Capítulo 24: Queriéndote por accidente.

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Anneliese

Mirando a mi mejor amigo, mientras él contaba con exaltación todo cuánto había vivido esa noche, no pude más que sonreír y llevarme la mano a la frente con gracia.

— ¿De verdad al director se le cayó el ramo de rosas en un charco? —pregunté divertida.

—Muy en serio, Ann. Cuando abrí la puerta, lo primero que vi fue el ramo destruido frente a mis ojos.

Me tiré en el sofá soltando una sonora carcajada. Me producía mucha gracia el imaginarme la escena que narraba Alexis. Después me senté nuevamente para exclamar:

— ¿Y cómo reaccionaste?

— ¡Casi me da un infarto, mujer! Tan solo imagínalo, ¡es nuestro jefe! ¡Y me estaba invitando a una cita romántica! —dijo Alexis haciendo énfasis con su tono de voz en la última palabra.

Después de una larga conversación que giraba en torno al mismo gracioso suceso, mi amigo finalmente se despidió de mí con un sonoro beso en la mejilla y salió de mi apartamento dejándome sola y con mil cosas en la mente. Durante toda la charla con Alexis, mi cabeza estuvo distrayéndose cada tanto con aquella extraña situación que había vivido junto a Lucía; ese raro sueño que parecía más real que falso, esa bonita playa que creía realmente haber visitado, ese mar, ese sol, ese momento casi mágico junto a ella...

¿Era realmente fiable pensar que ese rastro de arena que encontré en mis pantalones había salido de la nada? ¿Cómo podía explicarme a mí misma aquel suceso? ¿Existía realmente una explicación lógica para lo que había vivido? Lucía quizás podría saberlo, ella probablemente tenía respuestas en donde yo solo hallaba incógnitas. Quizás esa niña de bonitos ojos verdes podía entender la situación y aclararme cómo es que un simple sueño tuvo efectos en la realidad. O, por otro lado, quizás Lucía era totalmente ajena a lo ocurrido, y al pedirle explicaciones, no obtendría más que una cara de confusión de su parte. ¿Por qué ella tendría que tener respuestas? ¿Acaso ella tenía algo que ver con un sueño que solo se vivió en mi mente? Mi estudiante no tendría razones para entender lo que pasa o no dentro de mi cabeza, pero aún así, necesitaba preguntarle.

El afán de saber finalmente si Lucía podía descifrar mejor que yo todo este misterio, me llevó a pensar con preocupante seriedad en escribirle y preguntarle, pero realmente no me sentía capaz de ello.

—No, Anneliese. Tú te quedaste dormida mientras ella redactaba el cuento, no tienes ningún derecho a escribirle un mensaje y perturbar su paz—me regañaba a mí misma en silencio.

Y sí, mi voz mental tenía toda la razón, debí quedar como una desinteresada y terrible maestra frente a ella. Y así, movida por aquel sentimiento de frustración, decidí no preguntarle nada hasta verla al día siguiente en el colegio.

...

La jornada corría tan lentamente que parecía nunca querer llegar a su fin. Mi mente reproducía incesante cada escena del misterioso sueño, mientras con la mirada perdida observaba a mis estudiantes trabajar frente a mí. Había pasado toda la mañana yendo de salón en salón sin prestar mucha atención en mis labores como docente; ponía tarea tras tarea en cada grado al que llegaba esperando que los chicos estuvieran callados el mayor tiempo posible y me dejaran pensar en mis propios asuntos. Sí, mis asuntos, o quizás nuestros. Lucía, era ella la que ocupaba cada espacio de mi mente, Lucía...o no, el sueño, el sueño con Lucía.

Repentinamente, el timbre escolar me despierta de mi ensimismamiento y leo en el horario sobre mi escritorio aquello que había llevado deseando todo el día:

—¡Hasta mañana, chicos! Ahora tengo clase de literatura con el grado décimo, si necesitan ayuda con el trabajo que les asigné, estaré allí.

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora