Capítulo 8: Regalo.

2K 184 26
                                    

Esa noche se me dificultó conciliar el sueño. Me sentía muy mal por lo que había hecho, no lo consideraba para nada justo. Amelia no le daba importancia a los problemas que pudieran desatarse tras ese acto, porque juraba que nadie se enteraría.

Damián se arrepentía en el fondo, yo lo conocía demasiado. Él no era el tipo de persona que hacía las cosas sin meditarlas previamente, pero tenía un gran defecto: era fácil de manipular.

No podía dejar de pensar en la cara de horror con la que Anneliese entró al salón de clase. Mis amigos y yo nos miramos, éramos los únicos que conocíamos el motivo de su actitud. Estaba muy distraída, nisiquiera empezó a dictar la clase. Supuse que se había llevado un gran susto al ver su auto arruinado, pero estaba mucho más afectada de lo que yo esperaba. Se limitaba simplemente a estar sentada en el escritorio correspondiente a los profesores, miraba con detenimiento hacia el suelo y se quedaba en silencio, pensando. Su expresión de angustia me dolía más de lo que debería. Me sentía realmente preocupada por haberle quitado el brillo a sus bonitos ojos cafés, que en ese instante, lucían apagados.

—¿Por qué está tan preocupada? La broma no fue para tanto—susurró Amelia en mi oído.

No tenía ganas de escucharla, esto había sido su culpa; por sus locuras me encontraba en esta situación mental tan absurda. ¿Por qué a ella no la estaba matando la culpa igual que a mí?

Me tomó un rato deducir que la actitud extraña era la mía, no la suya. Habíamos hecho esto antes, no era la primera vez que nos vengábamos de algún maestro porque Amelia consideraba injustas sus calificaciones. Jamás me había sentido tan mal y es que Anneliese se veía tan vulnerable, tan especial que no quería hacerle daño.

—Lo siento chicos, sé que hoy debía darles clase, pero se me presentó un inconveniente. Porfavor disculpen mi falta de atención—dijo la profesora de repente.

La miré con tristeza.

—Debo irme, tengo algunos asuntos que resolver—concluyó parándose del escritorio y dirigiéndose a la salida.

Salió del aula, con esa cara de angustia que tantas sensaciones provocaba en mí. La miré marcharse por la ventana, llevándose su carro manchado, no sin antes detenerse a observarlo y soltar un suspiro de resignación.

Suspiré también, sintiéndome igual o peor que ella.

—Creo que llegamos muy lejos Amelia, tenemos que hacer algo—dije a mi amiga, agarrándola del brazo.

—¿Qué se supone que debemos hacer? ¡no podemos dejar que nos descubran!—repuso ella, soltándose de mi agarre.

—Estaba muy preocupada, ¿no la viste?—dije enojada—no podemos dejar las cosas así.

—No me puedes traicionar Lucy, eres mi mejor amiga.

Cerré los ojos con rabia, ella tenía razón, no me atrevería a acusarla. Damián y yo habíamos sido sus cómplices, si decía algo las consecuencias serían para los tres.

—Está bien—comenté resignada—tienes razón.

...

No podía con el sentimiento de culpa, eran las 2:30 am. Me senté en la cama y miré mi reloj.

—¿Seguirá despierta?—me pregunté.

De inmediato aparté la evidente idea que estaba naciendo en mí, sacudiendo la cabeza.

—¡No! no está bien estar observándola, tengo que respetar su privacidad—dije, tratando de convencerme.

Reí al percatarme de que nunca me importó la privacidad de nadie. Llevaba varios años observando a la gente, encontrándome con todo tipo de escenarios.

—seguramente está durmiendo—pensé—no sería malo mirar si solo se encuentra durmiendo.

No aguanté la curiosidad, mis justificaciones no eran para nada válidas, pero aún así las tomé como una buena excusa para proceder.

—Anneliese Castillo—dije.

Abrí el reloj y me sorprendí al verla despierta. Tenía aún su mirada de angustia...

...

—No tengo dinero—dijo a su teléfono.

Miró sus manos distraída, esperando la respuesta del otro lado.

—No, no sé que voy a hacer Alexis. Aún no me explico quien pudo hacer algo así—exclamó.

Suspiró nuevamente, como lo había hecho horas atrás al montarse en su carro. Después sonrió leve, con ese tipo de sonrisas que muestran resignación y profunda tristeza, para después comentar:

—mañana será el peor cumpleaños de mi vida.

...

Cerré el reloj sin poder creer lo que había escuchado. Sentí un vacío en mi estómago.

—Arruiné su cumpleaños—dije con tristeza, sintiendo un nudo gigante en la garganta.

Pensar eso me rompía el corazón. Necesitaba hacer algo al respecto aunque no contara con el apoyo de mis amigos, debía encontrar la manera de solucionar este error.

Al día siguiente debía estar en el colegio a las 9:00 am. Pensé en comprarle un regalo antes de dirigirme a clases, pero no sabía sus gustos. Contaba con suficiente dinero, pues mis padres tenían una excelente situación económica, no me gustaba presumir de ese privilegio, pero en ocasiones era útil para muchas cosas. Dediqué horas a pensar que podría regalarle, pero no se me ocurría nada. De repente apareció su imagen en mi cabeza y después de analizarla un poco me percaté de un detalle que hasta ahora, había pasado inadvertido.

—Siempre lleva collares—dije sonriendo para mí misma.

¡Era perfecto!, siempre solía llevar bonitos collares, de aquellos que no son muy visibles por su delicadeza al caer sobre el cuello. Tenía un estilo bastante femenino, todos sus accesorios seguían ese mismo patrón.

Me dormí ya con mi plan calculado...

Me levanté extremadamente temprano, no quería perder tiempo. Eran las 6:30 am y yo ya me encontraba fuera de mi casa recorriendo todas las tiendas de joyería que veía. Estaba buscando algo especial, que fuera acorde a ella. Me dediqué a mirar e imaginar cada collar que encontraba puesto suavemente en su cuello, sabía que se vería genial con todos, pero necesitaba algo realmente único.

Caminé por un largo tiempo, mi búsqueda era exhaustiva. Entré a la joyería número 7 empezando a perder las esperanzas de encontrar algo lo suficientemente bueno. Hasta que la vi: era una cadena de oro, tenía una belleza casi mágica, sentí nostalgia al percibir la misma sensación que al encontrar mi reloj aquel día de playa.

Sentí una inmediata conexión con aquel accesorio pues tenía en el centro una esmeralda preciosa, similar al color de mis ojos.

—¿me podrías enseñar aquel collar porfavor?—dije dirigiéndome a la chica que atendía el lugar.

—Claro.

Lo tomé en mis manos, era realmente precioso. Sabía que le encantaría.

—Quiero llevármelo—expresé.

—por supuesto.

Pagué por el accesorio. Tenía un precio considerablemente alto, pero no me importó. Solo pensaba en verla feliz de nuevo. Sabía que no era suficiente para pagar mi error, pero por ahora eso me tenía sin cuidado. Quería que su cumpleaños fuera especial. Necesitaba quitar de su mente el incidente del carro, esperaba que el collar le gustara lo suficiente para borrar ese recuerdo por un rato de su mente.

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora