Capítulo 13

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¿Fuegos artificiales? ¡No se acercaba a lo que había sentido! El universo entero se había sacudido ante la exigente presión de los labios de Christopher sobre los suyos. Y le había correspondido. ¡Oh sí! ¿Acaso había una conducta más correcta que esa? ¡No, al menos no una que pudiera pensar en ese momento!

Increíble. Es que no había más palabras que lo pudieran describir. Irreal, Christopher la tomaba entre sus brazos y a continuación la besaba. Algo que nunca pensó que pasaría. Sí, increíble lo describía muy bien.

Se separó con lentitud, intentando extender el momento el mayor tiempo posible. Tenía miedo de lo que podría encontrar en la mirada de Christopher. Él estaba pasando por una etapa difícil y ella, bueno, ella lo amaba. Era así de complicado.

Christopher no dijo nada. Parecía sorprendido y confundido. Su rostro intentó disfrazarlo de inmediato, pero Aurora era mucho mejor ocultando lo que pensaba. Él no pudo leer absolutamente nada en ella. Ni disgusto, ni interés. Nada.

–Bueno, eso ha estado fuera de lugar –habló Christopher tras unos minutos de pasear en silencio– lo siento.

–No, no tienes por qué disculparte –Aurora se sintió ofendida. ¿Tanto lo había disgustado?–. Los dos hemos participado.

–Y muy activamente –murmuró Christopher con un toque de ironía. Aurora se detuvo y lo miró– ¿qué sucede?

–No es gracioso, Christopher. Tú sabes que yo no... –Aurora suspiró con cansancio–. Olvídalo, yo soy fría. No siento nada.

–Espera, yo no quise... –Christopher maldijo para sus adentros. Sí, alguna vez se lo había dicho. Pero es que no sabía cómo era realmente. Veía solo lo que quería. No a Aurora en su totalidad–. ¡Espera! –insistió cuando se alejaba. La tomó del brazo con suavidad para detenerla–. No quise decir eso.

–Claro que sí. Lo que has visto hoy, Christopher, no cambia nada. Tú continuas creyendo que yo no siento nada –sus ojos se pusieron brillantes– que soy una... ¡estatua! ¿Crees que no tengo corazón? ¿Acaso piensas que es fácil ser tu hermana? ¡Porque en verdad que no lo soy!

–Yo no creo que...

–¡En verdad, Christopher! –Aurora continuó con desesperación– ¿por qué no ves que soy una mujer también? ¡Tengo sentimientos! Soy tu amiga, sí, pero... ¡a veces la amistad no es suficiente!

–¿A qué te...?

–Y ya lo sé. No hace falta que lo digas. Tú jamás podrías sentir por mí nada más que cariño. Un amor fraternal. Me quieres, siempre lo harás. ¡Eso es peor aún!

Christopher decidió no decir más. Aurora no parecía escuchar, de cualquiera manera. Pero, ella no decía más. Se había quedado en silencio, aparentemente respirando para recobrar el aliento que había perdido tras su exabrupto. Era sorprendente. No recordaba haberla visto tan alterada desde... bueno, quizás desde que André arrojó una de sus tazas de porcelana desde el segundo piso de la Mansión Ferraz, cuando tenían unos siete u ocho años.

De toda su retahíla de palabras, había entendido muy poco. Algo de no ser su hermana y que eso no era fácil, o algo por el estilo. Realmente, no podía estar refiriéndose a... ¿algo más?

Bien, el beso definitivamente no había tenido nada de fraternal. Había sido puro fuego. Pasión. Totalmente embriagador.

No estaba seguro de lo que había sentido, sin embargo, en aquellas semanas no había estado seguro de nada en realidad. Se sentía cansado de extrañar a Caterina, de no tener noticias suyas y realmente empezaba a pensar que ella no iba a volver. No contestaba las llamadas ni los mensajes y devolvía cada uno de sus regalos. Estaba claro que lo había olvidado. Ni siquiera le abría la puerta.

Y él la quería mucho. Pero también estaba cansado. Ahora, estaba Aurora ahí, mostrándole lo diferente que era a lo que él pensaba de ella. Bueno, quizá no totalmente diferente, solo que era mucho más de lo que él había imaginado. Mucho, mucho más.

Dos días habían bastado para que él la mirara diferente. Un beso había cambiado la perspectiva de sus sentimientos, abriéndole la posibilidad a que tal vez si pudiera sentir algo más por ella que tan solo amistad. Y no, nunca antes lo había pensado de verdad. Porque sencillamente, ellos eran totalmente diferentes. Opuestos y...

Quizá no tanto. Quizás y solo quizás, eran más parecidos de lo que creía.

Y, tal vez, por aquellas ironías de la vida, podía existir algo entre ellos. Algo más profundo e intenso de lo que él pensaba. Lo había sentido, estaba ahí.

–Claro que te quiero, Aurora –Christopher la abrazó por detrás. Ella se removió, inquieta. No le gustaba llorar–. Ven aquí.

–No, no quiero tu lástima, Christopher.

–¿Lástima? ¿Por qué tendría lástima de alguien como tú? –él sonrió levemente–. Eres hermosa, inteligente y tienes buen corazón. Siento envidia, realmente.

Aurora inspiró hondo y pasó una mano por las mejillas. Christopher se puso frente a ella, tomando su mano depositó un suave beso en ella. Luego se dirigió a sus mejillas, su frente y su barbilla. Tomó el rostro de Aurora entre las manos y le besó con suavidad los labios.

–Christopher, no... –bajó su mirada al suelo. Él le tomó el rostro con más firmeza, para que lo mirara.

–No te veo como mi hermana, Aurora –sus ojos verdes se clavaron con intensidad en ella–. Créeme, no lo hago. Al menos, no más, ¿no te parece? –intentó bromear pero se puso serio de nuevo–. No puedo decirte que... bueno, definitivamente, siento algo más por ti que solo amistad. No sé cómo empezó ni cuando cambió pero... cambió.

Aurora asintió, desviando su mirada el mayor tiempo posible. Si lo miraba, ¿qué sería lo que él vería en sus ojos? ¡Tenía miedo de descubrirlo!

–Quizá no es mucho, no obstante mi ruptura con Caterina ha sido relativamente reciente y hemos estado juntos por años, ¿sabes? –ella asintió–. Pensé que... bueno, pensé muchas cosas en su momento. Pero pasó, estoy contigo ahora y me gustaría que esto no cambiara nada entre nosotros. Es decir, no quiero que te alejes de mí... no quiero perderte. Quiero que funcione.

–¿Qué funcione qué, Christopher? –inquirió Aurora con un suspiro–. Tú amas a Caterina y... eso es bastante –cerró los ojos por un instante– es mejor que regresemos a la casa.

–Yo no sé si la amo –pronunció Christopher con lentitud. Era la primera vez que se atrevía a ponerlo en palabras–. Han sido tantos años pensando que sí y de pronto dejar de pensarlo es difícil. Aún no sé si realmente la amo o solo es la idea de...

–Lo entiendo, no necesitas explicármelo.

–No me dejes, Aurora –pidió en voz baja. Ella lo miró de inmediato–. Jamás había sentido esto con nadie más.

–Ha sido bastante increíble, ¿no? –replicó y suspiró–: es complicado, Christopher.

–Lo sé. Pero podría ser simple.

–¿Cómo?

–Tiempo. Con el tiempo, todo llega a saberse tarde o temprano.

–Tiempo... interesante. ¿Qué sería esto, entonces?

–Una prueba –Christopher se encogió de hombros–. ¿Crees que resista?

–¿Crees que yo lo haga? Eres demasiado frío –ironizó y los dos rieron.

Siempre tú (Italia #9)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora