–¿Tu Aurora? –interrogó, con un hilo de voz.
–Aja –le recorrió el rostro con suaves besos–. No aquella fachada que muestras ante todos, solo como tú... así eres perfecta. No deberías ocultarlo.
–No oculto nada –contestó incómoda, sintiéndose débil por no poder resistirse a las caricias de Christopher. Pero... es que... lo amaba. Tenía que ser eso–. Basta.
–No –él susurró en su oído. Se detuvo por un instante, solo para rodearla aún más fuerte con sus brazos y besarle los labios–. ¿Me amas?
–¿Qué? ¿Has perdido la razón? –Aurora se removió, intentando apartarse–. Christopher, esto no es divertido.
–No es ese el objetivo –respondió risueño.
–Definitivamente... ¡has perdido la razón!
–Quizás un poco –sonrió contra sus labios–. Te amo.
–No hagas esto, no quieres hacerlo.
–¿El qué? ¿Decirte qué te amo? ¿Qué no puedo imaginar mis días sin ti? ¿Qué no sé desde qué momento me empecé a enamorar de ti, pero que ahora no puedo creer que haya pasado un día sin que te amara total, absoluta e irremediablemente?
–¿Por qué me haces esto? –Aurora cerró sus ojos con fuerza, deseando... bueno, pretendiendo que su corazón simulara querer estar lejos de ahí. No lo estaba consiguiendo, es más, lo único que estaba logrando, era escuchar a Christopher más atentamente, convenciéndose de que quizás tenía razón–. Por favor...
–Aurora, te amo.
–No es cierto.
–Claro que lo es. Te amo. Siempre te amaré. Siempre serás tú.
–No puedo hacerlo –Aurora miró al suelo, luego dirigió sus ojos grises con decisión hacia Christopher–. Fue un error haber venido. Quiero que me dejes ir. Ahora.
Los ojos verdes de Christopher se pusieron serios al instante. Con agilidad, la soltó y le hizo una especie de reverencia, indicándole que pasara.
Aurora caminó rápidamente hasta la puerta. En el picaporte, se detuvo con indecisión, sabiendo lo que debía hacer. Sin embargo, no era lo que quería hacer. Es que... lo amaba. Era un estúpido y se había comportado como un idiota, pero lo amaba.
–Sé que me voy a arrepentir de esto –pronunció Aurora de espaldas aún. En cuanto giró, se encontró con Christopher a su lado, mirándola con indecisión– ¿y ahora te detienes a pensar?
Él rió bajo. La estrechó contra su cuerpo, aspirando el aroma dulce que se desprendía de ella. Quería colmar sus sentidos de Aurora, de lo que significaba tenerla nuevamente, lo que no se había permitido soñar que sucedería.
–Te amo, Aurora. No puedes imaginarte cuánto te amo.
–Quiero creerte –soltó el aire despacio– pero no sé si...
–Shhh... está bien, te has quedado –Christopher le sonrió levemente– eso me basta por el momento.
Aurora intentó pensar en algo ingenioso que decir, pero por primera vez en mucho tiempo, su mente se había quedado completamente en blanco. Se sentía aturdida, completamente desbordada por la presencia de Christopher. Sólo existían los dos, en un mundo aparte, lo que no pensó que sería posible nunca más. Sin embargo sí que lo era. Y se sentía tan endemoniadamente bien que poco importaba si no era lo correcto, o si ella debería detenerlo, o si...
El hilo de sus pensamientos se perdió bajo la influencia de las manos de Christopher que la recorrían con lentitud y habilidad, él la conocía, y eso se sentía en cada caricia que le brindaba. Solo Christopher podría volverle loca. Lo amaba.
–Tú... –Christopher se detuvo con rabia. Aurora lo miró con curiosidad, sin entender que había sucedido– ¿tú no viniste por mí?
–¿Qué? –Aurora exclamó sin comprender– ¿a qué te refieres?
–¿Estás preocupada por mí? ¿Por qué soy alguien de tu familia?
–No eres... –suspiró–. Christopher, yo no sé...
–La última vez que te vi... tú estabas con tu novio y...
–Sí.
–¿Lo amas?
–¡Christopher!
–¿Lo amas, Aurora?
–¿Has perdido la razón? ¡Christopher! ¿Cómo puedes preguntarme eso? ¿Qué rayos se supone que haría besándote a ti si amara a Ryan?
–Pero es tu novio...
–Christopher, debes entender que...
–No, yo no debo entender nada –él se cruzó de brazos, enfurruñado– ¿cómo puedes estar con él y conmigo?
–Definitivamente, tú no sabes lo que quieres –Aurora suspiró con impaciencia– ¿me amas?
–Sí.
–¿Te importa que tenga novio ahora y no mientras me acorralaste en la cocina?
–Yo no... –Christopher se pasó una mano con desesperación por su cabello negro, despeinándolo aún más–. No sé qué estaba pensando.
–Evidentemente...
Los dos se quedaron en silencio, mirando alrededor sin ver nada en realidad. No había mucho por decir, la confusión y tensión se respiraba en el aire.
–Aurora...
–¿Sí?
–No me importa –pronunció con firmeza. Ella lo miró–. No me interesa si tienes un novio o cientos. Si estás a mi lado siempre o no... –vaciló– yo sé que no te merezco, ni siquiera una oportunidad. Pero te necesito. Te amo. Y, aceptaré lo que puedas darme.
–¿Ah sí? –Aurora dijo con incredulidad. Él asintió– ¿no te importa que no seas el único hombre en mi vida?
–No –pronunció con tono bajo y seco– no me importa.
–Tú no podrías vivir con algo así –Aurora sonrió divertida.
–¿Te estás burlando de mí?
–¡Ay, Christopher! ¿Cómo puedes ser tan perfecto? –Aurora le pasó los brazos por el cuello, apretando su cuerpo contra él–. ¿Sabes algo? No necesito a otro hombre más que a ti. Te quiero a ti, sólo a ti... –le susurró en el oído– y, una cosa más, tú vas a estar solo conmigo. Porque seré tu novia.
–¿Así, oficialmente?
–Por supuesto. Pero debes pedírmelo bien.
–Lo haré. Pero, tú... ¿y él? –inquirió, refiriéndose a Ryan.
–Ah, ¿no te comenté? Terminamos hace un tiempo. No funcionaba.
–¿Por qué no?
–Ryan tenía la loca idea de que yo amaba a alguien más.
–¿Y estaba en lo cierto?
–Quizás y si...
Christopher sonrió, antes de volver a atrapar los labios de Aurora por un largo rato, pensando que, definitivamente, aquellos ojos grises eran los más hermosos, dulces y perfectos que había visto en toda su vida.
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Siempre tú (Italia #9)
RomanceAurora Cavalcanti y Christopher Accorsi habían estado juntos y unidos desde que eran unos niños. Las cosas no habían cambiado con el tiempo; en apariencia, el lazo era más fuerte que nunca. Solo que, las apariencias engañan. Y lo que todos ven co...