopher rodeándola con calidez. Lo amaba. Demasiado.

–Lo siento –susurró risueño Christopher– creo que vas a tener que pensar en otro regalo de cumpleaños.

–Sí, supongo que sí –contestó Aurora, con su voz llena de emoción mientras Christopher deslizaba el anillo en su dedo. Era perfecto, hermoso y sobrio... solo perfecto– es hermoso.

–Temía que no te gustara. No soy muy bueno con esto.

–Es perfecto. Y no tendrás que ser bueno en ello. Será el único anillo de compromiso que elijas en toda tu vida.

–¿Posesiva? –Christopher sonrió. Aurora intentó ponerse seria y asintió, pero ante la mirada profundamente verde de Christopher, rió–. Eres preciosa.

–Christopher...

–Lo eres. Interna y externamente, eres preciosa.

–Es el mejor cumplido que me han hecho en toda mi vida.

Christopher sonrió sintiendo que todo el amor que sentía por Aurora ocupaba el espacio a su alrededor. Quería gritarle al mundo que la amaba, que le pertenecía y sería su esposa. Sin embargo, no era necesario gritarlo, su mundo estaba en ese auto nada más. Era Aurora. Únicamente, Aurora.

–Te amo.

–Espera... –Aurora lo miró con una amplia sonrisa– este es el mejor.

Christopher le brindó otra sonrisa, mientras atrapaba sus labios con pasión. No importaba que no fuera el lugar que él había planeado ni que todo se hubiera precipitado, ni que estuvieran en un lugar público ni que... bueno, lo único que realmente importaba era la persona que estrechaba en sus brazos. A la que amaba. A quien no dejaría ir porque era ella. Siempre ella. Y esa, era la mejor razón.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora