Capítulo 25: ¿Anthony Smith?

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Lucía

El yeso en mi brazo aún era molesto, pese a haberlo llevado conmigo ya por dos largas semanas. Tener el brazo izquierdo inmovilizado era más tedioso de lo que esperaba, y deseaba con fuerzas que llegara el momento en que los doctores lo retiraran por fin. El día había sido largo y lleno de estrés, y en definitiva los nervios por acabar el cuento, eran los culpables de ello. Luego de una casi interminable jornada escolar en la cual mi cabeza divagaba sobre la historia que estábamos creando y mil maneras de mejorarla, me reuní con Anneliese como de costumbre en la sala de profesores, pero esta vez, con el objetivo de concluir de una vez por todas con nuestro proyecto para el concurso.

—¿Cómo vas con la revisión de los detalles finales? —le pregunto a mi profesora de literatura mientras entro a la sala. Ella estaba sentada frente al computador, con la vista fija en el largo texto y mordiendo cada tanto sus labios en señal de concentración. Le doy un sorbo al café que había salido a comprar, aprovechando que ella se dedicaba a revisar todo el escrito.

—Realmente no ha habido mucho qué corregir—dijo sonriendo—seguiré revisando y pronto estaremos listas para enviarlo.

Sentí mi cuerpo tensarse un poco ante la idea de enviar a los jurados nuestro proyecto. Habían sido unos meses intensos, llenos de trabajo duro y dedicación de parte de ambas para lograr hacer un cuento digno del primer premio. Aún recordaba con cierta nostalgia el día en que Anneliese me había pedido ayuda para cumplir con el mandato del antiguo director, y hoy, con muchos más ánimos, sin sentirlo como una imposición y a solo unas horas de enviar por fin el resultado de tantas semanas de empeño, mi mente se negaba a asimilar que había llegado el momento.

—¿Qué hay del final?—preguntó Anneliese sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué? —respondí con torpeza, enfocándome en el texto.

—Lu, ¿Estás segura del final que le diste a la historia de Anthony? —repitió con lentitud. Su mirada parecía querer decirme la respuesta que esperaba oír, pero no logré descifrar cuál era.

La miré con el ceño fruncido.

—¿No te agrada? —solté con timidez, tratando de atacar su pregunta con otra, al no saber qué decir.

Sabía que había escrito el desenlace un poco más dramático de lo que habíamos planeado semanas atrás, y solo podía pensar en que quizás a ella le parecía inadecuado para el concurso o que incluso tenía una mejor idea de cómo desarrollarlo. La miré a los ojos, esperando que de su boca brotara la respuesta a mi pregunta, pero en cambio, comentó:

—Es mucho mejor de lo que esperaba.

—¿En serio?

—¡Totalmente!, no lo imaginaba tan fascinante. Eres realmente buena en esto—dijo sin retirar su mirada de la mía, quizás aguardando que de mí saliera alguna respuesta más allá de la evidente felicidad que sentía. Por mi parte, solo me dediqué a sostener la mirada al no saber de nuevo qué contestar, hasta que ella, seguida de una de una de sus lindas sonrisas enmarcadas por aquellos preciosos hoyuelos, cortó el contacto visual; dando fin a ese juego extraño de preguntas y respuestas donde nuestras miradas parecían hablar más que nosotras mismas.

Ella volvió a dirigir sus bonitos ojos cafés hacia la pantalla del computador, mientras yo dejaba vagar mis pensamientos nuevamente. Y ahí, mientras mi cuerpo yacía sentado a su lado observándola teclear, mi mente volaba meses atrás, recordando las miles de situaciones a las que aquel cuento inerte les había dado vida. Habían sido muchos momentos, cada uno más memorable que el anterior, y todos ellos fueron posibles gracias a ese proyecto que hoy estábamos concluyendo, y aunque me costara admitirlo, también había sido gracias al Sr. Davis, el antiguo director, quien había inscrito al colegio en aquel concurso, e indirectamente, nos había inscrito a Anneliese y a mí en un viaje de experiencias que esperaba ocuparan su mente al menos la mitad del tiempo que ocupaban la mía, que esperaba ella recordara cada tanto, aunque jamás igualara las horas que yo dedicaba en mis noches de insomnio a esos bonitos recuerdos.

Love Time ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora