Capítulo 4: Nueva profesora.

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Observé a la mujer durante un rato. Se movía con rapidez y esto la hacía parecer realmente apurada. Pero a pesar de eso, no paraba de tomar fotos. Recordé que debía dirigirme al auditorio escolar, donde probablemente estaba el director dando su monólogo típico de todos los años. Siempre usaba las mismas palabras, similar a una grabadora, una muy vieja...

Odiaba intensamente sus discursos. Solía mencionar la importancia del buen comportamiento al menos por una hora, para después pasar a hablar de religión.

Entré y tomé el primer asiento vacío que encontré. La sala se encontraba ocupada por todos los alumnos y maestros que aunque deprimidos, se dedicaban a iniciar sin remedio el año escolar. La imagen de la mujer de la cámara apareció en mi cabeza, pensé que probable sería una nueva alumna y ese era el motivo de su afán por terminar su sesión de fotos; si era una estudiante, debía estar presente en la reunión.

Pasadas dos horas, el director pronunció las palabras que daban por terminado su discurso:

—Diríjanse a sus respectivas aulas de clase, los maestros irán pasando aleatoriamente por ellas anunciando la materia que impartirán este año y las reglas pertenecientes a su asignatura.

De inmediato se escuchó el ruido de todos los estudiantes saliendo del auditorio, rumbo a sus salones. El primer día, aunque aburrido, nunca suponía problema alguno. Los maestros pasaban por las aulas y nosotros nos dedicábamos solamente a escucharlos. 

El día transcurría con lentitud. Los profesores iban y venían, todos ellos diciendo sus monólogos que parecían también haber memorizado.

De repente entro una mujer al aula.

—Buenos días chicos—dijo brevemente.

Todos respondimos su saludo al unísono, como estábamos acostumbrados desde pequeños. Este gesto denotaba respeto, o al menos eso afirmaba el director.

—Es la chica de las fotos—pensé al ver la cámara colgando de su cuello.

La miré sorprendida, era bastante bonita. Su cabello le daba un look despreocupado que sentaba genial con su rostro joven. Tenía una estatura promedio y unos lindos ojos cafés.

—Soy su nueva maestra de literatura—dijo, sacándome de mis pensamientos.

—Mi nombre es Anneliese Castillo—continuó.

Pude notar como todos mis compañeros la observaban extrañados. No esperábamos que llegara una nueva profesora de esa área, pero personalmente no me molestaba en absoluto.

—Sé que a su edad no es muy común que disfruten la lectura y mucho menos la realización de análisis literarios. Pero estoy segura que deben existir personas con potencial aquí—dijo cambiando su tono a uno un poco más serio. Me sorprendió su agilidad para empezar con la clase, otros maestros suelen extender más su presentación personal.

Todo el aula se quedó en silencio ante aquella afirmación precipitada.

—Necesito comprobar como se encuentran con respecto a la redacción. ¿Les parece si hacemos un examen diagnóstico?

Yo miré a Amelia y ella me devolvió la mirada, llena de terror. La tensión era palpable en el aula.

—Prometo que será sencillo—prosiguió la profesora. Dejó de hablar por un momento, apreciando nuestras caras de sorpresa. Sonrió ligeramente, satisfecha por nuestras reacciones.

En sus mejillas se formaron dos pequeños hoyuelos que la hacían ver extremadamente tierna, pero su mirada tenía un poco de malicia.

—Saquen una hoja, esto será breve—soltó firmemente.

Todos hicimos caso a sus indicaciones, como robots siguiendo una orden.

—Tienen 30 minutos para escribir un ensayo. Pueden usar el tema que deseen, pero procuren que sea algo de lo que tengan conocimientos, porque quiero escritos decentes.

Miré mi hoja y me quedé paralizada. Siempre fui buena para escribir, pero esa mujer sabía como provocar pánico. Levanté la mirada y pude ver como pasaba sus ojos por cada uno de los puestos, tenía altas expectativas. No sabía a lo que se enfrentaba...

Respiré profundo y empecé a escribir. Tener nuevos profesores siempre requería un esfuerzo extra, eso lo sabía muy bien. Estaba acostumbrada a tener la admiración de todos ellos, especialmente por mi talento en la escritura. Anneliese no sería la excepción.

Me esforcé realizando un buen ensayo, lo escribí sobre el arte; refiriéndome a él en todas sus formas. Fui directa con mi opinión y cité a varios autores que habían otorgado la suya. Dediqué tiempo a encontrar las palabras precisas para describir todo a detalle e hice una genial reflexión  sobre como el arte era menospreciado. Me dejé llevar por la inspiración y no me importó plasmar en el papel todo cuanto yo pensaba.

Pasados los 30 minutos junté las páginas que había escrito, 5 para ser exacta. Las uní con un ganchito y las dejé en el escritorio de la maestra. Poco a poco mis compañeros empezaron a hacer lo mismo, algunos dudando al momento de soltar sus trabajos frente a ella.

...

—¿Ya todos entregaron sus ensayos?—preguntó Anneliese al ver que nadie más se acercaba a dejar el suyo.

Asentimos con la cabeza.

—Perfecto. La hora ya acabó, así que me retiro; que tengan un buen día chicos—dijo y salió del aula.

Esperé unos segundos tratando de procesar lo ocurrido previamente, esperaba que mi esfuerzo valiera la pena. Me acerqué a mi amigo Damián y le pregunté como le había ido.

—Espero que bien—dijo preocupado.—parece estricta, ¿verdad?

—Es mala—dijo Amelia acercándose a nosotros repentinamente.

—No es mala, solo quería saber nuestras capacidades—repuse yo.

—Son inexistentes—insistió Ami.

—Excepto las tuyas Lucy, probablemente te irá genial—dijo Damián.

—Eso espero—exclamé.



Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora