Anneliese.
Me dirigí con rabia a la sala de profesores, me senté en mi puesto y me perdí en mis pensamientos. No lograba terminar de asimilar la información, no comprendía lo que acababa de suceder. Tal vez trabajar con jóvenes no era tan maravilloso como yo creía. Quizás ellos solo fingían para parecer buenas personas. No recordaba haber sido así en mi adolescencia. Al parecer las cosas habían cambiado...
Observé mi collar nuevamente, no pude evitar comparar el color de la esmeralda con los ojos de Lucía. Ya no parecían tan hermosos.
Bajé la cabeza con resignación, no iba a decir nada, pero eso no evitaba que mi enojo fuera evidente. El director no tenía por qué enterarse, los padres de los implicados tampoco. Solo quería que mi auto volviera a estar como antes. Sólo quería pasar la página.
—¿Qué te sucede?—preguntó Alexis al notar mi expresión de angustia. Era imposible ocultar mi estrés.
No quería responderle, ni a él ni a nadie. No tenía ánimos de hablar, de pronunciar palabras. Mi voz luchaba para salir.
—Nada—me esforcé por decir. No quería parecer grosera.
Me levanté del asiento y fui a hablar con el director. Quería pedirle permiso para retirarme, no me sentía para nada bien. Inventé una excusa rápida y me marché de ahí sin más.
Llegué a mi casa después del viaje en autobús, por primera vez no me importó tomar ese tipo de transporte. No tenía ganas de conducir y por ahora, tampoco tenía carro. Jamás imaginé que ellos hicieran algo así, me sentía decepcionada y para ese momento, la furia ya no hacía parte crucial de mi estado de ánimo, sólo me sentía cansada y con ganas de dormir. Me recosté en la cama con movimientos pausados, como suponía que estaba todo a mi alrededor, lento, sin mucho sentido.
...
Al día siguiente no estaba precisamente renovada, pero el descanso fue necesario para por lo menos considerar asistir a dar clases. Debía ser responsable, tenía que demostrarle al director que era alguien dedicada, a pesar de lo contradictorio que eso sonara después de haberme marchado repentinamente el día anterior.
Tomé el autobus temprano, lo último que necesitaba era llegar tarde. Crucé los pasillos sin mirar alrededor, procurando ignorar que el mundo seguía su curso. Escuché la voz de Alexis decir mi nombre a lo lejos, simplemente lo ignoré, aún no quería hablar.
Cuando me encontraba realmente distraída, alguien tocó mi hombro. Volteé con frustración, no estaba de humor para hablar con alumnos, pero sabía que tenía que sonreír, al menos por cortesía. Mis ojos se abrieron al ver a quien tenía enfrente. Traté de recobrar la compostura, pero fue difícil parecer natural.
—Buenos días director—exclamé forzando una sonrisa y extendiendo mi mano.
—Buenos días Anneliese, ¿cómo ha estado?—respondió correspondiendo mi saludo.
—Bien—mentí.
—Necesito hablar con usted—dijo sin rodeos—por favor acompáñeme a mi oficina. Es un asunto algo delicado.
Sus palabras me cayeron encima como agua helada. Mi mente creó mil escenarios catastróficos, dignos de una película. La intriga me destrozaba la cabeza, el miedo recorría mi piel. Ese hombre podía ponerme nerviosa con tan sólo dirigirse hacia mí. Me inquietaba lo que podría decirme; se me ocurrieron cientos de posibles alternativas. Supuse que se había enterado del desastre con mi carro, llegué a pensar que algún estudiante se había quejado de mí, ahora no confiaba en ellos. Mi mayor miedo apareció vibrante en mi cabeza: ¿y si se enteró de mi orientación sexual?
Me vi desempleada, triste y hambrienta. Sabía que él era un hombre bastante homofóbico y aún cuando no existía manera de que se enterara de mis preferencias, pensarlo me aterraba.
Caminé con desconfianza hasta su oficina, siguiendo sus pasos. Sintiendo como mi terror crecía mientras nos acercabamos a la habitación.
—¿Se encuentra bien?—preguntó notando mi ansiedad.
—Sí, perfectamente—dije. Mi rostro contradecía mis palabras.
Una vez entramos a su oficina me indicó que tomara asiento. Yo obedecí mirándolo fijamente, se portaba amable. Podría ser una fachada, sentí ganas de huir.
—La cité aquí porque necesito su colaboración en algo—expresó.
Me sentí estúpida. Mi paranoia era extrema, me sorprendían mis propios alcances.
—Claro, dígame—dije ya más calmada al saber que todas mis suposiciones eran falsas.
—Cómo usted ya se habrá enterado, cada año se realiza un concurso literario en donde compiten todas las instituciones del área.
Asentí con la cabeza. Había oído comentarios al respecto, pero no tenía mucho conocimiento aún.
Él continuó hablando.
—Siempre hemos destacado por los buenos puestos que obtenemos en ese tipo de eventos y no quiero que esta vez sea la excepción—dijo serio.
Yo lo miré con recelo. Presentía a donde quería llegar con este discursito.
—Necesito que trabajes en conjunto con un alumno, deben crear un cuento digno de ser presentado. Eres la encargada del área de literatura así que confío en que elegirás al estudiante adecuado.
Su petición fue más grande de lo que pensé.
—Como usted diga—respondí. Mi tono de sumisión me sorprendió.
Salí del lugar después de escuchar sus palabras de agradecimiento, pocas veces había percibido tanta falsedad en una frase. Poco después comprendí la gravedad del asunto. Mis alumnos eran un desastre redactando un simple ensayo, realizar un cuento estructurado iba a ser imposible. Me pareció que los dos meses de plazo que me había otorgado no serían suficiente. Temí por un momento fallarle al director, pero después la solución llegó a mi mente, de nuevo el coraje me invadió. Solo había alguien que podía ayudarme. Pero dicha persona era a quien menos quería ver en ese momento...
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Love Time ©
Romance"El amor aparece cuando menos lo esperas" solo suponía una frase vana para Lucía, de aquellas que suenan bien al decirlas, pero tienen poca cabida en la realidad. Jamás se habría molestado en buscarle algún tipo de lógica a esas palabras, hasta que...